Polo está desde hace tres años en lo que se conoció como La Perrera de Bogotá en los años 80 y 90. El lugar hoy se llama Unidad de Cuidado Animal. Es una entidad de la Alcaldía. También tuvo durante varios años el nombre de una enfermedad de perros: Zoonosis. Polo es un perro sin raza ni pedigrí, como los otros 316 que en este momento están en la unidad. Es una mezcolanza de razas entre las que se puede identificar sharpei y algo de pitbull. Es viejo. Según los veterinarios tiene unos siete años —un promedio de 50 años humanos—. Al finalizar las jornadas de adopción que regularmente hace la Unidad Polo siempre vuelve a su jaula. Nadie lo ha querido adoptar. Es el perro que más tiempo lleva en el lugar que para él ya es su casa.
Le puede interesar: Así viven los pobres más pobres de Bogotá
Al igual que Polo hay unos 10 perros que no son adoptados. Está Ciro, al que le falta la mitad de la pata derecha. Fue recogido hace dos años después de ser atropellado por un carro que lo dejó más muerto que vivo en la mitad de una vía. Junior es un pitbull malgeniado que desde que llegó a la unidad ve la vida con el ojo izquierdo. El derecho lo perdió a mordiscos intentando salvar su vida y acabar con la de su contrincante. El dueño al que se lo quitaron se divertía jugando a sangrientas peleas callejeras de perros. Junior aún no es adoptable. Le están enderezando el temperamento.
La unidad queda en el barrio Las Mercedes, en una de las últimas carreras de Bogotá entre el aeropuerto El Dorado y el Humedal Jaboque. Es un barrio popular como lo es casi toda la localidad. En este momento hay 516 animales. Es un lugar solamente para perros y gatos.
Polo lleva tres años en la Unidad de cuidado animal de Bogotá, llegó rescatado de un desalojo. A él y a otros 10 perros no los han querido adoptar. Foto: Leonel Cordero
La hoy llamada Unidad de Cuidado Animal, nombre que asumió en 2016 cuando el alcalde Enrique Peñalosa le entregó la administración al Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal, además de las instalaciones donde funcionaba Zoonosis, es el mismo lugar en donde hace por lo menos 25 años la sobrepoblación de perros callejeros en Bogotá se solucionaba de manera cruel.
Los empleados de La Perrera de aquellos años 80 y 90 salían a capturar con gigantes mallas a los perros sin dueño o llevados sin correa. Si el perro tenía dueño, este disponía de tres días para reclamarlo. Al cabo de aquellas 72 horas eran asesinados. Los metían mojados a una pieza encharcada de agua a la cual le botaban corriente directa. El agua, uno de los mejores conductores de electricidad, hacía la tarea. Sacrificaban en promedio mil perros al mes.
Casi a finales de los 90 el brutal sacrificio acabó. La Perrera pasó a llamarse Centro de Zoonosis. El objetivo de disminuir la población callejera de perros se mantuvo casi por 10 años más, aunque nunca dejaron de existir las denuncias por maltrato animal. Zoonosis era un centro de la Alcaldía, sí, pero también era un lugar de terror. Para hacer el control de la población de perros y gatos, empezaron a hacerlo con tratamiento médico. La muerte con inyecciones letales apareció. Se llama eutanasia. Aún lo hacen así. Hoy, en este 2021, ya no controlan la población de perros callejeros con la muerte.
La mayoría de perros que han llegado a la unidad fueron encontrados en la calle con graves lesiones, casi todas por accidentes de tránsito. Otro gran número son animales que han sido decomisados por maltrato animal. Foto: Leonel Cordero
Desde 2018 la mayoría de perros y gatos que llegan a la unidad lo hacen por urgencias. Son los animales que recogen de la calle accidentados, casi todos atropellados. También llegan varios por cuenta del escuadrón anticrueldad. Es un grupo de veterinarios y zootecnistas que, con la ayuda de la policía, se los quitan a sus dueños por maltrato o porque les dan una pésima vida. Hay animales que han sido hasta violados. Otros han sido quemados. Otros más han vivido encadenados y con poca comida. Historias hay miles.
Ya no hay cacería de animales calle tras calle. A veces capturan a los callejeros, pero solo para esterilizarlos, ponerles un chip de reconocimiento y dos o tres días después los vuelven a soltar en el mismo lugar donde los recogieron. Así se controla ahora la sobrepoblación. Poniéndolos a planificar.
Los animales que entran son tratados médicamente por alguno de los 32 veterinarios de la unidad, que tiene en total casi 100 empleados para el cuidado y tratamiento de los animales. Hay zootecnistas. Hay paseadores. Hay auxiliares. Hay voluntarios. Los cuidan, los arreglan, los alimentan, los curan y les enseñan a comportarse. Después de todo el proceso, están aptos para llegar a una nueva familia. Todos los servicios que la unidad le presta a los animales que le llegan son gratuitos. También hacen jornadas de esterilización. También hacen jornadas veterinarias en sectores humildes. El presupuesto de esta unidad y sus proyectos cuesta al año $28.000 millones.
En la actualidad en la Unidad hay 516 animales, entre perros y gatos, casi todos están en lista para adopción. El trámite es muy fácil. Hoy el objetivo de la unidad es entregar la mayor cantidad de animales en adopción. Foto: Leonel Cordero.
El objetivo principal de la unidad es que todos los animales sean adoptados. Práctica que se volvió moda entre la población joven. Los de conciencia medioambiental pelean contra la producción indiscriminada de animales —una práctica que también es considerada maltrato a las perras que solo las tienen para criar cachorros— dice Adriana Estrada, directora de la unidad.
Estrada tiene la tutela de la veterinaria y el plan de manejo de los animales. A pesar de sus treinta años de experiencia en salud pública, esta manizalita no ha perdido un solo centímetro de sensibilidad y cariño hacia los animales. Por cada lado que la doctora Adriana pasa se entretiene consintiendo y preguntando por la salud y el proceso de adopción de sus perros. (Aquí puede conocer los animales que la unidad tiene listos para ser adoptados).
Mochuela es una criolla enrazada con french poodle. Es una de las más recientes huéspedes de la unidad. La directora, doctora Adriana Estrada, pasa revista a su salud. Mochuela llegó con cáncer genital, le están haciendo quimioterapia. Foto: Leonel Cordero.
La antigua perrera mataba unos mil perros al mes. Hoy la Unidad entrega en adopción unos cien. Solo sacrifican a aquellos animales que por sus condiciones de salud no pueden vivir plenamente. La eutanasia que practican hoy en la unidad solo es para evitar el sufrimiento del animal. La decisión de sacrificar un perro o un gato es tomada en junta médica. Al mes solo tienen que ser sacrificados unos 10.
Un día antes de ir a la unidad y de escribir este texto había llegado una perrita criolla llamada Mochuela. La encontraron malherida en una calle de Kennedy. Mochuela tiene un tumor vaginal. Le están haciendo quimioterapia. Está débil. Está anémica. La doctora Adriana cuenta que harán hasta lo imposible para salvarla. Así lo hacen y lo seguirán haciendo con los 516 animales que tienen a su cuidado.
