La pandemia vista por ojos arhuacos

La pandemia vista por ojos arhuacos

Ruperto, un indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta, habla sobre los cambios en el comportamiento que nos podría dejar el coronavirus

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julio 12, 2020
La pandemia vista por ojos arhuacos

Antes de que el coronavirus suspendiera el tráfico aéreo, Ruperto había comprado un tiquete de Bogotá a Valledupar, pero el martes 24 de marzo el gobierno canceló los vuelos y tuvo que quedarse en el apartamento que alquiló cuando salió de Sogrome para estudiar economía en la Universidad Nacional. Sin embargo, un año antes me había invitado a conocer su casa, una aldea de 45 familias protegida por la Sierra Nevada de Santa Marta, y mientras comíamos mazorca frente a una maloca, me dijo: “la tierra está enferma, y para curarla tenemos que curarnos primero”. Para los indígenas arhuacos, un cuerpo enfermo es como un territorio enfermo, y la única medicina que existe para ambos, es el alimento. Por eso, la semana pasada quise llamarlo para preguntarle cuáles eran sus cavilaciones en estos días de confinamiento.

En una larga conversación telefónica, me dijo que el COVID 19 era una oportunidad para reprogramar la relación que tenemos con la tierra y el alimento. Para él, la causa de la pandemia viene de siglos atrás, cuando el hombre proclamó su señorío sobre el planeta, y empezó a construir una relación utilitaria con la naturaleza hasta volverla una simple proveedora de servicios. Para los indígenas, en cambio el alimento es el centro de la vida pues la comida recoge la información del suelo en el que fue cultivado y a través de sus frutos nos trasmite la energía para construir el futuro. Con esto quiso decir, que la forma en la que retomemos la vida después del confinamiento debería acarrear nuevos hábitos de relacionamiento con el suelo y su alimento que nos lleven a transformar la manera en qué consumismo; para que volvamos a habitar el planeta o la casa común –como la llama Papa Francisco-, en compañía de los animales, y las plantas, y no con la acostumbrada supremacía.

–Preservar no significa dejar todo cómo está porque la preservación sin uso es insostenible sino más bien, sembrar y recoger con prudencia. Lo que pasa es que a ustedes los acostumbraron a comer aguacates y arándanos todo el año, convirtiendo esos cultivos en cosechas perpetuas que limitan otras posibilidades de vida. Me explicó Ruperto.

Para los indígenas, la Tierra es como un crisol gigante en el que interactúan distintas especies; nosotros somos sólo una de ellas. Por eso, según me explicaron esa vez en Sogrome, la sequía así como la enfermedad, deberían interpretarse como consejos naturales que nos recuerden los límites necesarios para mantener el equilibrio. Los mamos, la máxima autoridad indígena, dicen que el calentamiento global es como la fiebre del planeta y que el coronavirus es sólo un síntoma de esa enfermedad. Si pensamos en la gripe aviar, la porcina y las vacas locas, -virus exclusivos de poblaciones animales que mutan y se propagan como un patógeno nuevo en el ser humano-, puede que el COVID 19 sea uno de esos consejos naturales a los que se refiere Ruperto.

El maíz que me comí esa vez en Sogrome, tenía la información de un pueblo que se ha mantenido lejos de la vida moderna.  Ese día, después de tirarle la tusa a los marranos, Ruperto me dijo:

–Lo que comemos, lo que leemos y lo que vemos afecta el funcionamiento de los microorganismos que habitan en nosotros, así como los pensamientos que motivan nuestras acciones.  Ahora podríamos esperar un milagro, o que Estados Unidos encuentre la vacuna, o que llenen los hospitales de camas y respiradores, pero mientras sigamos anticipando la desgracia le seguiremos abriendo espacio a la tragedia.  Y mientras tanto, en Colombia la gente seguirá saliendo a la calle cada vez que le ofrezcan un mercado gratis.

Hay quienes auguran cambios, pero estas especulaciones se desvanecen cuando los hechos demuestran que a pesar de las reflexiones a las que muchos hayamos llegado en los días de confinamiento, hay para quienes la satisfacción sigue siendo proporcional a la voracidad con la que adquieren, desde televisores hasta experiencias.

Hoy, cuando la interacción con extraños se limita a las miradas esquivas detrás de un tapabocas, recordemos que de todos depende la evolución pues, en palabras de Ruperto: “somos una red interconectada de causalidades.”

 

 

 

 

 

 

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