La pintura de Diana Zuluaga

La pintura de Diana Zuluaga

Por: Manuel Tiberio Bermúdez
enero 27, 2015
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
La pintura de Diana Zuluaga

Diana Zuluaga
“Voy a pintar toda mi vida, porque espero que siempre haya naturaleza a mi alrededor”
Por Manuel Tiberio Bermúdez
Hace algún tiempo he venido observando, en distancia, el trabajo de Diana Zuluaga, una pintora caicedonense que cada vez, con su propuesta, produce sensaciones nuevas en quienes se acercan a su trabajo.
Decidí hablar con ella sobre su labor, sobre la búsqueda como artista, sobre su quehacer en la pintura.
Me recibió en su casa en Caicedonia. Una casa taller en la que pasa horas frente a su caballete y los lienzos combinando colores, registrando el entorno, produciendo emociones. No hay rincón de su espacio en el que no esté presente algún rastro de su oficio. Un lienzo por allí, un cuadro más allá, y un caballete que espera impaciente en un rincón del taller.
La pintura tiene y ha tenido el encanto de conmover a los seres humanos porque es la mirada de otros, la interpretación de otros, el pensamiento y los sentimientos de otra persona, que nos trasmite un mensaje, por medio del color, del mundo que habitamos y nos habita. El pintor mediante el uso de la técnica, decodifica el universo que él ve para que nosotros, los observadores, ese otro que somos frente a un cuadro, tengamos alguna sensación respecto a su obra.
Diana Zuluaga, antes de ser la pintora que hoy es, pasó por esa experiencia que le marcaría el rumbo a su vida.
Empezamos la charla y le pregunto sobre los inicios en el universo de la pintura. “Vivía yo en el Ingenio Riopaila, -cuenta- y alguna vez que fui al colegio en el que estudiaban mis hijas. Allí me impresionó de manera especial un cuadro hecho por un pintor local, Leonardo Guzmán, y aunque yo tenía algunas experiencias con la pintura en tela y otras manualidades, nunca me había acercado a un lienzo y al reto de plasmar en él lo que me impresionaba o quería dibujar”.
Contrató los servicios del pintor para que le enseñara el ABC del oficio y desde ese momento decidió su vida por la pintura en contra de la otra opción que tenía como proyecto hacia el futuro: ser maestra.
“Pienso que la pintura no tiene sustituto”
De ese momento a hoy han pasado más de 12 años transitando un camino “que ya no voy a abandonar porque se ha convertido en mi motivo de vida”, dice refiriéndose a su quehacer como pintora.
Diana, tiene como motivación principal para sus cuadros la Naturaleza. “Pienso –dice- que en la Naturaleza uno encuentra gran variedad de formas, colores, texturas, por eso mis frecuentes salidas al campo, principal motor de mi inspiración. Tomo mi cámara fotográfica y camino por los alrededores de mi pueblo, Caicedonia, ya que me gusta mucho pintar lo que me rodea. Me agrada dibujar bromelias, heliconias, guaduales, la palma de cera. Por ahora esos aspectos son mi principal motivación aunque más adelante quiero trabajar lo abstracto, sin dejar de lado la Naturaleza que es lo que más me motiva”.
Caicedonia, no tiene una cultura pictórica, ni hay un apoyo conocido para quienes sueñan hacerse pintores pero eso no ha sido inconveniente para Diana, quien al respecto asegura: “en Caicedonia encuentro todo: tranquilidad, indispensable para poder trabajar en los cuadros, tengo paisajes hermosos que me rodean, está mi familia, tengo el cariño de la gente y aunque es verdad que aquí no hay esa cultura pictórica, pienso que si se va dando la oportunidad puedo ser una de las pioneras del arte en lo que a pintura se refiere y mostrarle al mundo que aquí también hay artistas, que hay otras personas que hacen cosas maravillosas, pero lo que ocurre es que no se les ha dado reconocimiento aún y en este aspecto, aquí hay mucho que hacer definitivamente”.
Quiero saber que se hace en Caicedonia por la gente que tiene inquietudes artísticas. ¿Usted sola ha venido consolidando su trabajo, pero qué sucede con los otros, los que vienen trabajando silenciosamente. Dónde se expresan, cómo lograr ese reconocimiento que se alcanza mediante el escrutinio público que posibilitan las salas de exposición, o el apoyo, bien sea gubernamental o de las entidades culturales?
