El fútbol tiene algo de épico, algo de batalla entre clanes para saber cuál es el mejor. Y es que la pecosa ha generado cultura e historia. Y esto se remonta a la antigüedad, cuando los pueblos, las razas, las tribus se median por disputa de los mejores territorios, aunque también con la necesidad básica del ser humano de competir y sentirse mejor que el otro.
Después que la modernidad de alguna manera justa o injusta definió lo que son los actuales territorios, ya con algunas excepciones que nunca han faltado en su historia, la humanidad y el hombre esencial que llevamos dentro continuó con la necesidad de medirse con los otros, de saberse mejor que los vecinos, y en esto el fútbol es la mejor herramienta en ese profundo sentimiento de necesidad de disputa.
Nacido a mediados del siglo XIX, en la Universidad de Cambridge, más o menos como lo conocemos hoy en día, no tardo en extender su practica por todo el mundo y en convertirse en la mejor expresión de ese sentimiento innato en el ser humano de competir con el otro, de sentirse rival, de ser mejor, aunque con razones que no siempre resisten el análisis cuantitativo.
Hincha de la tapita
Por eso el hincha del deportivo tapita que nunca ha ganado nada, no duda ni un momento en enrostrar al hincha rival de patio, del equipo ganador de todo, aquella ocasión en 1973 en que el deportivo tapita goleó y humilló al supercampeón rival de casa.
Esos somos los hinchas, los seres menos racionales del mundo cuando de nuestro equipo se trata, no nos tiembla la voz para cantarle al argentino dos veces campeones del mundo, con algunos de los mejores jugadores de la historia, aquel hermoso domingo 5 de septiembre de 1993 en que la selección Colombia, que la verdad nunca ha ganado nada, el 5 a 0 con que los atendimos nada menos que en el Monumental de River que los vio coronarse campeones del mundo en 1978.
Aunque después en el mundial nos fue como a los perros en misa, porque nos bailo hasta EE. UU., siempre en una conversación futbolera entre argentinos y colombianos saldrá el recuerdo del cinco a cero. Eso somo los hinchas, puro corazón, y emociones y un cerebro con recuerdos selectivos.
Por eso cuando el domingo nuestro equipo pierde con el rival de patio, al otro día el hincha quiere saber de todo menos de de fútbol. Ese día se habla del clima, del gobierno, del dólar, de como están de caros los huevos, pero de fútbol nada.
Si van a hablar de fútbol en el noticiero cambia de canal, si los amigos, con la sutileza que los caracteriza le hacen el bullying futbolero, se les hace mala cara y se cambia de tema, la única excepción es cuando consideramos que el árbitro nos metió la mano. Hay sí. Vemos las repeticiones posibles y salimos a la discusión con la sapiencia de todo hincha acerca de los reglamentos de fútbol. “Como se le ocurre que eso va a ser falta?
En ningún lado le pitan eso, era un fuera de lugar mas grande que el Maracaná, ese arbitro solo le falto cabecear en los centros, de nada sirve el VAR si lo manejan los mismos picaros”, etc., etc.
Eso somos la mayoría de hinchas, los desadaptados son unos pocos que igual si no hubiera fútbol se pelearían por cualquier cosa. La gran mayoría de hinchas, sufrimos el bullying cuando perdemos, y gozamos aplicándolo cuando ganamos, nos creemos analistas deportivos, nos cae mal Carlos Antonio Vélez, nos cae bien el doctor Peláez.
Le decimos refisal a Javier Hernández Bonnet, (¡que pecao!), seguimos la Premier, la serie A, La Liga, y la Champions League, tenemos un amigo que si no fuera por una lección de rodilla hubiera sido un crack (alcanzo a jugar en las inferiores de Santa Fe), renegamos de no pagar el win +.
Le tenemos sobrenombre a los otros equipos (ochonarios, chandafé, naciopan, aberica, deportivo casi, burrior), cuando nuestro equipo gana escribimos en nuestro twiter, muro o lo que sea, ¿qué le pasaría a los hinchas de… se quedaron sin datos?.
Le decimos esférica a la pelota, pecho frío al jugador poco esforzado, la puso con la mano al buen pase, hablamos de presión alta sin ningún pudor, manejamos estadísticas mejor que cualquier director del Dane. Todo eso hacemos los apasionados de la pecosa.
Pero ante todo, sufrimos, gozamos, lloramos, renegamos y consideramos con certeza absoluta que nuestro equipo es el mejor del país y uno de los más grandes del mundo!
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