UNO DE LOS TANTOS MENSAJES, ESCRITOS EN LOS MUROS POR LOS JÓVENES del famoso mayo del 68 francés rezaba así: "seamos realistas, pidamos lo imposible". Otro decía: "desabrocha el cerebro así como con frecuencia desabrochas tu bragueta", este ultimo, pidiendo mente abierta en todos nuestros actos cotidianos.
La PAZ TOTAL no es un imposible, es un derecho, una aspiración muy atractiva e improbable que alguien la rechace; es la finalidad de un propósito tan loable que trasciende lo tradicionalmente vivido: una infernal guerra de 60 años que no hemos podido superar, una guerra con masacres, asesinatos de excombatientes, muertes de líderes sociales, soldados hijos del pueblo, guerrilleros igualmente hijos del pueblo. Todo ha sido pueblo contra pueblo matándose y los que agencian la matazón impávidos, frescos, viendo los toros desde la barrera, felices y dichosos. La propuesta de Paz Total es tan lógica, coherente y entendible que se convierte en algo de perogrullo.
La expresión en principio puede ser interpretada como demagógica por aquellos que pretenden perpetuar la guerra, para medrar en ella, puede sonar a entelequia e utopía y que la paz solo se logra con el silencio que nos proporciona los sepulcros. No es así, precisamente de esa perseverancia, de esa vehemencia en su búsqueda, están hechos los grandes logros históricos. La Paz Total, es posible, como lo expresa con optimismo, seriedad y sapiencia el canciller Álvaro Leyva Durán.
En el sentido literal de la palabra y llevada a terreno, es difícil encontrarla de manera absoluta, casi que es imposible, pero se puede obtener avances significativos como los logrados por Juan Manuel Santos en años anteriores al 2018, antes que el desastroso desgobierno saliente, asumiera como política gubernamental hacerla trizas, siendo esto su principal bandera.
El manido cuentico dirigido a evitar su búsqueda y que claramente nos demuestra no quererla, cuando reiteradamente se escucha decir: "Todos queremos la paz pero sin impunidad", maniqueísmo, que de ahí se deriva la manera de soslayar el real compromiso de buscarla, porque para eso estaría la JEP. Y rematan con el sofisma que primó en el anterior desgobierno: "paz con legalidad", frase vacía, que no es nada diferente a querer socavarla por debajo, de manera hipócrita incluso con la acostumbrada venalidad esfumando los recursos para la paz, de la Ocad. Pero como decía mi abuela y alter ego Petrona Oliveros de Peña: "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista". ¡Y Petrona viene de Petro!
Pero necesariamente para que se entienda mas claramente esa búsqueda, propósito central del gobierno Petro, rápida y superficialmente hay que hacer un poquito de historia. No hablemos de las guerras vividas en los siglos pasados, hablemos de historia reciente. Ni siquiera de lo logrado por Gustavo Rojas Pinilla, con la guerrillas liberales del Llano y máxime cuando hoy vivimos ese deja vu.
El camino fue trazado por el gran humanista presidente Belisario Betancur Cuartas (1982-1986), que dio apertura a los diálogos de paz con las Farc y cuyo asesor fue Álvaro Leyva Duran, abrieron trocha, fue el punto de inflexión, el punto de partida. Virgilio Barco (1986-1990) siguió con la senda y logro reincorporar a la vida civil al M-19, César Gaviria con los diálogos de Casa Verde, Ernesto Samper siguió con el propósito, incluso Andrés Pastrana con los fallidos diálogos del Caguán hizo su aporte. Juan Manuel Santos capitalizo todo el anterior recorrido y aprendiendo de los errores del pasado y de un acumulado de muchos años logro el exitoso proceso con las Farc y dejo incipientes arreglos con el ELN, que el desgobierno Duque-Uribe dilapidó.
Después de 4 años perdidos el gobierno Petro recupera la senda y tiene el firme propósito de avanzar en la implementación de los acuerdos de paz, que es una prioridad. Se escucha también que el gobierno de Gustavo Petro retomará los diálogos con el ELN y paralelamente se diseñarán procesos de sometimiento a la justicia de las "bandas criminales", eufemismo que se utiliza para no retrotraer la nefasta palabra paramilitarismo. Creo que marchamos en la dirección correcta para lograr, si no una paz absoluta, sí un mejoramiento en la vida de todos los colombianos.