Prolifera el odio hacia los inmigrantes, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, pobres y excluidos, etnias diversas. Una de las expresiones más dramáticas de los tiempos actuales, marcados por el avance de la ultraderecha en el mundo entero.
Son muchos los factores que la explican. La crisis de la globalización neoliberal, que ha llevado a una concentración de la riqueza sin precedentes y a la ira y desesperanza de las mayorías; desarraigo de millones de personas, obligadas a abandonar sus países, huyéndole al hambre, la guerra, el deterioro climático, la falta de oportunidades, los intereses imperiales.
Hace poco más de un mes el Nuevo Frente Popular derrotó en las elecciones de Francia el proyecto neofascista de Marine Le Pen, centrado en frenar la inmigración y en defender la identidad blanca. Un proyecto racista, excluyente y profundamente patriarcal, en un país con larga historia colonial y enorme población inmigrante.
Poco tiempo después le tocó el turno al Reino Unido (RU). En los inicios de este agosto, durante dos semanas, sus ciudades fueron sacudidas por una oleada de violentos disturbios en contra de las personas inmigrantes.
El detonante fue el asesinato de tres niñas por parte de un joven de 17 años, con problemas mentales. Se difundió información falsa en las redes sociales, según la cual el asesino era un musulmán radical, quien habría llegado al país en un bote.
Los ataques se centraron en las mezquitas y hoteles de inmigrantes, quienes debieron ser evacuados por la policía. Los manifestantes saquearon supermercados, incendiaron automóviles y edificios y sembraron el pánico.
Grupos e individuos blancos, armados con palos, banderas y bombas molotov propiciaron los desórdenes. Antiinmigrantes e islamofóbicos, pero también neonazis y hooligans. La llamada Liga de Defensa Inglesa y su líder, Tommy Robinson, se pusieron al frente y cumplieron un papel central en la propagación de los rumores falsos.
Finalmente, importantes sectores de la población se movilizaron en contra de la xenofobia y el fascismo, muchos de ellos portando banderas palestinas. Los antiinmigrantes pudieron ser contenidos y se reestableció una tensa calma.
Sin embargo, el avance de la ultraderecha en Europa y el Reino Unido es un asunto de mucho más fondo. Acnur viene expresando su preocupación por el incremento de la violencia y las violaciones de derechos humanos contra personas refugiadas y migrantes en las fronteras europeas, terrestres y marítimas, lo que ha provocado muchas muertes.
Por su parte, Médicos sin Fronteras denuncia que la violencia física contra migrantes en Europa se volvió la norma: agresiones brutales, abandono de personas y exclusión de ayuda sanitaria. “Las políticas migratorias están provocando un coste humano sin precedentes (…) En las fronteras marítimas y terrestres se encuentran con alambradas de púas y una violencia física brutal, en lugar de rescate y ayuda”.
Al igual que el genocidio de Gaza, este drama nos llega en vivo y en directo, por las redes sociales, sin que las potencias hagan el menor esfuerzo por pararlo. Al contrario, la mayoría de los atropellos contra las personas migrantes son cometidos por agentes de los gobiernos. Son estos quienes diseñan las políticas criminales en contra de la migración.
Eso sí, en medio de la crisis económica y social que viven sus países, superexplotan su fuerza laboral y los utilizan para mantener bajos salarios. O sacan pecho cuando ellos mismos o sus descendientes les garantizan un buen número de medallas olímpicas.
Pero volvamos a la situación del RU. El triunfo del laborismo en las elecciones de julio pasado puso término a dos décadas de dominio conservador, en las que se redujeron sustancialmente la inversión pública y social y los servicios sociales básicos.
Al mismo tiempo, se exacerbaron la xenofobia y la discriminación social y racial. En un informe presentado por la relatora especial ante la ONU sobre Derechos Humanos, Tendayi Achiume en 2018, se documentan las persistentes disparidades raciales en educación, empleo, vivienda, salud, entre otros asuntos. “La exclusión socioeconómica estructural de las comunidades de minorías raciales y étnicas en el Reino Unido es sorprendente”.
De hecho, una de las consignas del reciente primer ministro, Rishi Sunak, era “detener los barcos”. Pero él mismo es descendiente de inmigrantes.
Otro factor determinante en el agravamiento de la crisis en torno a la migración es la propagación de noticias falsas por las redes sociales. Una de cada tres personas respaldó las protestas en contra de los inmigrantes en el RU.
En ello, como en muchos otros conflictos recientes que se presentan en el mundo entero, el papel del Elon Musk, dueño de X y de WhatsApp, ha sido fundamental. La red X fue utilizada para incrementar el malestar social y la desinformación en los disturbios recientes.
El magnate sudafrano-estadounidense señaló de manera irresponsable que una guerra civil era inevitable y sus palabras llevaron a incrementar el desconcierto y la violencia. Afirmó también que el sistema de justicia penal británico trataba a los musulmanes con mayor indulgencia que a los activistas de extrema derecha.
Sus conflictos con numerosos países del mundo, entre ellos varios de la Unión Europea y de Latinoamérica han sido permanentes. Propaga información falsa e interviene en las decisiones soberanas de los Estados. Ha sido criticado por sus declaraciones poco científicas y controvertidas, entre ellas sobre la pandemia del Covid-19 y sobre teorías de conspiración.
Desde que Musk compró la red social Twitter y la transformó en X, se le viene acusando de eliminar las cuentas de activistas, periodistas y organizaciones progresistas
Desde que compró la red social Twitter y la transformó en X, se le viene acusando de eliminar las cuentas de activistas, periodistas y organizaciones progresistas.
Musk, el hombre más rico del mundo, según el índice de Forbes, ha sido caracterizado por la derecha como emprendedor, genio, visionario. Pero por supuesto, no cuestionan su posicionamiento político de ultraderecha y su decisión de poner las redes a su servicio. Es muy cercano a Donald Trump, a quien ha respaldado permanentemente.
Se da así una confluencia de componentes que permiten explicar el fuerte resurgimiento de la ultraderecha: concentración de la riqueza y exclusión de las mayorías; incremento en la migración y manipulación de la información.