La pereirana Sara y su agonía en una cárcel de hombres en China

La pereirana Sara y su agonía en una cárcel de hombres en China

Su vida de peluquera se le acabó cuando aceptó hacer de mula para pagar el arreglo de su cirugía de senos. Será repatriada por la Cancillería

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febrero 03, 2016
La pereirana Sara y su agonía en una cárcel de hombres en China

A pesar de llevar seis años en ‘el corredor de la muerte’ de una cárcel de China, Sara Galeano nunca ha perdido la ilusión de salir viva de aquel infierno. Su captura se produjo el 26 de agosto del año 2009. El delito: introducir droga en una maleta de doble fondo. Como ya se sabe, en dicho país ese error se paga con la vida o con cadena perpetua. Harold Carrillo, el único colombiano que ha salido vivo de una de estas prisiones y que recientemente fue repatriado por razones humanitarias, ha contado que: “Es mejor estar muerto que convertirse en un esclavo del gobierno chino”. Todo indica que Sara Galeano será la segunda persona en la historia de Colombia en regresar para cumplir su pena en una cárcel del país porque una enfermedad la está matando de manera lenta pero salvaje.

La vanidad la llevó al error. Sara, 1,70 de altura, ojos negros, pelo azabache, largo y liso, vivía cómodamente como estilista en su propia peluquería en el barrio Panorama de Pereira. Allí llevaba más de 10 años trabajando hasta que le dio por aumentarse los senos con biopolímeros. En el año 2007 esa era la moda y muchas de sus amigas de la comunidad LGBTI a la que pertenece Sara, se habían hecho el procedimiento. En una clínica de garaje la estilista hizo lo propio sin medir las consecuencias. No pasó un año y sus senos se le pusieron como unas piedras, el dolor no la dejaba dormir, de modo que acudió a la EPS. El médico que la atendió aquella vez le dijo que solo la operaba cuando la infección le estuviera supurando. Desesperada buscó otro especialista en Armenia quien la asustó más con el diagnostico. Era posible que otras partes del cuerpo se le gangrenaran. Tal parece que la operación donde le quitaron los biopolímeros no salió como lo esperaba y fue en ese momento cuando llegó la propuesta fatal.

Sara quería quedar como estaba, pero eso le costaba más de 10 millones de pesos y ella no tenía ese dinero. Todo indica que un nuevo cliente la convenció de llevar una maleta a China y regresar con lo necesario para una nueva operación. Sara no le contó a sus papás ni a ninguno de sus hermanos. Le daba pena. Por coincidencias el día del viaje se encontró con una de sus hermanas quien la acompañó al aeropuerto pero la estilista no le dijo el destino. Sara se desapareció de la faz de la Tierra. Un mes después su hermana Diana puso la denuncia en la Fiscalía por la desaparición de la estilista. A las tres de la madrugada de un día de marzo del año 2008 sonó el teléfono de la casa de Diana. Era Sara, quien en lo poco que pudo hablar le contó que estaba detenida en China.

Con el alivio de saberla viva, Diana tuvo que contarle la verdad a su mamá para que no se muriera de la angustia. Tuvieron que pasar otros meses sin tener noticias de Sara, hasta que llamó y dio los datos exactos de la cárcel donde estaba: Prisión de hombres de Dongguan, en la provincia de Guangdong. Uno de los sitios de reclusión más temidos por los delincuentes chinos. Un lugar repleto de vigilantes crueles, trabajos duros y condiciones calamitosas. Entre llamada y llamada Sara le contaba a su hermana por lo que tenía que pasar: hacinamiento, trabajos en fabricas dentro de la cárcel con horarios de 12 horas, precaria alimentación y una muy mala atención médica.

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Sara era un transexual reconocido en Pereira antes de lanzarse a la aventura que la llevó a una cárcel en China.

En el año 2012 supieron a medias otra mala noticia. Sara padecía una enfermedad terminal, pero no quiso decir de qué se trataba. A lo sumo les contó que había estado hospitalizada varios días, que los medicamentos la ponían peor y que en cualquier momento si dejaba de llamar era porque había muerto. Diana, la preferida de sus nueve hermanos, de inmediato inició una campaña para pedir por la repatriación de la colombiana. La Defensoría del Pueblo de Pereira fue su mejor opción. Allá la comenzó a atender la funcionaria Yolima Campo, quien en cada noticia sobre Sara también de sentaba a llorar con los familiares. Por teléfono se enteró que su papá había muerto de diabetes, que su mamá había caído en un grado de depresión que no quería ni salir de la casa y que no había dejado vender ni un cepillo de la peluquería con la esperanza de verla regresar.

Mientras tanto ellos se enteraron que Sara -así estuviera enferma, tomando medicamentos de alto impacto y no pudiera ni respirar del dolor-, todos los días se tenía que levantar a trabajar en la cárcel de Dongguan. Que en una época le había tocado armar lapiceros, en otra empacar juguetes y ahora había llegado una temporada dura, tener que doblar hierro. Fue el propio defensor del pueblo de Pereira quien los llamó la semana pasada para darles una notica: La cancillería de Colombia había logrado que el gobierno chino iniciara las labores de repatriación de Sara Galeano por razones humanitarias.

Sara quien fuera reina de su comunidad, quien se fue a los 31 años y ahora tiene 37, regresará a Colombia a pagar una condena de 18 años sin rebajas y a pasar el tiempo que la enfermedad terminal y el destino le tengan previsto. Por ahora su mamá le ha organizado el cuarto con la muñecas que tenía, le tiene listo sus tijeras, cepillos y secadores porque piensa que el gobierno la dejará libre. Afortunada o desafortunada, Sara es la segunda persona entre 110 colombianos presos en China, que la Cancillería ha podido sacar de aquel infierno que algún día le pareció que era el cielo. Que era su salvación y no su condena.

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