Doy por cierto que la campaña presidencial, hasta ahora, es decir, hasta la llegada de J.J. Rendón; ha sido sosa, insípida, insulsa y aburrida. Como esos partidos de fútbol sin goles, aunque la prefiero a las de antaño, en las que abundaba el machete, la bala y la motosierra; en las que rodaban el aguardiente, el sancocho de gallina y hasta las cabezas miles y miles de campesinos.
Porque el hecho de que una campaña sea aburridora, no es necesariamente malo para el país, a lo mejor podría denotar que nos hemos civilizado un tanto y que en pocos años podríamos, incluso, bostezar como hipopótamo de las riveras del Magdalena, tal como lo hacen los electores en Alemania o en Suiza.
En esta campaña no hemos tenido momentos estelares, ni carambolas de fantasía, como cuando Álvaro Leyva Durán llevó “cabrestriado” a Pastrana a que charlara sobre la paz con Manuel Marulanda y derrotaron a Serpa; o como cuando Uribe, cual centauro indomable, prometió que acabaría militarmente a Las FARC y volvió a derrotar a Serpa. Mejor dicho, ya no está ni siquiera Serpa, para que lo vuelvan a derrotar.
Claro que hay unos candidatos más aburridores que otros, como Oscar Iván Zuluaga, Martha Lucía Ramírez, e incluso Clara López, quienes más parecen empresarios de pompas fúnebres, que candidatos a la primera magistratura. No se permiten un chiste, ni un chascarrillo. Como decía Nito Restrepo: “ponen un rictus de ahorcado donde ven una sonrisa o escuchan una carcajada.” Otro, como Juan Manuel, intenta balbucear, con temor, chistes flojos y entrecortados. Y algo es algo. El menos aburridor, aunque tampoco se salva del todo, es Peñalosa, porque desde su altura sideral, su permanente sonrisa y su acompañamiento de jóvenes que refrescan o reverdecen su campaña, parece que quiere abollar, por física desidia o porque le da la gana; la bandeja de plata en la que le colocaron la presidencia.
Por ahora, el más damnificado con las campañas es el propio presidente Santos, quien subordinó el tema de la paz -que le tendría que dar el segundo tiempo que pide- por el de la mermelada que tiene horrorizada a gran parte del país: ¡Cambió la opinión por la corrupción! Como dijo Claudia López: “Creer que el camino de la paz es la corrupción, el clientelismo, el abuso del poder que encarna Santos, es una acto de ceguera”
Los que mejor han aprovechado políticamente la corrupción santista han sido los empresarios de pompas fúnebres Oscar Iván Y Marta Lucía, quienes paradójicamente, fueron ministros del presidente que se hizo reelegir a punta de mermeladas y de notarías, las cuales repartían con generosidad sus propios ministros.
Por su parte, Peñalosa quiere seguir posando de buen gerente, de esos que combinan con “eficacia, eficiencia y efectividad” los factores de producción; cuando el país lo que necesita es un poderoso conductor de voluntades, que saque al país del lodo de la politiquería, que le devuelva la esperanza y que lo guíe hacia la paz. Peñalosa, que representa la independencia, que no le aceptó ni ministerios, ni fundarle partidos a Uribe, ha dejado que los otros dos, que están untados hasta el cuello de la mermelada del anterior gobierno, se conviertan en los adalides de la anticorrupción. Y le va tocar, no dar timonazos, sino darle contundencia a su mensaje contra la politiquería y la corrupción. A veces, es preciso recordarle, que hasta al maestro de Galilea, le tocó “emberracarse” para sacar a los mercaderes del templo.
Ahora, con la llegada de J.J., el escogido como emisario por temibles bandidos encarcelados en USA, se dio inicio a la campaña sucia, en la que valen las sacadas de ojos, las patadas en las partes nobles, las encuestas amañadas y las puñaladas traperas. Como por arte de magia, Peñalosa fue bajado al cuarto lugar, aunque –sospechosamente- Horacio Serpa y Armando Benedetti, arreciaron su campaña sucia contra él y la emprendieron también con Isabel Segovia. Todo indica que la campaña santista le teme mucho más al candidato de la Alianza Verde que al del Centro Democrático. Está claro que en una segunda vuelta Peñalosa, pese a todo, es el Presidente.
Y eso lo sabe muy bien J.J., quien es capaz de hacer lo que sea, así le toque perturbar hasta el bostezo de los hipopótamos de las riveras del río Grande de la Magdalena.