Nacido en Pitalito, Huila, este hombre de letras también se ha sentido seducido por los colores con los que intercala sus momentos de ensoñación y creatividad espiritual.
Hizo sus estudios en la Normal Superior de su pueblo natal y en 1964 se trasladó a Bogotá donde ejerció el magisterio hasta 1972. Vinculado a la industria editorial y coordinador de las páginas literarias de varios medios de comunicación ha publicado novelas y libros de cuentos con los que ha recibido reconocimientos en Colombia y el exterior.
Es un hombre de voz pausada con excelente claridad al momento de manifestar sus ideas, testimonio de un hombre tranquilo y formación intelectual elevada que en cada una de sus palabras trasluce su amor por el arte en general. Con él hablamos para abordar conceptos que consideramos de interés para quienes gustan de las letras y los procesos creadores.
Maestro, buen día y gracias por aceptar este diálogo con nosotros.
Buen día, Albeiro, muy amable por invitarme a conversar contigo para tus lectores.
¿Cómo ha hecho para desarrollar un trabajo paralelo entre la pintura y la escritura?
Siempre ha sido una inquietud de todos mis amigos, resulta que mi infancia se desarrolló al lado de un pintor, escritor y bohemio, sastre, además, que fue mi padre; y con él yo pintaba cuando quería y escribía cuando quería, no había ninguna división, digamos, profesional del trabajo artístico. Pienso que necesitaba expresarme, pintando lo hacía, si quería escribir, lo hacía también, y eso me acostumbró a no tener límites; sólo que ya grande, por decirlo de esta manera, me encontré con que había que especializarse, si yo quería ser pintor no podía ser escritor, pues iba a ser mediocre en una de las dos y, entonces, durante un tiempo dejé la pintura pero, después, cuando me vine a vivir a Ibagué me encontré con el incentivo del paisaje, de la luz, de muchas cosas que me incitaron a pintar nuevamente y escribir. Entonces, yo alterno las cosas de acuerdo a mi estado emocional, de acuerdo a mi necesidad, y así he retornado a mi niñez: pinto cuanto quiero y escribo cuando quiero.
En su entorno familiar, ¿usted tuvo acceso a libros a una edad temprana?
Sí, sin ninguna restricción y creo que eso me ayudó muchísimo. Mi padre tenía una pequeña biblioteca –se comprenderá que, en esa época en el pueblo, bastante alejado del centro del país y sin acceso a libros, era muy difícil que existiera una biblioteca buena, mi padre fue recopilando a lo largo de su vida unos libros, sobre todo novelas de aventuras, de filosofía, de ensayo, etc–, y ahí leí, por ejemplo, El judío errante, cuando recién había aprendido a leer y escribir, y así lo hice con otros libros, leí a Dumas y muchos otros textos que tenía mi padre. En la Normal, lamentablemente, no había una biblioteca competente, los profesores de literatura no tenían en qué apoyarse y, entonces, nuestro estudio literario se centraba en aprender nombres y obras de autores, pero no a confrontar el texto. Eso lo aprendí mucho después, ya cuando estaba viviendo en Bogotá.
Dentro de todos estos años de creación y de experiencias pictóricas y literarias, ¿qué amistades ha consolidado a lo largo del tiempo?
Yo tenía 21 años cuando fui seleccionado al Premio Esso de novela y me abrió muchas puertas, me hicieron entrevistas en los periódicos, me empezaron a publicar en los suplementos y me permitió codearme con otros escritores. En un principio, por ejemplo, fui muy allegado a Germán Espinosa, conocí a Óscar Collazos que ya tenía un nombre en el país, Héctor Rojas Erazo, Manuel Zapata Olivella, en fin; eso me ayudó muchísimo y pude compartir con ellos mi ansiedad de ser escritor.
¿Cómo mira y analiza el actual panorama de la literatura colombiana?
La literatura colombiana es muy vigorosa, me parece que hay mucha gente escribiendo, nos falta es conocer, divulgar esa obra; en las regiones se publican novelas que no trascienden porque no se conocen en la capital, no acceden a los medios de comunicación. Y, muy, muy por encima, digamos, que la literatura que se conoce y promueve, mucha de esa no es tan buena como la que está desconocida aún; es mi criterio. He sido jurado de varios concursos de novela, la Bienal de novela José Eustasio Rivera, el Premio de Novela Ciudad de Pereira, que me ha permitido ver originales y conocer temáticas y trabajos de gente que está haciendo una buena labor, eso creo que se debe descubrirlo para que tengamos un conocimiento más seguro de lo que se hace en Colombia en literatura.
¿Para qué se escribe en un mundo que, paradójicamente, se embrutece con tecnologías de moda, alejándose de los procesos lectores?
Pues para ser mejores. Realmente es para lo que sirve la lectura. La lectura, bueno, no solamente de literatura de ficción que es la que nosotros practicamos, la novela, el cuento, la poesía, el ensayo, etc; sino la lectura en general que enriquece y que además es un proceso de supervivencia, el que no sepa leer, por ejemplo, las señales de tránsito, pues está condenado a morir en una calle. Hay que aprender a leer y leer de todo, uno llega al libro sin que lo obliguen, así debería ser y no obligar al niño o al joven a leer determinada obra, sino que cada uno escoja su propia lectura, porque la lectura es un goce y no una obligación; yo creo que eso es lo que falta para que las personas se habitúen a la lectura, hoy en día hay mucho joven que está leyendo ficción y eso es gratificante.
¿Cuáles son sus nuevos proyectos, en los que actualmente usted viene trabajando?
Albeiro, yo me vine a Ibagué hace 20 años, un día el poeta Darío Jaramillo me dijo que viniera a Ibagué a trabajar en el Área Cultural del Banco de la República en la Biblioteca Darío Echandía y me pareció estupendo, me vine pensando que iba a estar un poco de tiempo nada más y me amañé y me quedé y aquí estoy. Para la Feria del Libro subo a Bogotá, acá me dedico a escribir y a pasarla bien, la verdad (sonríe).
Benhúr Sánchez Suárez, hombre de talento y de cultura en el panorama académico e intelectual de Colombia. Hay que disfrutar de sus novelas, La solterona, La noche de tu piel, A ritmo de hombre o Venga le digo o sus libros de cuentos, Los recuerdos sagrados, Historia de los malos tiempos o Cantata en yo mayor, entre otros. Sólo conociendo a nuestros escritores, como el mismo afirma, podremos conocer el verdadero estado de la literatura colombiana.