La paz: víctima de la guerra sucia

La paz: víctima de la guerra sucia

Por: Cristian Hurtado S
junio 05, 2014
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La paz: víctima de la guerra sucia

Que la paz es un bien supremo, sancionada por la agonizante constitución de 1991, es cierto. Pero que Santos sea la manifestación de la paz, de ese bien supremo, no lo es en absoluto.

Mucha especulación, incertidumbre y polémica motivada por la victoria de Zuluaga en primera vuelta ha suscitado la paz en Colombia; me permito tres opiniones al respecto:

1. Los hechos demuestran como la paz es un campo en disputa política: No solo lo es hoy, lo ha sido durante años. Formidables luchas y escenarios populares han sido impulsados al respecto; recuerdo el de Cali (2009), Barrancabermeja (2011), y la reciente ruta social común (2013). Todos estos hechos, en épocas en que Santos y Zuluaga como miembros del gabinete Uribe se alineaban en la idea del fin del fin, y la esquizoide búsqueda de la victoria militar destinando recursos y personas a la guerra, nacieron por impulso, iniciativa y disposición del campo social y popular. La bandera de la paz la ha representado el pueblo, incluso en épocas en que agitarla era un riesgo a la vida.

Así, asegurar que Santos representa la Paz, o que la abandera – como aseguró una excandidata de oposición – representa borrar de un plumazo esa agenda de lucha, nuestra vocación de paz históricamente defendida, incluso con la vida y libertad de otros hombres y mujeres. Es un mensaje de derrota, una entrega humilde de la bandera que agitamos muchos años.

Es también un olvido doble: olvido de nuestra lucha, olvido de nuestra apuesta. Santos representa la paz, pero la paz entendida como la reinserción de la insurgencia sin generar una sola modificación del modelo, ese que no se discute no con la insurgencia ni con el pueblo. Ese modelo que tanto Santos y Zuluaga comparten en su fundamento doctrinario, en su perspectiva estratégica, pese a las diferencias cada vez más agudas entre los sectores que representan. Ni la paz de Santos, ni la Paz de Zuluaga implican la justicia social: ni empleo, salud, educación, vivienda, acceso a la tierra, desmilitarización de los territorios y la vida, nada de eso lo sugieren, ni lo implican, los candidatos en pugna. Ante la Paz de Santos y Zuluaga, debe emerger con toda fuera la Paz con Justicia Social, la solución integral de las causas estructurales del conflicto social, político y armado colombiano.

2. ¿Dónde están las voluntades de Paz?

Si Santos o Zuluaga representasen la paz que buscamos, se darían hechos en ese sentido. 48 compañeros y compañeras de Marcha Patriótica asesinados, 300 prisioneros políticos; los recientes y grotescos 4 campesinos asesinados en Nariño y mostrados como bajas en combate. La negativa a establecer un cese bilateral al fuego; la continuidad del servicio militar obligatorio, e incluso, la certeza de que los espionajes ilegales continúan demuestran todo menos un clima de voluntad de paz de parte del Gobierno. Esto es aún más claro con Zuluaga y Uribe, como lo demuestran, para no extendernos, las recientes fiestas de dirigentes del UCD con miembros de grupos neonazis.

Nuestra propuesta de Paz es contraria en lo absoluto a cualquier idea al respecto de Santos o Zuluaga. Implica discutir el modelo, la doctrina militar, el modelo de Estado, el acceso a medios de comunicación e información, las garantías para la organización y movilización social y popular. Conllevan acceso real, de calidad y gratuito a salud, educación, vivienda; trabajo digno, bien pago y dignificante. Implica, no sobrevivir, implica un buen vivir.

No encuentro identidad programática entre los candidatos y la idea de paz con justicia social. Tampoco veo hechos en ese sentido, al contrario, veo la agudización de la represión, las causas de la miseria y la exclusión política. Así, no veo la bandera de la paz verdadera en las manos ensangrentadas de ninguno de los candidatos.

3. ¿Hacia dónde caminar para encontrar la paz con justicia social?

Hay excesiva simplificación del problema electoral: no se trata de paz (Santos) y guerra (Zuluaga). Debajo de este ropaje mistificador se esconden 2 elementos centrales:

• El avance que ha logrado la derecha colombiana en deslegitimar el proceso de diálogo y la solución política. En parte, producto de las dificultades de la izquierda para rodear verdaderamente el proceso.

• La creciente crisis del régimen de dominación de clase en el país. La cuál despunta dos alternativas desde los sectores dominantes: la modernización del capitalismo para reactivar la acumulación de capital (Santos) para lo cual la desmovilización insurgente permite nuevos nichos de acumulación; ante la profundización de la acumulación por despojo como base del modelo extractivita en Colombia, de allí la oposición a la redistribución de la tierra y cualquier afectación a la gran propiedad, elementos presentes en la mesa de la Habana (Zuluaga). Ante dicha crisis, se vislumbran realmente dos alternativas desde las clases dominantes: acumulación mediante la paz y la guerra (Santos), ante acumulación mediante la guerra (Zuluaga). Desde esta perspectiva, la ecuación Santos = Paz se diluye.

La alternativa, en este orden de ideas, no es apoyar la “falsa alternativa”. Es construirla. Si el modelo entra en crisis, antes que buscar administrarla, o darle continuidad al modelo económico y político; debemos forjar la alternativa. Lo hemos dicho, aunque no lo creemos a veces, que la alternativa es la paz con justicia social, y nuestro apoyo al diálogo entre la insurgencia implica que esos procesos de diálogo impliquen participación social y popular, y avancen hacia la justicia social en Colombia.

La alternativa es la unidad, la fuerza acumulada y organizada. El encuentro de todos los sectores, no alrededor de un candidato, sino de un sueño construido colectivamente; alrededor de una agenda de mediano y largo plazo que permita solucionar políticamente el conflicto, y avanzar en que seamos poder, seamos gobierno: un proceso constituyente, de unidad, organización, movilización – de esto ya ni se habla – y construcción de nuestra alternativa de poder, política, derechos, sociedad y Estado que queremos construir.

De nuevo, el tema se pone en perspectiva. O resolvemos luchar el 15 por la paz, o resolvemos dar la vida por un nuevo país, un país en Paz con Justicia Social. La alternativa, la elección por la que opto, es por la unidad, la lucha y organización por la paz con justicia social. Opto por la tercera alternativa, pues el pueblo es el real garante de ese bien supremo que es una paz, estable, duradera, para el buen vivir.

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