Visitar el rodadero en Santa Marta sin tener la sensación de ahogo constante por los vendedores ambulantes y evitar que te estafen sería todo un acontecimiento memorable, pero no, las últimas vacaciones con mi familia se volvieron agobiantes con la cantidad de personas que te ofrecen cosas que no necesitas.
Sillas, coco locos, crispetas, tintos, cócteles, gafas, trenzas, cocadas, gafas, protectores para celular, audífonos, churros, masajes, manillas, cervezas, palas para la arena, montada en gusano, kayak o lancha... Hasta cucharas de palo le ofrecen a uno, ¿pero quién necesita una cuchara de palo mientras está en la playa? Es agobiante y muy fastidioso para el turista cuando lo único que espera uno es disfrutar un rato en la playa. Eso sin contar con el abusivo precios para sentarte en unas sillas, cuatro sillas por $35.000 por cuatro horas es un atraco.
Otra de las cosas que son insufribles son la necesidad de estafarte que tiene la gente que trabaja en las "agencias de tours". Por ejemplo lo que me pasó ayer, nos ofrecieron un tour con visitas a varias playas con desayuno y almuerzo incluido, una visita a un lugar mágico con charcos azules y aguas cristalinas. Todo esto por $70.000 por persona con transporte ida y vuelta. Toda una ganga, te dicen. Se supone que puedes elegir qué comer al desayuno (arepa de huevo, carimañola, quesito, etcétera) y también en el almuerzo. La realidad es que todo esto es una completa mentira o una verdad a medias. Te recogen en tu hotel muy temprano, te embuten en una van muy pequeña donde no puedes mover las piernas y como le meten lo que más pueden, pues van niños en piernas también haciendo el espacio mucho más reducido. Ni pensar en aire acondicionado, ya que no existe.
La primera parada es en un lugar alejado de todo, donde te bajas y comes una arepa de huevo con un "jugo de naranja" y ya. Las carimañolas, las arepas y demás son solo una ilusión. Luego de eso toca devolverse a a la van, donde después de 30 minutos de recorrido te dejan en la mitad de la nada y te dicen que debes caminar media hora a pleno sol para llegar al lugar de los charcos paradisíacos, que en realidad es una cascada con un estanque pequeño (donde te dejan media hora, porque luego hay que correr de nuevo a buscar la van).
Después de una hora se llega a Taganga donde se almuerzan unos pescados diminutos y una carne seca (si elegiste esa proteina para comer). Lo que te ofrecen para tomar es como si lo hubieran sacado del mar (un aspecto terrible) y no, no puedes elegir el pescado, es el que te den y punto. Luego te meten a una lancha para llegar a Playa Grande. Ese trayecto veces lo hacen sin chaleco salvavidas que porque "apenas son cinco minutos". Luego te dejan en esa playa tirado cuatro horas sin que puedas devolverte por ti mismo o al menos sin tener que pagar nuevamente o escalar un cerro. Playa Grande es una playa bonita pero no hay carpas si te quieres proteger del sol, solo hay unas palmeras con sillas debajo. Y eso sí, las sillas te las cobran como si te las fueras a llevar, porque saben que no tienes opción.
Uno paga el precio porque va en familia y no quiere ver a su mamá aburrida ni aguantando sol, pero mis próximas vacaciones serán a un lugar menos turístico. Lastimosamente Santa Marta y Cartagena se han vuelto un suplicio para los que queremos playa y paz.