El 1 de octubre del 2019 se dio uno de las fugas más cinematográficas que se han dado en este país. Usando de excusa una visita al odontólogo la exsenadora Aida Merlano se fugó de los 17 años de prisión que pagaba en el Buen Pastor por el delito de compra de votos en un entramado en donde habrían participado las casas políticas más representativas del Atlántico, los Char y los Gerlein. Una de la fichas que usó Merlano para fugarse fue su hija, Aida Victoria.
En la historia la hoy convertida en influencer luce como víctima. Ella era una sencilla estudiante de derecho de la universidad del Norte que había decidido emprender esa carrera buscando en algún momento liberar a su mamá. Pero todo se truncó en la fecha señalada. Aida Victoria, con 18 años apenas, fue inducida a ayudar a la fuga de su madre. En ningún momento Aida Merlano ha dicho desde el refugio que le ha dado en Caracas Nicolás Maduro que busca liberar a su hija de los problemas legales que la podrían condenar a 17 años de cárcel.
Pero no, ella ha demostrado estar más preocupada por ventilar algunos aspectos personales que buscan enlodar a los Char y a los Gerlein. Todo para ella es un negocio. Acostumbrada a hacer política desde que era una niña, Merlano es pragmática y no le da espacio al sentimentalismo. Desde todo punto de vista es excesiva la pena a la que se expone una joven a la que la vida la trató muy mal y que ha hecho hasta lo imposible por seguir flotando en ese río. Por eso, cuando la vida le tiró limones, ella se hizo una limonada transformándose en una de las influencers más exitosa de Colombia.
En el país de las masacres que una pelada como Aida Victoria pague más cárcel que Salvatore Mancuso es un despropósito. Acá lo ilógico y lo injusto ya se hace paisaje.
