La desenfrenada arremetida mediática contra Gustavo Petro no puede pasar desapercibida. Es un hecho real, de inmensas repercusiones políticas. La radio y la televisión, en su inmensa mayoría propiedad de importantes grupos económicos, así como los más destacados medios impresos o en línea, coinciden en condenar cualquier intención reformista, con evidente mala intención, dando cabida a los más bajos ataques personales.
La revista Semana resulta emblemática en ello. Pero no es sólo ella. El conjunto del establecimiento aplica todos sus resortes para imponer a la población colombiana su punto de vista. Para ello se vale también de las redes sociales, en las que al parecer existe patente de corso para calumniar, difamar, tergiversar, burlar y ridiculizar las intenciones y hechos de la actual administración nacional. Lo denominan libertad de expresión.
Que además enmarcan en la libertad de prensa, sagrado derecho que desde luego reclaman ardientemente para sí, desdeñando de manera inconsecuente la opinión contraria. La igualdad, facultad derivada de la revolución francesa, no pasa de ser una bonita palabra para significar la mentira piadosa según la cual todos gozamos de los mismos derechos ante la ley, con independencia de los abismos económicos y sociales existentes entre unos y otros.
Que instauran en la práctica una profunda desigualdad. En estos días, por ejemplo, todos los grandes medios destacaron la manifestación de unos cuantos reservistas en Plaza de Bolívar, que lanzaban diatribas contra el actual gobierno, como si se hubiera tratado de una aplastante movilización. Algo que no hicieron con las marchas del 1 de Mayo, ocasión en que prefirieron abrir sus espacios para desdibujar y atacar la alocución presidencial.
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Una prensa imparcial debe dar cabida a los diferentes actores de la vida y la política nacional y mundial, sin tomar partido, para que su audiencia decida lo que le parece más justo
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Una prensa imparcial debe dar cabida a los diferentes actores de la vida y la política nacional y mundial, sin tomar partido, para que su audiencia decida lo que le parece más justo. En algunos programas radiales o televisivos se aparenta eso, siempre en un contexto informativo abiertamente proclive a un punto de vista específico, el que le interesa al medio. La gran prensa manipula y pervierte la realidad para que el público piense lo que ella desea.
Por eso un sector considerable de la opinión se aparta cada vez más de ella, no ve noticieros ni escucha las emisiones radiales de noticias. Se inclina más por los medios alternativos y las redes sociales. Al menos en ellos se pueden encontrar múltiples opciones, elegir libremente. Esos personajes histriónicos que en la radio arman polémicas y alborotos aparentemente inteligentes, disimulan mal que apuntan en una sola dirección, la del medio.
Las visiones dominantes coinciden, para poner un ejemplo, en su sesgo abiertamente prooccidental. Claro, nosotros habitamos en Occidente, pero también somos parte de la población del planeta, cada día más involucrada y afectada en las decisiones y actuaciones de las grandes potencias. Si bien las grandes cadenas informativas hacen relación al crecimiento de China, todas nos presentan esa nación como una especie de monstruo amenazante.
Pese a que Taiwán se encuentra muy lejos de nuestro continente y a un lado de China, y por encima del pasado histórico milenario de esa región y sus conflictos contemporáneos, todo el tiempo los medios buscan convencernos de que desde Beijín se fragua una invasión, con gravísimas repercusiones para la paz mundial. Simplemente porque los Estados Unidos consideran a Taiwán, así esté al otro lado del mundo, un punto valioso para sus inversiones.
¿Qué gran medio nos reporta una visión imparcial? De Ucrania y su presidente se nos informa a diario que están a punto de derrotar ejemplarmente a Rusia. Una confrontación en la que aseguran el único responsable es el ambicioso señor Putin. Los que vemos televisión por Claro, fuimos privados, apenas comenzó esa guerra, del canal de televisión Rusia Today, para que jamás pudiéramos recibir una versión rusa.
El pasado 9 de mayo celebraron en Moscú el 78 aniversario del día de la victoria, cuando las tropas soviéticas rindieron al ejército nazi. Vladimir Putin pronunció en la Plaza Roja unas palabras sobre la importancia y la memoria del acontecimiento, criticando la que llamó creencia de excepcionalidad de las élites globalistas de Occidente, a las que acusó de intentar socavar los puntos de desarrollo que no les pertenecen en otras partes del mundo.
Rusia no tiene enemistad con ningún pueblo de oriente u occidente, aseguró. Quiere la paz. Algo que jamás aparecerá en ningún medio colombiano. Es evidente que su esfuerzo apunta a que todos pensemos igual a sus ricos propietarios, a la casta tradicional. Nos presentan las reformas de Petro como lo más grave que puede ocurrirle al país. Una nación que según ellos pasó en unos pocos meses de ser un fantástico paraíso a un caos incomprensible.
Necesitamos con urgencia más puntos de vista que nos permitan conocer mejor la verdad, hacernos a un mejor criterio. Voceros alternativos y masivos. Medios oficiales, por ahora.
