Que si la rumba, el licor, la madrugada… Que si la mini, el descaderado, la ombliguera, las transparencias, los escotes profundos… Que si la pinta es lo de menos… (Bastantes planas deberá llenar, Andrés, hasta que aprenda).
“Párenla ya”, se empieza a oír en los corrillos y a leer en los foros de los lectores. Pá-ren-la-ya-pá-ren-la-ya... Los ojos de la imaginación ven como rueda la frase una y otra vez sobre sí misma, engordando redonda y contundente como bola de nieve: PÁRENLAYA. Helada. Significa que el hecho que fue noticia empieza a oler a guardado, debido a que la gente que lo ha mantenido en vilo ya se ha atragantado; con el hecho y con la noticia. A las opiniones en caliente les seguirá, igual que siempre, una peligrosa calma chicha, preámbulo, por lo general, de la indiferencia y el olvido colectivos. Justo en el momento de quiebre entre la descarga emocional que sirve de desahogo y la racional que crea conciencia a largo plazo.
¿Por qué se ha generado este alud de manifestaciones de todo tipo, en relación con lo sucedido en el parqueadero de Andrés, carne de res, hace un par de semanas?, me pregunto una y otra vez. No porque crea que la agresión sexual de la que fue objeto una clienta del establecimiento, por parte de otro cliente, no sea condenable, que lo es, sino porque reviso estadísticas de ONG y dependencias gubernamentales que defienden los derechos de las mujeres e intento calcular cuánto rebajarían, si a cada víctima que llega con nombre y apellido y sale convertida en cifra, la rodeara el mismo furor mediático y de redes sociales que ha rodeado el caso de Chía. ¡Si es que en Colombia, cada día, cincuenta mujeres son víctimas de violencia sexual! (Datos de la Corporación Sisma Mujer). Y apenas sí nos enteramos, son realidades que no originan boicots. Suceden fuera de los límites de Andrés…
Y me lo he repreguntado porque me da la sensación —ojalá esté equivocada— de que, excepto para personas comprometidos de siempre con el tema, la situación de la agredida poco importa. Y el comportamiento del presunto violador, menos; el gran convidado de piedra parece ser. La atención del público se ha desviado de lo fundamental, hasta el punto de que el restaurante y su propietario se han convertido en receptores de los golpes que el culpable esquiva. Quienes no vivimos en Bogotá estamos sorprendidos de que las irregularidades que hoy día salen a la luz nunca antes se hubieran revelado. Es más: estamos aterrados de que, a pesar de ellas, el establecimiento se mantenga repleto y el dueño se pasee, Pedro por su casa, por las revistas de las salas de espera de los consultorios. No se sabe qué es peor: si la doble moral para disfrutar con lo que se censura o el oportunismo de censurar ahora lo que se disfrutaba. En fin, pasa que el debate actual es otro.
No tengo la respuesta, aunque sí algunas consideraciones. Por ejemplo: al margen de si fue una relación forzada o consentida —la justicia determinará—, solo un guache deja abandonada a su pareja, así esta sea de ocasión, máxime si está enlagunada. Por ejemplo: solo un vigilante inepto, o acostumbrado a “no ver” sucesos de ese estilo, deja pasar un desenlace como el que presenció, sin intentar siquiera evitarlo. Por ejemplo: solo unos policías no preparados o machistas guardan por varios días el material de investigación dirigido a la Fiscalía. Por ejemplo: solo un empresario asustado, mal asesorado o torpe da las declaraciones que Andrés Jaramillo dio; y lo que es peor, paga aviso en primera página de El Tiempo, para frivolizar la profundidad de la embarrada. Y así, para no entrar en detalles que si bien aportan brochazos sensacionalistas a la reconstrucción de los hechos, no quitan ni ponen a la verdadera nuez del asunto: el maltrato.
Maltrato que está arraigado en el comportamiento masculino muy por encima del femenino, no por cuenta de que nosotras seamos más virtuosas, sino como consecuencia natural de una limitación cultural que hasta hace pocos años no nos consideraba aptas para estudiar, para disponer del dinero, para tomar decisiones, ni siquiera para votar. (De solo pensarlo se me sube la minifalda a la cabeza). Mucho menos, para hacernos cargo de nuestra sexualidad y de nuestra vida. ¡Y para vestirnos como nos dé la gana! Igual a como lo hacen los hombres, sin temer a que alguna amazona pasada de copas los arrincone, ultraje y abandone en cualquier parqueadero, así sea el superplay de Andrés, carne de res.
COPETE DE CREMA 1: El machismo es un gel reductor para la sociedad. De un lado reduce a las mujeres a objetos de carne y hueso y, del otro, reduce a los hombres a esclavos de sus propios instintos. Y qué pena me da con mis congéneres, pero son mamás de molde, las principales multiplicadoras de esta conducta. Todavía estamos a tiempo de hacer un plantón para cambiar los roles que ellas refuerzan en los hijos.