En algunos círculos del Gobierno y de opinión se viene diciendo que la gran minería de metales, particularmente de cobre, será clave en la transición energética y pieza fundamental en la reactivación económica. Así, tal cual es presentada, y no por primera vez, en el periódico Portafolio. Como en la página 13 de su edición del jueves 26 de agosto de este año, refiriéndose a afirmaciones del ministro de Minas y Energía y otros de sus funcionarios, y del señor Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería, a donde llegó de AngloGold Ashanti, la que pretende montar una inmensa explotación en Jericó y Támesis, Antioquia.
Por varias razones no es correcto darle esa importancia de “claves” para la transición energética y la reactivación de la economía a los proyectos mineros de ese y otros metales. La primera razón es que se la dan sin mencionar los impactos y costos ambientales y sociales, que anulan con creces los beneficios de la referencia y todos los demás que usualmente invocan, como generación de empleo, regalías, y grandes regalos. Es sumamente grave y lamentable, poco responsable, que sea el Gobierno el que origine y sostenga esa posición, sabiendo, conociendo y pasando por alto como si les importara un bledo el problema de los impactos gravísimos, inevitables, irreversibles, irreparables, incompensables, no mitigables y a perpetuidad que generaría el desarrollo de esos proyectos en las montañas de la cordillera occidental de Los Andes en nuestro país. Me refiero a estas nuestras fértiles tierras andinas tropicales, que son plenas de aguas y biodiversidad y por ello mismo muy pobladas, totalmente al contrario de las desérticas de Chile o Perú, donde los daños son pocos o ningunos, casi no llueve y muy poca gente las habita. Anoto de paso que esos daños no sólo son a nuestras cordilleras sino también a nuestro país y al planeta todo.
La segunda razón es que al momento de las insistentes manifestaciones en favor de que se desarrollen los proyectos mineros, particularmente el de Quebradona, el más adelantado, apenas está en proceso el análisis y examen del Estudio de Impacto Ambiental (EIA) presentado a la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) para conceder o negar la licencia, lo que requiere, aquí y en Constantinopla, mucho análisis y mucho tiempo. Y más aún en casos como el mencionado, de cuya primera revisión por la ANLA resultaron 174 requerimientos de información adicional y otros 545 de la Secretaría de Minas de Antioquia. Todo lo cual conduce a no poder confiar en nada de lo que dicen sus funcionarios y sus consultores. Y esto se suma a la gravedad de que sea el gobierno el que origine y empuje al proyecto porque resulta en una presión a la ANLA, un absurdo conflicto de autoridades, competencias o poderes. De paso anoto que ese es un grave problema que requiere cambio en este país.
La tercera razón por la que no es correcto darle a los proyectos mineros esa importancia de “claves” para la transición energética es que, ciertamente la referida transición requiere mucho cobre, pero cobre puro, refinado. Y, por lo menos en el proyecto Quebradona, lo que tienen previsto es exportar un concentrado de cobre, oro, plata, molibdeno y algo más. Y eso lo saben muy bien el señor Ministro y toda su gente. Pero la transición no tiene por qué perjudicar pues nada impide que el cobre puro para su transformación en cables y otros insumos siga siendo importado de nuestros países hermanos y cercanos, donde su explotación, como ya se dijo, causa daños mucho menores que aquí.
La cuarta razón es que la reactivación de la economía la requerimos los colombianos y el mundo entero con extrema urgencia, para mañana, no para después de cinco años de montaje posteriores a la aprobación de la licencia ambiental y el plan de trabajos y obras, que se demoraría el proyecto Quebradona para entrar en operación si llegara a recibir las dos aprobaciones.
¿Falacia? O ¿Estaré equivocado?
*Ex ministro de minas
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