La pequeña diferencia entre el fútbol y la paz

La pequeña diferencia entre el fútbol y la paz

“Nuestras víctimas no hacen parte de un sentimiento, de un dolor, pasan desapercibidas como una pequeña brisa”

Por: Bernardo Reyes Archila
diciembre 04, 2016
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La pequeña diferencia entre el fútbol y la paz

Fueron finalmente 71 los muertos del accidente de aviación en el que trágicamente murieron deportistas, dirigentes deportivos y periodistas. Resulta paradójica esta cifra al analizarla con el número de defensores de derechos humanos asesinados en lo que va corrido de 2016 en Colombia: 70, sí setenta. Falta una víctima para que la tragedia de nuestro país se asimile a lo que pasó con el equipo de fútbol. Sólo una víctima y… nada pasa, nuestros corazones no se arrugan ante el evidente desangre que se vive a causa de la violencia política.

Setenta o setenta y uno. Tal vez al momento de hacer esta reflexión, la cifra sea superada por tantos enemigos “ocultos” a la población civil, pero de seguro, bien conocidos e identificados por los organismos de seguridad del Estado. Nadie se compromete con este tipo de operaciones si previamente no hay un movimiento de intereses locales o regionales y por supuesto de una fuerte suma de dinero para llevar a cabo las operaciones, que de seguro están acompañadas de inteligencia, armas, movilización. Todo esto cuesta y es de seguro que quedan huellas, rastros… que tras investigaciones exhaustivas y serias podrían dar con el paradero de estas fuerzas contrarias al proceso de paz. Pero no, todo queda allí en un reporte mediático con el “compromiso” de las autoridades por “investigar a fondo”.

Los primeros recibieron tristes y honrosos homenajes, a lo que se sumó la rápida acción de las diversas autoridades que lograron identificar el error, el causante del horror ante estas dramáticas muertes de Chapecó. Los segundos, nuestros muertos, sólo suman a las estadísticas de las entidades del Estado e inclusive a los organismos internacionales, pero… nada, absolutamente nada. Las autoridades colombianas no hacen nada, no investigan, no hay resultados, como no los hay de los miles y millones de colombianos que han sido asesinados, desaparecidos o expulsados de sus territorios en las últimas tres décadas.

Setenta o setenta y uno… Zidane entristeció, Ronaldo, Messi, todos los vimos compungidos, con sus rostros mostrando la desazón y el dolor. Los jugadores dedicaron sus goles al Chapecoense. Todo acompañado de imágenes, de publicidad… esto vende y mucho. El dolor ajeno bien manejado vende y si no perfectamente pueden mirar los 7’750.000 resultados que arroja el buscador de google por la tragedia Chapecoense de la última semana. Nuestras setenta víctimas no alcanzan los 6.510 resultados… no vende, en el mercado global nuestras víctimas no venden.

Esta situación obedece sin duda a múltiples causas. Resulta lógico frente a un fenómeno tan complejo como es la guerra en Colombia, pero hay una que se puso en evidencia frente a la tragedia Chapecoense. Nuestras víctimas no hacen parte de un sentimiento, de un dolor, no corren esas muertes por nuestra sangre, pasan desapercibidas como una pequeña brisa… nada, nada de nada. Pero, no nos digamos mentiras, los medios de comunicación y aquellos que manejan la información sobre lo que realmente pasa en nuestro país son los causantes, ellos son los causantes de tanta desidia y si no pensemos las no pocas masacres cometidas contra poblaciones indefensas. No hubo manifestación alguna, profunda, contundente de los medios de comunicación, pese a que algunas de estas masacres, no pocas, resulta claro que hubo más de 71 víctimas (niños, niñas, adolescentes, mujeres, viejos, jóvenes) abandonadas por el Estado o dejadas al estado paramilitar que dominó y aún domina algunas regiones, no pocas.

Pero ¿qué podemos hacer?, difícil tener una respuesta clara y efectiva cuando existen fuerzas muy potentes que manipulan el pensamiento y las creencias de nuestro querido pueblo, pero con el agravante de que estas fuerzas siguen activas cometiendo asesinatos, homicidios y torturas contra cientos de defensores de derechos humanos o de cualquiera que se oponga a sus designios o intereses. En medio de tanta ignorancia y desconocimiento de nuestra situación, las mentiras son caldo de cultivo para convencer a millones de colombianos que lo mejor es la guerra, que existe sólo un enemigo y que no debemos tener la grandeza del espíritu para aceptar a un contradictor, sino que el único camino es su sometimiento o desaparición.

Definitivamente, cuando lloremos a cada una de nuestras víctimas así como lloramos al Chapecoense, es que nuestro horizonte cambiará de algún modo, pero ello requiere de la acción eficiente del Estado, es decir de una decisión política por acabar con aquellas fuerzas “ocultas” presentes en nuestros territorios. Por ahora la miel de la paz se encuentra mezclada con el vinagre de la guerra y separarlos no será tarea nada fácil, más cuando muchos de estos últimos se encuentran en el mismo Gobierno. Esa es la pequeña diferencia entre el fútbol y la paz, el primero los une un sentimiento, el segundo una enfermedad que incomoda.

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