La paz en Colombia solo puede ser decolonial

La paz en Colombia solo puede ser decolonial

"El país necesita asumir un instinto de insubordinación y buscar el derribamiento de esas jerarquías artificiales que motivan el conflicto de nuestras gentes"

Por: Andrés Segovia
mayo 11, 2021
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La paz en Colombia solo puede ser decolonial

Hace unos días durante su programa matutino, el periodista Néstor Morales cuestionó al líder indígena Pedro Velasco por las acciones que la comunidad indígena misak estaba llevando a cabo en la ciudad de Cali como parte de las protestas contra el gobierno. Morales se notaba particularmente indignado porque los indígenas habían derribado la estatua del conquistador español Sebastián de Belalcázar, y en varias ocasiones le preguntó al líder cuál era el problema que tenía la comunidad indígena con los demás colombianos. Toda su increpación pública la adornó con la frase “yo soy un mestizo, como la inmensa mayoría del país”, para luego cuestionar si la comunidad misak consideraba al 99% de los colombianos como sus enemigos.

Para ser justos con Morales, hay que decir que en efecto, la inmensa mayoría de los colombianos son mestizos. Estudios científicos en las últimas décadas han confirmado que la herencia genética de los colombianos, es una de las que mayor porcentaje de incidencia europea muestra de todos los países de América Latina: alrededor de un 70% de la población tiene descendencia genética europea. Esto es una obviedad, pues durante muchos años el territorio que hoy es Colombia fue parte del imperio Español. Lo que parece obviar Néstor Morales, así como la inmensa mayoría de personas que usan ese argumento para minimizar las luchas reivindicatorias de los pueblos indígenas, es que la inmensa mayoría del mundo entero es mestiza.

El mismo Sebastián de Belalcázar, era mestizo, pues como andaluz de nacimiento llevaba consigo toda la historia de mestizaje de la península ibérica, y él, como todos sus secuaces conquistadores, llevó a Colombia la herencia genética de la Europa mediterránea, el norte de África e incluso la de Europa del norte, propia de los pueblos germánicos. Néstor: Los seres humanos no solo llevan milenios uniéndose entre pueblos, sino que la misma investigación antropológica ha confirmado recientemente que hubo decenas de miles de años durante los cuales diferentes especies de seres humanos se mezclaron entre sí, siendo el caso más documentado el de nuestra hibridación con los neandertales.

Pero eso es arena de otro costal. Lo que en realidad es importante recordar a Néstor, y a todos los ciudadanos que piensan como él, es que las luchas reivindicatorias de los pueblos indígenas no son luchas únicamente étnicas o lingüísticas. Los indígenas, los campesinos, la Colombia profunda y pobre, así como todos los colombianos desposeídos, no son grupos que simplemente reclaman una identidad superficial basada en su herencia genética, su apariencia o su color de piel. Las luchas en Colombia, como en la mayor parte de esa América Latina marcada por la colonización europea, tienen que ver más con un antagonismo constante entre grupos de estatus, como los definía el sociólogo alemán Max Weber, que con esencias raciales o culturales en conflicto.

Y es que en Colombia, como en la mayor parte de América Latina, todavía pervive la estratificación social propia de la época feudal, donde unos cuantos gozan del respeto y la pleitesía mientras las mayorías desposeídas sufren generalmente de la invisibilización, la estigmatización, y el acallamiento de sus clamores y sus sentimientos. Hay una total negación de reconocimiento hacia muchos grupos sociales en nuestras naciones. Y es por esa razón que la lucha indígena, así como sus intentos por derribar la idolatría hacia una clase gobernante y superior, tiene mucho que aportar a la lucha de todas las gentes oprimidas en Colombia, esas que en mayo de 2021 todavía levantan su voz y protestan ante una clase dirigente indolente y déspota, heredera del sistema de estratificación social de la época colonial.

Hoy en día, asistimos a un lamentable escenario en el que la fuerza pública, constituida sobre todo por ciudadanos pobres y desposeídos, herederos de la opresión y la invisibilización del estado, alza las armas contra sus propios compatriotas, todo por defender los privilegios y el estatus de la clase dirigente. Y es que las instituciones en Colombia, nuestras costumbres y accionar, siguen perpetuando la estructura social feudalista que trajo consigo el imperio español en las épocas de “la conquista”. La paz en Colombia, el reconocimiento de todos los sectores que componen nuestra sociedad y nuestro tejido social, solo vendrá el día que estas dinámicas coloniales de estratificación social sean derribadas por completo.

En 1932, el poeta Bengalí Rabindranath Tagore escribió que en algún momento de nuestra evolución, la humanidad se resistió a seguir caminando por el mundo en cuatro extremidades, y que en ese momento, el ser humano adoptó una postura corporal que trajo consigo un gesto permanente de insubordinación. Es por eso que el derribamiento de todos aquellos símbolos de la opresión que personas humanas han ejercido sobre otras personas humanas, no es otra cosa más que la expresión de nuestra naturaleza insubordinada. Y es que Colombia necesita hoy más que nunca asumir ese instinto de insubordinación y buscar el derribamiento total de esas jerarquías sociales artificiales que siguen motivando la violencia y el conflicto de nuestras gentes. Solo ese día podremos alcanzar nuestra paz tan anhelada. La paz en Colombia solo puede ser decolonial.

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