Los resultados obtenidos en las pruebas Pisa por la educación son la certificación internacional de la pobreza y atraso de nuestro sistema educativo, tanto público como privado, al igual que la constatación del fracaso de un modelo que ha perpetuado la brecha entre una educación pública pobre para pobres y una educación privada para quienes puedan pagarla. Un verdadero apartheid social, digno de una causa como la que dirigió el gran Mandela.
Lo trágico de este resultado es que no pasará nada. Tras el escándalo y la pena transitoria todo volverá a su curso normal. Cuando esta columna salga, el fracaso de Pisa será noticia olvidada, un periódico de ayer. Las pruebas Pisa 2009 y 20012, así como los resultados de las pruebas del Icfes del presente año, confirman lo mal que estamos. “Si se compara el desempeño del país en las pruebas Pisa, nuestros estudiantes tienen un rezago que equivale a más de cinco años de escolaridad frente a los de Shanghái (China), los mejores del mundo; de cuatro años respecto de los japoneses; de dos años y medio con los españoles y de más de un año frente a los chilenos”. http://goo.gl/vZBLBW
Mientras la educación pública siga siendo asumida como un servicio público que se presta de cualquier manera a los más pobres, como una dádiva, una simple obligación del Estado, no habrá futuro. Otros países han asumido la educación como su gran proyecto de desarrollo, como la prioridad de las políticas públicas, la principal fuente de inversión, un asunto de interés nacional, una acción permanente y sostenida. Los resultados están a la vista; Singapur, Corea del Sur, Vietnam, Japón, Finlandia marchan a la vanguardia. http://goo.gl/95HA80
El estado colombiano puede declararse satisfecho con la educación que ofrece por la sencilla razón de que las demandas educativas de los más pobres son también pobres. Resignados aceptan un cupo y la poca instrucción que reciben. Como es gratis les da pena reclamar. La calidad no forma parte de sus preocupaciones.
Las clases medias hace rato dejaron de ir al colegio o a la escuela pública. De manera privada resuelven un problema público. Con grandes esfuerzo pagan educación de estrato cinco y seis aunque vivan y devenguen como de estrato tres o cuatro.
La gratuidad, una medida digna de aplauso del gobierno de Juan Manuel Santos, no garantiza por sí sola el acceso a una educación de calidad. El país en materia educativa requiere algo más que un cupo en un colegio público y gratuito. La educación debe ser asumida como un derecho fundamental y ello significa que se garantice la disponibilidad de una oferta educativa suficiente para atender la demanda, el acceso y la permanencia de los niños y jóvenes en la educación, la pertinencia de la misma, que equivale a una educación que atienda las necesidades sociales e individuales y lo más importante y esencial de todo: una educación de calidad para todos que contribuya al desarrollo del país y a desterrar la inequidad y la pobreza. http://goo.gl/BQwCc7
La educación no ha logrado convertirse en una prioridad de las políticas de Estado. El presidente Santos en su programa para la Prosperidad Democrática no la incluyó como una de las cuatro locomotoras. Dijo que simplemente era un riel. Mientras otros países han convertido la educación en el centro de su estrategia de desarrollo. Los países asiáticos le han mostrado al mundo cuál es el camino, Finlandia se dedicó treinta años a convertir la educación en un asunto prioritario. Hoy recogen los frutos.
Una de las mayores equivocaciones a la hora de buscar soluciones a nuestra pobreza educativa es convertir a los maestros en el chivo expiatorio y en el responsable de la tragedia educativa que padecemos. Por supuesto, los maestros tienen su cuota de responsabilidad, pero no son el principal problema.
Uno de los grandes acuerdos que debería incluirse en las negociaciones de La Habana es el que suscriban los maestros con el Ministerio de Educación y las Facultades de Educación para realizar una evaluación de las prácticas, los métodos y los contenidos que se enseña hoy en la escuela. Una evaluación que nos sirva a todos, a los educadores, al Estado, a la sociedad para corregir el rumbo, para realizar una profunda transformación de la enseñanza en la educación.
La campaña electoral en curso es una gran oportunidad para que los partidos políticos y sus candidatos nos digan a los colombianos qué van a proponer frente a la evidente crisis de nuestro sistema educativo, que con urgencia espera la atención de asuntos como: ampliar la jornada escolar, que todos estudien las mismas horas; renovación de los contenidos y los métodos de enseñanza; mejoramiento de las condiciones profesionales y salariales de los maestros para que puedan dedicarse de tiempo completo a la labor educativa y se les pueda exigir y evaluar; atención de los factores de pobreza asociados a la educación como la alimentación escolar, la dotación de útiles escolares y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías en la educación; aumento significativo de la inversión pública en educación. Ampliación de la educación pública tecnológica y universitaria. Solo así podremos tener más y mejor educación para todos y derrotar la pobreza y el atraso. Sembrar la paz.