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La panadera que le dio voz a las mujeres en Inzá
El feminismo llegó a la vida de Alix Morales Marín de la mano de una amiga. Ella tenía una panadería en el pueblo donde nació, en Inzá, Cauca, a la que llegaba su parcera, Lola. Lola, que nació en la región había vuelto de Cali después de una separación y se preguntaba por la ausencia de mujeres en los espacios públicos de decisión. Y así empezó todo. Esa urgencia por ver a las mujeres en lugares distintos al hogar y la reproducción se fue contagiando, la panadería de Alix se convirtió en el centro de operaciones donde las mujeres, en Inzá, empezaron a tener voz.
Han pasado casi 23 años y el camino recorrido ha sido largo y movilizador: de los encuentros en la panadería de Alix nació la Asociación de Mujeres por Inzá, que hoy ejerce también como el comité de mujeres de la Asociación Campesina de Inzá – Tierradentro (ACIT). Alix ha sido campesina toda su vida, igual que sus padres que llegaron al Cauca huyendo de la violencia desatada en el Tolima durante los años 50 y se instalaron abriendo trocha para construir un lugar donde sembrar y vivir, de ahí que el feminismo que identifica a Alix tenga un apellido: feminismo campesino.
Este feminismo campesino que se ha construido desde la urgencia de amplificar las voces de las mujeres en el territorio ha logrado fortalecerse a lo largo de los años. A principios de los 2000 llegaron al Concejo y fueron respaldadas por una sorpresiva cantidad de mujeres que atendieron a su llamado el 8 de marzo del 2001, cuando convocaron a 600 mujeres para conocer sus problemáticas y propuestas y llegaron más de 1500. El recuerdo sigue siendo poderoso: el pueblo era un río de mujeres.
Desde entonces, este río de mujeres ha liderado campañas que nombran “Juntas”, pues le dan una importancia mayúscula a la idea de la juntanza de mujeres, la idea que lo comenzó todo. Sus campañas han girado en torno a la soberanía alimentaria, al impacto de los tratados de libre comercio sobre las economías familiares y la importancia de la diversificación de las siembras, donde la huerta, tradicionalmente escenario de las mujeres, tiene centralidad sobre los mandatos que el mercado le impone al campesinado; así, también han luchado por el reconocimiento del trabajo de las mujeres, un trabajo que no solo se centra en la reproducción de la vida dentro de los hogares, sino también en la participación política para el cuidado conjunto de la comunidad; han trabajado con los hombres para erradicar las violencias basadas en género y han acompañado a las mujeres que han sufrido las mismas, lo cual las ha llevado a construir una casa, terminada en el 2020, que sirve tanto como refugio para las mujeres que buscan una vida sin violencias, como punto de encuentro de los procesos comunitarios locales.
Además han trabajado por la paz. Su última junta ha sido, precisamente por la construcción de “Paz con Dignidad”, no podía ser de otra manera, siendo el Cauca un territorio tristemente conocido por la incidencia del conflicto armado. Este les afecto particularmente cuando en el 2003, Alix perdió su panadería a causa de un cilindro que cayó en medio de una toma guerrillera contra la policía del pueblo. Este suceso fue definitivo, no tanto por el hecho violento, sino por lo que desencadenó, pues la panadería era una fuente de recursos para apoyar la formación de las mujeres, era la que permitía dar posada y alimentación a las estudiantes de la Universidad Nacional que entonces las capacitaron teórica y políticamente.
Con esta dificultad, se vieron en la obligación de empezar a dar las capacitaciones ellas mismas, después de todo, ya tenían un proceso lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Sin embargo, esto las interpeló y las puso a pensar que no podían empezar esta tarea si sus vidas personales estaban llenas de violencia. ¿Cómo hablar de feminismo, de empoderamiento femenino, si iban maltratadas o, como Alix misma dice: “con el corazón arrugado por maltratos emocionales”? Esta reflexión llevó a las mujeres que hacían parte de la Asociación en el momento a replantear sus vidas personales. Muchas lograron llegar a acuerdos sanos con sus parejas, y muchas, entre ellas, ella misma, terminaron separándose de compañeros que las maltrataban o física o emocionalmente. Con esta separación, Alix logró recuperar la confianza y el autoestima que le habían mermado y concentrarse de lleno a la lucha por las mujeres.
Así, este camino no ha sido fácil, han tenido que derrumbar los imaginarios negativos que desde siempre se han arraigado, tanto en hombres como en mujeres, cuando estas se organizan y luchan por su libertad; se han enfrentado a hombres dirigentes que han querido obstaculizar su proyecto político probablemente por miedo a perder su propio poder en los territorios, en las organizaciones y, por supuesto, en los hogares; han mantenido su autonomía, tanto económica como política, tanto personal como colectiva, para mantener su voz fuerte y crítica.
Este río de mujeres no ha parado de fluir, a veces con mayor o menor caudal, pero siempre fluyendo sin cesar. Los esfuerzos por hacer mejores las vidas de las mujeres inzaeñas y de toda la región de Tierradentro se han mantenido, han crecido y hoy también fluyen por las generaciones de mujeres más jóvenes. Alix mira con orgullo y esperanza a su hija que también se han dedicado al feminismo, y hasta su nieta que con tal solo nueve años quiere hacerse responsable de una iniciativa de lecturas feministas.
Ha sido mucho el camino recorrido, y es mucho el camino que falta por recorrer, pero la vida de Alix Morales Marín es testimonio y ejemplo de la importancia de las mujeres en las comunidades, nos enseña que cuando las mujeres se juntan, se fortalecen y así fortalecen a toda la comunidad.