Quítense los alias, hombre
Opinión

Quítense los alias, hombre

Por:
abril 23, 2015
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Hace ocho días tropecé aquí con el títular “Las Farc tienen razón”, y pensé que una fatal coincidencia le había jugado una mala pasada al autor de la nota. La noche anterior, guerrilleros de la columna Miller Perdomo, habían matadoa 11 soldados de la brigada móvil No. 17, y dejado heridos a otros 20, mientras dormían en el polideportivo de la vereda La Esperanza (Buenos Aires, Cauca). Pero la leí y comprobé que el columnista escribió lo que escribió y tituló como tituló, motivado por la masacre.

Qué fuerte.

Para los familiares del cabo Wilder Aguilar Sánchez quien, según parte médico, “está en estado crítico con pronóstico reservado, con una lesión neurológica severa producto de las heridas”; para los familiares de los patrulleros muertos; para los sobrevivientes; para todos los soldados rasos que, lejos de sus seres queridos y mal remunerados, se juegan la vida por la población civil que los margina, temerosa de ser carne de cañón en cualquier enfrentamiento armado.

A pesar de los miles de likes que acumuló —en materia de gustos…—, qué fuerte pasar por sobre el dolor de los demás y, por ahí derecho, intentar resolver en par patadas este conflicto que nos tiene diezmados y rendidos. Y, desde hace una semana, desconcertados, a quienes a pesar de montones de interrogantes, queremos y creemos en una paz negociada o, mejor, en la firma de un documento que sirva de partidor para el verdadero proceso de reconciliación. Sin los bandazos del gobierno que un día arranca haciendo piques y al siguiente pone reversa, y sin los malabarismos de las Farc que mientras sintonizan lo que piensan, dicen y hacen, pretenden culpar a otros de sus propias culpas. Y de sus autogoles, también.

El incumplimiento del cese unilateral del fuego, brutal y torpe, se les abona a su cuenta, señores. Lo mismo que la pérdida de altura en el vuelo del proceso, por cuenta de la borrasca que ustedes propiciaron. ¿Para quién trabajan en últimas? Porque a juzgar por los argumentos que sirven en bandeja a los guerreristas, se diría que para la extrema derecha.

Qué fuerte lo de “La Esperanza”.

Qué fuertes el primer trino insípido del presidente y los trinos aventurados de la oposición; las declaraciones iniciales de Alape y Catatumbo lavándose las manos; el resurgimiento de los enemigos agazapados de la paz, que llamó en su momento Otto Morales Benítez; el aprovechamiento que del drama humano han hecho políticos de todas las corrientes. Qué fuerte que las Farc hayan dado un tiro por la espalda a la confianza naciente que estaba rodeando el proceso. Y qué fuerte leer que “la guerrilla ha representado un apoyo real a la población”, justo después de lo sucedido.

Una cosa es ser partidario de las Farc —cada quien con sus afectos y desafectos— y, otra, querer disimular su experticia en sembrar terror y muerte con falacias del tipo “nuestra oligarquía es tan asquerosa que transformó en asesinos despiadados a los campesinos que luchaban con causa justa”. ¡Por favor!, es hora ya de soltar el lastre de unos inicios tan románticos como remotos; hoy día la realidad es otra: la que el Estado, la sociedad y las Farc han conseguido que sea. Y para desarmar ese entuerto y hallar entre todos la razón, son las conversaciones de La Habana. Se supone. La paz, que no la rendición en este caso, se firma con los enemigos. Si no por altruismo, pacifismo o convicción, al menos sí por “egoísmo inteligente”, (expresión de un funcionario del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Ayuda Humanitaria de España). Tal vez así el camino del posconflicto podría ser más realista y menos culebrero.

“La  vida es una acción que se ejerce hacia adelante”, decía Ortega y Gasset que algo sabía de lo que decía. (Ah, y las Farc no tienen la razón; tienen razones, que es distinto).

COPETE DE CREMA 1: Comparto lo afirmado por observadores internacionales, en el sentido de que para comenzar a limpiar a los actores de la guerra, hay que reemplazar los calificativos y los alias que desdibujan a los contrarios y los caracterizan como enemigos a quienes hay que exterminar, por los nombres de pila que los individualizan y humanizan. Habrá que pensárselo dos veces, antes de matar a Luis o a Luisa, por ejemplo.

COPETE DE CREMA 2: Por primera vez en mi vida me dedicaron una columna, ¡y me la perdí!, estaba librando. (Y montando en bicicleta).La leí esta semana, apenas. Y, además de sentirme muy agradecida con semejante honor, sentí lo que mis hermanas cuando les llevaban serenata y no estaban en la casa: una pena de que alguien se hubiera tomado en vano tal molestia… A propósito, felicitaciones a Carlos Cadena Gaitán por su merecido reconocimiento y, ¡que vivan los ciclistas! En buena onda, doctor.

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