La paz neoliberal y el sujeto político

La paz neoliberal y el sujeto político

"El papel del Estado es cada vez menos importante frente a la regulación de la economía"

Por: Julián Romero
enero 23, 2016
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La paz neoliberal y el sujeto político

Es notorio que el gobierno Santos avanza rápidamente en la negociaciones de paz con la guerrilla de las Farc, acto que es aplaudido por algunos sectores de la sociedad. No obstante, el Gobierno ha formulado e implementado una serie de políticas de corte neoliberal. Estas son:  aprobación de las Zonas de Interés de Desarrollo Rural Económico y Social (Zidres), que beneficia a los grandes empresarios con la atribución de baldíos para su explotación; la venta de Isagén a capital privado, empresa pública de gran rentabilidad y con la cual se privatizó parte de la energía del territorio; el aumento del IVA y la imposición del salario mínimo. Con esta forma de gobernar pareciera que el presidente tiene claro aquello de la zanahoria y el garrote: al tiempo que endulza con la tan anhelada paz, golpea la soberanía y autonomía de Colombia.

Sin embargo, no es de extrañar que el gobierno Santos realice este tipo de maniobras. Desde un principio dejó en claro que el modelo económico no estaba sujeto a negociaciones. El actual Gobierno sigue el legado de Turbay del libre mercado y la apertura económica, sólo que le aumenta el extractivismo minero, la privatización y el papel del Estado es cada vez menos importante frente a la regulación de la economía. Esto es lo que algunos académicos han acuñado con el termino de “paz neoliberal”. Si esta es la paz que plantea el gobierno ¿Cuál es el tipo de ciudadanía que planeta dicha paz?, ¿Qué tipo de sujeto político se espera obtener o generar?, esto teniendo en cuenta que uno de los puntos álgidos es la participación de ciudadanos en el contienda electoral y sobre todo las garantías para dicha participación.

Para dar respuesta a estas preguntas, es necesario recordar que en el neoliberalismo o liberalismo avanzado, no se abandona la idea de gobernar, sino que el tipo de estrategias varía, se habla de estrategias para el gobierno de otros, pero fundamentalmente de técnicas para el gobierno de sí mismo. “Las estrategias liberales de gobierno se hacen, por tanto, dependientes de toda una serie de dispositivos (escuela, familia domesticada, manicomio, reformatorios) que prometen crear individuos que no necesitan ser gobernados por otros, sino que se gobernarán y se controlarán por sí mismos”. (Rose, N, 1997: 26). El tipo sujeto moral y político que busca producir el actual gobierno está en concordancia con los interés del mercado, es por esto que algunos autores hablan de ciudadanías de mercado, en donde no hay derechos sino servicios. El Estado ya no se legitima por la participación de los ciudadanos sino por proveerle servicios y bienestar a una población.

“Una característica central del poder contemporáneo es la gubernamentalización del Estado. Este nuevo poder no cimenta su legitimidad a través de la participación de los ciudadanos en las cuestiones del Estado, sino en su papel como garante y proveedor del bienestar de la población. La racionalidad que lo orienta no tiene su eje en las discusiones abiertas, sino el cálculo instrumental de costo-beneficio. Durante el siglo XX las nociones de ciudadanía participativa se han retraído ante el triunfo de las tecnologías de gobierno que prometen mayor bienestar a un número más grande de personas a un costo menor”. (Chaterjee, P, 2007: 189)

Un ejemplo concreto de ver cómo actualmente se trata de crear sujetos “políticamente y moralmente correctos” es lo que hace el señor Mockus con su “cultura ciudadana”. Mockus plantea una pedagogía simple que él llama el “respeto por lo chiquito”, lo cual no es otra cosa que fomentar campañas para que las personas tengan hábitos y prácticas correctas, como botar la basura en las canecas, cruzar por la cebra, etc. Sin embargo estos pequeños cambios culturales dirigidos que a simple vista parecen positivos, vienen con otros aspectos de fondo que tienen tintes ideológicos, como el no colarse en transmilenio o respetar la autoridad. Ya que se busca que las personas actúen de cierta manera, que su moral los guie y acaten las normas establecidas. En este orden de ideas la persona que no respete las normas será clasificado como “inculto”, “incivilizado” o “ñero” volviendo la cultura como algo que se acumula o que se obtiene con la educación, es una formulación muy burda y plana de la cultura.

La cultura ciudadana de Mockus es un dispositivo de dominación articulado al autoritarismo moral, no sorprendentemente instrumentalizado por la derecha y naturalizado por los medios de comunicación, con gran resonancia en la "gente de bien". “Ya que la democracia no es algo autoevidente ni mucho menos moralmente neutral” (Spencer, J, 1982: 45), por el contrario esta cargada de concepciones morales y por ende políticas. La ciudadanía tiene una connotación ética en la medida en que implica una relación dinámica, participativa y crítica con el Estado, en cambio la cultura ciudadana que propone Mockus no tiene tal connotación normativa, lo cual hace que sea pasiva, medible, cuantificable y en sí el objeto de la gubernamentalidad. Por qué un ciudadano no debería colarse en transmilenio por ejemplo, si próximamente va a subir 200 pesos quedando el pasaje en 2.000 pesos, con un salario que no alcanza para nada. Las campañas pedagógicas de Mockus y los medios de comunicación sólo se centran en moldear el sujeto político a sus necesidades, mas no en solucionar aspectos como renegociar el contrato de transmilenio en donde salen beneficiados los capitales privados.

Si a algún ciudadano le parece absurda una norma esta en todo su derecho a desobedecerla, de vez en cuando es sano aplicar un poco de gimnasia anarquista (Scott, 2012). En lugar de influir a los ciudadanos para que sean sujetos obedientes, sujetos estatales, se debería enseñar a desobedecer, a ejercer una ciudadanía crítica con el establecimiento. No deben ser considerados como simples actos de “vandalismo”, son actos políticos que están cargados de significado, expresan el descontento. Hay que recordar que históricamente  los cambios políticos y sociales en las sociedades han sido fruto de movilizaciones, rebeliones y acciones directas. La desobediencia civil no es un derecho, es un deber moral.

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