“Respecto a la Administración Municipal, no tengo cercanía con ella. Me imagino que ellos hacen alguna labor, pero yo no me doy cuenta. Yo, personalmente, trato de sembrar semilla, de impulsar a quienes desean trabajar con los pinceles y los colores. Tengo un taller de pintura y los miércoles, doy clases a todo el que sienta que le atrae este mundo, este oficio. Ahí en ese espacio, yo trasmito lo que sé. Esto para mi es importante porque es motivar a quienes tienen los deseos y de paso compartir mis conocimientos, ir dejando un legado, ir ayudando a allanar el camino a quienes buscan en la pintura su forma de expresión”.
“En Caicedonia, hay mucha gente que pinta –asegura Diana- hay muchas personas que tienen muy buenos trabajos. Yo he compartido exposiciones con ellas aquí en la ciudad durante la temporada de festejos aniversarios y me doy cuenta del gran talento que hay en nuestro Municipio. Lo que ocurre es que nuestro aislamiento en lo cultural, no ha permitido que sean descubiertas esas personas”.
Diana, le digo, en un mundo que va tan aprisa, en el que muchas personas tienen un celular con cámara para tomar fotos, ¿cómo percibe usted el atractivo que tenga para la gente la pintura?
“Es cierto, hoy proliferan las cámaras, las ayudas audiovisuales, pero creo que la pintura nunca dejara de tener interés para las personas, porque lo que ven los ojos de los que se acercan a ella es el trabajo de un ser humano que ha pasado horas frente a un lienzo plasmando sus sentimientos y emociones para compartir con otros, y eso tiene magia. Pienso que la pintura no tiene sustituto, ni una cámara, ni un programa para pintar va a lograr reproducir ese sentimiento que el pintor imprime a su trabajo”
“Le he robado trocitos al tiempo y están en mis pinturas”
Y, ¿para qué sirve el arte en este mundo tan apurado y tan trivial?, le pregunto.
“Sirve para dejar una huella que, espero, nunca muera ya que el arte es eterno. También para trasmitir a las personas emociones y sensaciones nuevas, para cambiar los espacios recreando el mundo que miramos y para ser notarios de la vida que vivimos en determinado momento”.
Al respecto, le cuento, viví una experiencia muy bonita y particular. En el centenario de Caicedonia, se guardo una urna para ser abierta dentro de 100 años y en ella van algunos artículos y recuerdos del momento. Yo tuve el privilegio de ser la única pintora para poner en esa urna una obra mía y entonces, yo pinte un guadual para ser depositado allí”.
“Pienso, que como está este mundo y con tantas acciones en contra de la naturaleza a lo mejor, dentro de cien años, cuando abran la urna, los guaduales sólo serán una representación de ellos que yo dejé plasmada y la gente quizá admire la belleza de lo que perdió. Para eso también sirve la pintura para reflejar hacia el futuro el entorno en el que vivimos y más yo que pinto la naturaleza”.
¿Qué es lo que más le llama la atención al momento de pintar, cuál es el reto del lienzo en blanco, qué piensa cuando pinta?
“Para mí, pintar, es un momento sublime. Yo trato de pintar todos los días en horas de la tarde y luego de mis salidas al campo es muy fácil para mí enfrentarme al lienzo en blanco. Pintar para mi es lo mejor y cuando no lo hago estoy pensando en qué pintar”.
“Afortunadamente –dice- yo no pinto para vender, ni para enriquecerme. No, yo pinto por gusto, para enriquecerme emocionalmente y espiritualmente. Me gusta mirar hacia atrás y ver que al tiempo transcurrido yo le he robado fragmentos, le he quitado trocitos que están en mis pinturas”.
¿Cuándo hace sus salidas al campo con su cámara…va con algún tema preconcebido o se deja sorprender por el azar?
“Yo me dejo sorprender por el momento. Hay situaciones y objetos o cosas que para el común de la gente pasan desapercibidas pero para mí tienen una gran riqueza visual bien sea por las formas, por la textura y entonces se convierte en mi centro de atención.
“Por ejemplo, me encantan Las bromelias, las heliconias, los guaduales, tienen para mí una especial belleza. En Salento, me encantan las palmas de cera, la neblina, la bruma en el paisaje, el gris de las montañas debido al frío y me encantan las aves y animales que coexisten en esos parajes. Por eso pienso que voy a pintar toda la vida, porque espero, toda mi vida, tener naturaleza a mi alrededor”.
