“Llegó diciembre con su alegría, mes de parranda y...”, así se recibe al décimo segundo mes del año en épocas normales, pero es que el 2020 no ha sido normal, por lo que quedará en la historia universal como uno de los períodos con mayores transformaciones, por las graves afectaciones a la humanidad, no solo en la vida y la salud sino en sus condiciones sociales y económicas. Se cumplen nueve meses de la pandemia producida por el coronavirus SARS-CoV-2, que transmite la COVID-19, dejando en el mundo, al 12 de diciembre, 1.597.157 muertos y más de 71 millones de contagiados, proyectando al cierre del 2020 cerca de 2 millones de muertos y 80 millones de contagiados, a pesar de las medicinas y las posibilidades de vacunas.
Este es un negocio tan rentable, con una lucha de titanes entre multinacionales y sus países, que con cada anuncio, positivo o negativo, de inmediato reaccionan las bolsas de valores al alza o a la baja. La pandemia, como estaba previsto, termina siendo un inmenso negocio cuyas principales tajadas se las llevarán el capital financiero internacional y unos cuantos “todopoderosos”. Es el pueblo raso quien está pagando las brutales consecuencias de ese tétrico fantasma, obligado a exponer la vida sin más protección que unas medidas básicas de bioseguridad porque las utilidades de los grupos económicos no se pueden detener. Es “el capitalismo salvaje” puro.
Colombia, entre 191 países, es uno de los que peor ha gestionado la pandemia; ocupa el puesto 11 en mayor número de contagios con 1.408.909 personas y el 12 en número de fallecidos, con 38.669 y podría cerrar el año con más de 41 mil muertos y 1.500.000 contagiados. El gobierno de Iván Duque, en su talk show, derrama verborrea tratando de justificar lo injustificable; manipula al pueblo haciéndole creer que está gestionando muy bien las cosas, pero las cifras son contundentes y Colombia es de los peores en el mundo. Las medidas no han contenido, ni mitigado la cadena de contagio, menos preservan la vida, primer derecho fundamental de los colombianos.
La pandemia está en una fase agresiva y el gobierno explica que unos territorios están en pico, otros en meseta, o como sucede en Cartagena, que está en un agresivo rebrote, que en los seis primeros días de diciembre dejó 2.264 casos positivos —un promedio de 377 contagios diarios—, una tasa de propagación de 2,88 y 20 fallecidos, con un promedio diario de 3,33. Con esos datos, la Mesa de la Salud de Bolívar, encabezada por el doctor Rubén Sabogal, alerta y pronostica que, de no tomarse medidas fuertes, “en este solo mes, tendría Cartagena 11.697 nuevos casos positivos y fallecerían otras 103 personas”. Pero esto no es tan grave para Duque.
El presidente Duque y su cohorte prefieren ponerse al margen de la ley, desacatando una orden judicial que obliga a quienes ingresen al país certificar la prueba PCR negativa y hacer la cuarentena como hoy lo exigen varios países de Europa. O hace aprobar por sus áulicos en el Congreso la Ley COVID-19, con la exoneración de responsabilidad a las multinacionales en caso de que la vacuna produzca algún tipo de reacción negativa que ponga en peligro o afecte la función normal de la vida. Desde la primera cuarentena Duque ordenó mantener gran parte de las actividades en el país y nunca armonizó la vida con los intereses del capital financiero internacional y de los "todopoderosos". La pandemia está viva, pero Duque ordenó: ¡Sálvese quien pueda!