La Paz automática y por decreto es inconcretable, como "gastar pólvora en gallinazos": sólo es un saludo a la bandera para que los involucrados posen para una foto que alegra egos, pero sin trasfondo público ni proyección a largo plazo.
Sin grandes transformaciones socio económicas y políticas, el nuevo impulso pacifista, volverá a pasarse por la faja lo que algunos suponen es un articulito constitucional.
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El mismo, en el fondo, es el marco de la arquitectura constitucional, el pilar del país que necesitamos, pero no unos cuantos utopistas, sino, al menos, las fuerzas vivas de Colombia, por lo que implica por vez primera grandeza de pensamiento y de acción, volver a tirarnos a las calles, porque el nuevo gobierno ha comenzado a dar las primeras puntadas hacia la confección de esa Paz Grande, que ni más ni menos, equivale a concretar un enorme acuerdo nacional, en donde todos en medio de la diversidad y las diferencias tenemos que poner.
Pero se sabe y en ocasiones anteriores se ha probado, que los guerreristas y opositores tradicionales, volverán a poner palos a la rueda, lo cual demanda, mas allá del esfuerzo gubernamental, que se defienda la gestión oficial desde los distintos espacios sociales, incluso, con la movilización popular, lo cual debe hacer parte de la actualización del movimiento social para conectarse con la institucionalidad y el mandato electoral hacia el presidente y su fórmula.
No sólo se trata de silenciar armas y deponer acciones proyectadas desde una visión unilateral y mezquina; sino de hacer conexión con un anhelo que subyace a una expectativa que debe convertirse en propósito y consigna visible.
Estamos algo distante de que sea así, pero la idea camina si se siembra en el terreno que apenas comienza a abonarse, después de haber efectuado cosechas que no dejaron satisfechos a los sembradores.
Hay terrenos por regar, por ejemplo el de la educación, en donde los cambios de actitud docente y sus dirigencias se ponen al orden del día, para retomar liderazgos y compromisos rezagados frente a las expectativas sociales.
La prospección de la seguridad humana, involucrando a distintos estamentos sociales, es un buen síntoma hacia el cual hay que converger para llenar de contenidos espacios antes reservados a visiones y prácticas represivas y causantes de antipatías ciudadanía, por lo tanto, generadoras de confrontaciones, fortalecimientos delincuenciales y atajos múltiples
Un gobierno más cercano a la ciudadanía, con sus estructuras disponibles para ser enriquecidas con la inmersión ciudadana, suena bien, no sólo por la novedad que rompe toda una tradición vertical, autoritaria, sino porque también tiende a crear los puentes que antes fueron poco usados.
Sin embargo, todo ello y lo que se proyecta, es defendible y concretable desde una práctica que debe aprenderse.
Las buenas intenciones cobran vida sólo si son centro de prácticas que hagan hábitos.
Todo ello depende más de la manera como la gente lo asuma, porque de no ser así, se mantendrá la desconexión entre gobernantes bien intencionados y gobernados pasivos, expectantes y consumidores de asistencialismos.