La crítica ha sido amable con el trabajo de Diana, pues lo ha recibido muy bien en las distintas exposiciones que ha realizado. En su pueblo natal, Caicedonia, le han galardonado en tres oportunidades. Distintos escenarios del Valle del Cauca, Quindío y Risaralda, ha recibido su trabajo con elogiosos comentarios.
“Al respecto –me dice- alguna vez me paso algo muy especial. Hice una exposición en la cárcel municipal con el propósito de llevarles un poco de alegría a los internos y en un momento dado uno de los presos me recriminó y me dijo que qué estaba haciendo yo allí. Yo le respondí que mi intención era llevarles un poco de lo que yo sabía hacer sin ninguna otra pretensión y agregue: “Si no le gusta lo que hago, no tiene obligación de mirarlo”.
“El hombre se fue a su celda y al rato regresó con unos dibujos que él había hecho. Yo los observé y elogié los que lo merecían y di algunos conceptos sobre otros. Fue un momento especial ya que sentí que inicialmente aquel hombre sentía como frustración. Yo le dije que no dejará de pintar que en la pintura estaba parte de su libertad aunque él estuviera entre rejas. El hombre cambio su actitud y volvió a mirar mis cuadros con especial atención. Fue un momento especial por la condición de aquel ser humano”.

Si por alguna circunstancia no pudiera sino usar un solo color para pintar, ¿cuál usaría y por qué?
Responde sin titubeos. “El amarillo. Porque el amarillo es luz, es esperanza, es el sol, es la vida. Yo lo uso mucho en mis cuadros. Es el que más gasto. De hecho mi exposición tienen por nombre “Rayo de luz”, en alegoría al amarillo”.
Hay paradojas en la vida y en el caso de Diana una muy especial. Sus cuadros han viajado mucho. “Sé que hay cuadros míos –me cuenta- en España, Canadá, Estados Unidos, en Sur América…mis obras han viajado pero, mire usted, yo no lo he hecho aún. Mis cuadros han tenido mucha aceptación y un día salen de casa para viajar el mundo y eso me alegra. Además aquí en el país hay muchos de mis cuadros en manos de personas que se han enamorado de mi trabajo”.
Diana, tiene tres hijas: María Camila; Laura Cristina e Isabela, quienes reconocen y respetan lo que hace. Es también un miembro muy importante del grupo, “Tomas”, un perro Schnauzer que mira desconfiado este reportero debajo de sus grandes cejas. Tomas, no se separa de Diana ni un minuto y muy tranquilo fue testigo de toda la entrevista.
Diana es una mujer muy sensible. “Me pone triste la injusticia y el maltrato a los animales. Me conmueve el maltrato a un animal o verlo en las calles sufriendo.
¿Cómo desde el arte encontraría la manera de convocar a la no injusticia y el no maltrato a los animales?
“Pienso que desde el arte se pueden hacer muchas cosas positivas, ayudarle a la gente, concientizar para el cambio. De hecho, sin vanidad, ni ningún afán publicitario y porque usted me lo pregunta, le cuento que he ayudado a algunas entidades y fundaciones con donación de mis obras para que lo recaudado lo inviertan en sus búsquedas”.
¿Qué le produce alegría?
“Pintar –responde- esto me alegra mucho. Más que viajar o conocer otros lugares, yo lo que sueño y lo que anhelo es pintar siempre. Quiero pintar toda la vida hasta que Dios me lo permita”.
¿Y cómo ve a Dios una mujer que también es creadora?
“Pienso que EL, se siente muy feliz por lo que hago. Pienso que le agrada ya que Dios creó la naturaleza, creó el mundo y yo tomó un poco de su creación para inspirarme, pero sin la ayuda de EL, sería imposible.
¿Qué piensa de la muerte una mujer que trasmite la vida en sus pinturas?
“La muerte es algo inevitable, pero yo no quisiera morir nunca. Pienso que no voy a morir porque van a quedar mis cuadros. Pienso que algún día voy a morir al lado de mis pinturas que es lo que más quiero y va a quedar un legado, una historia, va a quedar mi recuerdo en cada cuadro de los que he realizado y eso, me hace feliz”.
¿Qué pintor o pintores admira?
“Me gusta mucho varios pintores de por acá de la zona. Admiro el trabajo de Juan Carlos Suarez quien ha sido mi maestro y amigo. A Diego Villada, pintor quindiano, y claro, los grandes pintores como Manzur, Botero, entre otros”.
Su pintura, hoy, está muy ligada a la naturaleza, al entorno que habita. ¿Se piensa quedar ahí o desearía buscar qué?
