María Carolina Pizano, hija de Jorge Pizano, hablaba constantemente con su papá antes de ese 8 de noviembre de 2018 y como sicóloga clínica sabía que estaba deprimido, se veía triste y derrotado. Se había quedado sin su trabajo como auditor en la Concesionaria Ruta del Sol, cargo que venía desempeñando desde 2010.
Destapar las ollas podridas de la Concesión vial más grande firmada en la historia del país, 1.200 millones de dólares, le costó el desprecio de su círculo de amigos y trabajo más cercano. Le mostró las pruebas que tenía al abogado de Corficolombiana, Néstor Humberto Martínez, él desestimó las evidencias en ese momento y dos años después se convirtió en Fiscal General de la Nación.
En 2016, Jorge Enrique Pizano vivía en un penthouse cerca al Gimnasio Moderno y con su esposa tuvo que mudarse a un apartamento más pequeño y antiguo en el barrio Chapinero, mientras sus dos hijos María Carolina y Alejandro, residían en España.
El apartamento, no era de él. Lo compró hipotecado y las deudas lo atormentaban. Lo despidieron de su trabajo sin pagarle los dos últimos meses de sueldo ni la liquidación. Este es un pleito que aún su familia mantiene contra Corficolombiana.
Jorge Enrique Pizano empezó a pagar por su defensa un abogado, quien le recalcaba que en cualquier momento podría ir preso por la gravedad de las denuncias. Desesperado, Pizano decidió irse a la finca familiar en Subachoque donde lo visitaba su esposa semanalmente.
Pizano en su estudio en su finca en Subachoque
Este ingeniero de la Universidad Javeriana, de 57 años, estaba enfermo. Tenía cáncer, sufría del corazón y tomaba antidepresivos para dormir. Era una situación desesperada. María Carolina lo ayudaba a no bajar los brazos. Incluso, ella misma actualizaba su hoja de vida para ver si un hombre con los cargos que había tenido encima, ejecutivo de Aguas de Barcelona, de Canal Isabel Segunda, la que puso el alcantarillado en Barranquilla y de donde salió cansado de tanta corrupción, pudiera conseguir un empleo de segunda. Jorge Enrique Pizano necesitaba trabajar, pero también necesitaba contar su verdad.
La tragedia de los Pizano
María Carolina y su hermano estaban en España cuando se enteraron de la muerte de su papá. Les dijeron que había sido un infarto. Ella viajó a Colombia con Alejandro y su esposa, Eugenia Gómez, quien en ese momento tenía 19 semanas de embarazo.
Después de llegar a la finca de Subachoque el domingo 11 de noviembre, María Carolina vio una botella de agua en el escritorio de su papá y preguntó: ¿Qué hace esta botella acá? Alejandro, curioso, la agarró, bebió y exclamó: “¿Qué es esta porquería?” Entró en crisis, lo subieron al carro y murió por envenenamiento.
El dictamen de Medicina Legal afirmó que la muerte de Jorge Enrique Pizano y la de su hijo Alejandro fueron suicidios y envenenamiento accidental. La Fiscalía General de la Nación que en ese momento ya estaba en cabeza de Néstor Humberto Martínez, respaldó ambos conceptos oficiales.
Esta semana y cinco años después de esos trágicos hechos, la justicia de Estados Unidos impuso una multa a Corficolombiana por participar en coimas pagadas por la constructora brasilera Odebrecht y el país conoció que las denuncias que hizo el auditor Jorge Enrique Pizano sobre corrupción en la Ruta del sol, serían ciertas.
Su hija María Carolina ahora está buscando que le paguen lo que la empresa le debe, quiere que se conozca la verdad y el contenido de las USB de su padre que son la punta del iceberg en este caso que involucraría a altísimos funcionarios del Gobierno entre 2010 y 2018, según la información de la justicia de Estados Unidos.
María Carolina ve cómo los fantasmas vuelven a aparecer. La multa que recibió el Grupo AVAL por 80 millones de dólares por las coimas que su papá denunció, la alegran, pero también la angustian pues al ver el rostro de su padre otra vez en todas las redes, experimenta y revive los peores días.
La sicóloga clínica califica a Néstor Humberto Martínez, amigo de la familia Pizano, y al actual Fiscal, Francisco Barbosa, como negligentes e incompetentes porque las pruebas que soportaban las denuncias estaban en el set de USB.
María Carolina sostiene que poco antes de que encontraron a su papá muerto en la finca de Subachoque, se reunió con un agente del FBI y le pasó todo lo que sabía a la justicia norteamericana.
Jorge Enrique Pizano tenía diagramas perfectamente elaborados con los respectivos respaldos en donde probaba cómo se manejaban las coimas para obtener contratos. En Colombia, nadie le creyó, incluso, casi camuflan la noticia y eso le volvió a romper el corazón a María Carolina.
Lo único que le reprocha a su papá es haberse dejado llevar por los cantos de sirena y trabajar para una megacompañía como Corficolombiana porque se debió quedar con trabajos menores, haciendo vías que era su vida y no sumido en uno de los capítulos de corrupción más escabrosos del país. Él no tenía la piel dura para soportarlo y no lo soportó. Sin duda, las USB de Jorge Enrique Pizano son la punta del iceberg.