"La peor traición que puede cometer un amigo es morirse antes que uno"; así dice el filólogo Carlos Liñan refiriéndose a la amistad entre Rafael Escalona y Jaime Molina.
Jaime era un retratista hábil y Escalona un Juglar consagrado; más que el talento los había unido esa amistad que solo puede forjarse en el tiempo y el compartir.
Hay amistades temporales, hay otras por conveniencia e hipocresía; sin embargo, la única que puede llamarse “amistad” en sentido lato es esa a la que se refería Aristóteles: cuando una sola alma habita en dos cuerpos. Por eso, cuando un amigo parte la vida se queda incompleta.
La amistad no existe per se, hay que construirla ladrillo a ladrillo cómo el edificio más alto; hay quienes dicen llamarse amigos, pero al final son una ficción; hay padres e hijos que más que un vínculo parental cimientan amistad, algunos aventurados dicen que se puede incluso hacer amigos “virtuales”, pero en su real dimensión el prodigio es mucho más que eso.
Bienaventurados aquellos que encuentran amigos de verdad, los que conocen el milagro de armonizar relaciones parentales y de amistad; por eso le asiste la razón a Escalona cuando decía en su sufrimiento, que hubiera preferido que Jaime Molina le hiciera el retrato y no tener que sacarle el son. Antes que socios, coequiperos, padres, hijos; volvámoos amigos, así las cosas funcionarán mejor.