“A mí la naturaleza me atrapa mucho. De pronto lo comercial lo lleve a uno a pensar en hacer otras cosas, pero no quiero desligarme de la naturaleza. No lo voy a hacer porque a mí esa temática es lo que me llena definitivamente y no creo que lo comercial me haga cambiar mis sentimientos en ese aspecto. Busco la felicidad en la pintura que hago y esa es mi motivación principal no fácil de cambiar”.
“Vivo para ser feliz; y ser feliz para mi, es pintar”
Hace más de 10 años Diana Zuluaga hizo su primera exposición y la recuerda “como algo especial. Fue aquí en Caicedonia –dice- . Yo empecé a pintar por pasatiempo. Lo que hacia se lo vendía a los familiares o a mis amigos cercanos. La Casa de la Cultura se enteró de mi trabajo y me hizo una invitación para exponer durante unas festividades aniversarias. No me sentí preparada ante la invitación y les dije que con mucho gusto para él año siguiente. Me preparé todo el año para esa exposición y la hice solamente de flores y frutas. Fue muy especial para mí porque estaba empezando y la preparé con mucho cariño y además fue como darme a conocer porque la gente no sabía que yo pintaba. Fue como el descubrimiento de mi oficio de pintora por parte de la gente. Vendí algunas obras, me entrevistaron y ese fue el momento en que me decidí a ser pintora definitivamente”.
En un entorno como el de Caicedonia, cuando usted pide determinada cantidad de dinero por un cuadro, ¿qué siente frente a la mayoría de la gente que no está consciente del valor de lo artístico? Se lo digo porque alguna vez un amigo pintor, aquí en la ciudad, pidió una suma X por un cuadro. El señor que sabía de todo: de caballos, de vacas y de plátanos, menos de arte le respondió al artista: “con esa planta me compro una vaca”.
“Ah caramba; dice Diana riendo. Yo pienso que las personas que les parece costosa una obra de arte desconocen el valor de lo artístico. A mí, no me ha pasado aún. Yo le pongo valor a un cuadro y la gente regatea lo normal pero terminan llevándolo”.
¿Cómo se visualiza hacia el futuro?
“Yo sueño con seguir viviendo en Caicedonia. Este es mi pueblo y es el que Dios eligió para que yo naciera, me formara y aquí quiero seguir si Dios me da esa oportunidad. Sueño con tener un museo o una galería de arte aquí en el pueblo que se llame “Rayo de luz”, y que a esa galería lleguen pintores de otros países, que se convierta en un centro cultural en el que también haya talleres para niños y exposiciones permanente de quienes están apenas empezando en el oficio. Eso es lo que deseo, motivar, incentivar, pero mostrarle al mundo que aquí también hay arte y artistas”.
“También quiero viajar mucho, pero que Caicedonia sea mi centro de producción, mi refugio, en donde yo pueda vivir tranquila y desde aquí mostrar mi arte al mundo”.
Muchas son las exposiciones que hasta hoy ha tenido Diana Zuluaga, especialmente en el Eje Cafetero y algunas en el Valle del Cauca. Bogotá y el Quindío también conocen su trabajo y hace unos dos años no expone porque se viene preparando para su nueva muestra.
¿Qué reflexión les hace a quienes desean seguir el camino de la pintura, y que le diría a quienes tienen el poder en su pueblo de promover y exaltar a los artistas locales?
“A quienes están empezando, el secreto está en hacer lo que a uno le hace feliz. A uno no le hace feliz la billetera llena de dinero, ni tener el carro más lujoso, ni este tipo de cosas. A uno lo que le hace feliz es sentirse bien con uno mismo y hacer lo que a uno le gusta, y si les gusta la pintura y el arte en todas sus expresiones que pongan todo su empeño, porque las posibilidades existen para todos. Todos tenemos un público y para todos hay un pedacito de espacio para expresarse”.
“Y para quienes tienen los recursos y el poder para incentivar a los que desean expresarse artísticamente, les diría que el arte es magia. Cuando uno se involucra con lo artístico se aleja de vicios, malos pensamientos, ya que el arte purifica el alma, hace más puros los sentimientos y hace personas más sensibles y en definitiva hace mejores a las personas y por ende, vamos a tener un mundo mejor”.
Me despido de Diana, no sin antes preguntarle que frase es su motivación cotidiana cada que enfrenta su trabajo. “Vivir para ser feliz y para mí, ser feliz, es pintar”.

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