Hace trece años, en 2009, las calles del barrio Getsemaní de Cartagena se llenaron con carteles de una esbelta mujer, Mayra Alejandra Roa Rojas. Era la señorita Huila que aterrizaba en Cartagena a competir por la corona de Señorita Colombia que se llevó la Señorita Bolívar, Natalia Navarro.
Ramón Hernando Roa, uno de los tres hermanos que fundaron Molinos Roa, en el departamento del Huila, con un buen respaldo económico se había propuesto que su hija no pasara desapercibida en Cartagena. Lleno de publicidad y afiches callejeros la imagen de Mayra para que nadie la olvidara y por eso terminó apodada como “La sultana del arroz”. Esa fue la huella que dejó su paso por la heroica y el reinado: una ampulosa publicidad; de resto pasó sin pena ni gloria.
Trece años después Mayra, junto a su hermana María Lorena, son unas de las protagonistas de la dura pelea jurídica entre las cinco hijas del mismo padre, pero de cuatro mujeres distintas. Está en juego una buena pare del emporio arrocero manejado ahora por Aníbal Roa.
Nacieron del segundo matrimonio de Ramón Hernando Roa con Carmen Lucía Rojas en 1985 en Neiva. Después de 25 años el matrimonio se dañó en el 2010 y terminaron separados. Este no sobrevivió a la aparición de tres hijas de relaciones anteriores, con tres mujeres distintas de las que nacieron Luz Astrid Roa Pulido, Lina María Roa Rodríguez y Martha Rocío Roa Torres.
Arroz Roa y una publicidad que quedó grabada
Gracias a un comercial ampliamente difundido en los años 80 y que decía Roa el señor arroz, de las señoras, esta arrocera del Huila se pudo consolidar como una marca difícil de olvidar.
La imagen impactaba: un árabe, bautizado Mustafá, salía con un Kufluyá, un pañuelo de cuadros negros en la cabeza que gesticulaba con su boca mostraba su gusto por los platos acompañados con el arroz. Este es el emblemático comercial:
Cosechaban con creces el esfuerzo iniciado por los tres hermanos Roa tras más de una década de haber iniciado comenzado con la primera planta de producción en Neiva. Empezaron con un molino que le compraron a Efraín López que lo había montado en 1934 con el nombre de Campo Alegre con maquinaria importada desde Alemania en 1950 con la que lograron tecnificar el trabajo y sacar un mejor grano y con mayor eficiencia imponiendo un record de eficiencia en la época logrando 20 bultos de arroz por hora.
El mismo año del despegue publicitario aterrizó Arroz Roa en Bogotá y de allí la expansión por las diferentes ciudades del país dando pasos firmes para entrar a las grandes ligas de los productores de arroz de Colombia.
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Cincuenta y cinco después esta empresa es una potencia que procesa 700 mil toneladas de arroz paddy verde, y participa con el 27% de todo el mercado nacional. Genera 1.800 empleos y en cuatro departamentos tienen planta de procesamiento: Tolima, Huila, Meta y Casanare. La marca atiende a cinco mil clientes directos con alrededor de 400 mil tiendas en todo el país con 24 mil camiones que transportan el arroz por las carreteras colombianas. Al frente del emporio está don Aníbal Rojas, uno de los tres fundadores, poniéndole el pecho a la brisa en las buenas y en las malas. Y uno de los momentos difíciles fue la muerte en el 2011 de su hermano Ramón Hernando.
La muerte de Ramón Hernando Roa y la guerra familiar
El 20 de diciembre del 2011, un día antes de que Ramón Hernando Roa Villamil falleciera, se daba un extraño movimiento en un juzgado civil de Cali. Mayra, la misma reina que había llegado del brazo de su papá a Cartagena, estaba junto con su hermana María Lorena y su mamá, moviéndose para quedarse con una buena tajada de la fortuna familiar. Liquidaron el portafolio controlado por el agonizante padre y los distribuyeron entre dos empresas: Inversiones Fuel e inversiones Speed autorizadas para manejar recursos de hasta por $ 30 mil millones.
Así las cosas, cuando llegó el momento de repartir la herencia, el patrimonio de Ramón Hernando Roa había quedado reducido a $ 5.642 millones para dividirse entre las cinco herederas: a cada una le correspondería una suma limitada de $ 1.128 millones que no necesariamente sería entregada en efectivo, sino que estaba en CDT, bienes, cuentas por cobrar, lotes y hasta derechos en un club de Neiva. Las otras tres hijas por fuera del matrimonio Roa Rojas no tragaron entero.
Ordenaron una investigación que descubrió que la Sociedad Inversiones Fuel tenía activos por $ 28.863 millones. Según el trabajo publicado por la Agencia de Periodismo Investigativo “esta se liquidó dos años después con tan sólo $1.887 millones. Esto mismo sucedió con la Sociedad Inversiones Fuel, que tenía activos por $3.027 millones, pero también fue liquidada con activos de $10 millones”.
Empezó una disputa. Las tres hijas que Ramón Hernando Roa tuvo por fuera del matrimonio se unieron y pidieron una conciliación hace diez años, pero las Roa Rojas no quisieron presentarse. La demanda se interpuso contra ellas señalándolas de haber actuado de mala fe al ocultar los bienes destinados a ser repartidos de manera equitativa entre las cinco herederas de uno de los fundadores de la arrocera huilense.
Hace dos años, a finales del 2021 fueron convocadas las partes nuevamente a los estrados judiciales pero el litigio siguió sin resolverse. Un patrimonio que podría alcanzar los $ 30 mil millones continúa congelado mientras Aníbal Roa continúa sin paisa en su programa de expansión y de transformación de la empresa en una gran procesadora de alimentos. Lo único que está claro es que Roa ya no es sólo el arroz de las señoras.
