Cuando volvió de firmar el Acuerdo de Berlín con Hitler, el primer ministro británico Chamberlain declaró que se había logrado una ‘paz estable y duradera’ para su país. A los pocos meses le tocó a Churchill enfrentar la guerra que no se pudo evitar.
Eso hace repensar la idea de que el desmonte de las Farc traerá una ‘paz estable y duradera’ como quedó plasmado en el Acuerdo del Colón.
Es claro que ya no tiene sentido decir que el enemigo es hoy las Farc; pero lo que falta es saber si en verdad sí era o fue el enemigo.
Los homicidios disminuyeron porque se acabaron los de la confrontación armada que eran la expresión más organizada de nuestra violencia; pero aumentaron casi todos los otros delitos como manifestaciones alternas. Es un hecho que está más activa la delincuencia general, la delincuencia organizada, las bacrim (rastrojos, Clan del Golfo, etc), igual que el ELN y residuos de las Farc.
Las Farc fueron derrotadas cuando perdieron la imagen ante la población y por eso su gran interés en buscar una salida que no implicara una rendición militar (puesto que no habían sido vencidos por las armas).
La proyección de que eran el enemigo a vencer fue una maniobra mediática bien manejada que los convirtió en unos seres ‘malos’ por naturaleza, que no defendían una causa sino la aprovechaban para beneficiarse ellos mismos; la calificación de terroristas, de reclutadores de menores, etc. se basó en desconocer las razones de su existencia y la realidad de que para ellos en lo que se encontraban era en una situación de guerra.
Pero reconociendo que esas eran las condiciones que podrían motivar a la dirigencia (que sí tenía propósitos políticos y que sí asumió la responsabilidad de lanzarse por la vía de la ilegalidad a perseguirlos), la verdad es que la inmensa mayoría de la tropa ingresó a las filas por falta de opciones de vida mejores; son las circunstancias personales las que llevan a tomar esa clase decisiones y no la maldad de las personas; nadie es ‘terrorista’ porque nace con ese gusto; el ‘reclutamiento forzado’ -que en algo si debió existir- habría sido un número absolutamente mínimo, porque en zonas donde la guerrilla gobernaba, para un menor ingresar a ella era una ambición.
El verdadero enemigo es la pobreza, la desigualdad, el desempleo, la marginalidad, etc. que llevaron a esas personas a escoger esa opción.
El verdadero enemigo es la pobreza, la desigualdad,
el desempleo, la marginalidad, etc.
La guerra se gana cuando acabemos con ellas
La guerra se gana cuando acabemos con ellas o ‘las reduzcamos a sus justas proporciones’ y no a las exageraciones que hoy tenemos. Y se dan por ejemplo desigualdades justas e injustas como lo dice el reciente nobel de Economía. Unas nacidas de la contribución a la riqueza o al mayor bienestar de la comunidad, otras de aprovechar de las condiciones ventajosas de las que se goza para beneficiarse explotando a los demás; estas últimas llegando incluso al delito que hoy nos escandaliza y llamamos corrupción.
Pero todas esas características son consecuencia -es decir producidas- por la institucionalidad que tenemos. Nuestras ‘reglas del juego’ generan el tipo de sociedad que construimos; desde la violencia hasta la corrupción puede que sean -como dicen- parte de nuestra cultura o de nuestra idiosincrasia, pero estas a su turno dependieron y se desarrollan dentro del marco institucional que las permite y propicia.
Como tantas veces se ha dicho, no hay nada más tonto que sin cambiar las causas esperar que cambien los resultados.
Por eso el combate contra el verdadero enemigo pasa por pensar en cambios en nuestras instituciones. A comenzar por cambios en la orientación que considera que la función del Estado es buscar el Desarrollo Económico y no el Bienestar Ciudadano y la Armonía Social.
El combate contra el verdadero enemigo
pasa por pensar en cambios en nuestras instituciones
Hemos llegado a la exageración de haber invertido las prioridades y por ejemplo plantear que hay que combatir la pobreza para que se dé más desarrollo económico. Y claro que los dos -disminuir la pobreza y buscar el desarrollo económico- son paralelos y se retroalimentan, pero el orden de prioridades debe ser al revés: para combatir pobreza, desigualdad, marginalidad etc. el crecimiento de la economía es parte de la solución, pero solo parte. En el modelo que vivimos, en el esquema actual, combatir la pobreza es solo parte de los instrumentos para lograr desarrollo económico, porque otros pueden ser más importantes (por ejemplo, someterse a lineamientos de los americanos para obtener su apoyo -respecto al tráfico de drogas-, o a las calificadoras de riesgos para mantener el grado de inversión -caso de la reforma tributaria-).
Ahora que está de moda la película de Churchill —el personaje más admirado por nuestro presidente—, la falta de políticas —o aunque fueran declaraciones— por parte del presidente Santos en el sentido de que lo que se requiere son cambios y la premisa de que con el Acuerdo con las Farc se logrará ‘una paz estable y duradera´ lo que recuerda es que esas fueron las palabras de Chamberlain.
¿Será Santos Churchill o Chamberlain?