Andrés comienza explicándonos que, “Actualmente, en Colombia, se habla de un renacimiento de lo regional, porque se ha venido consolidando un modelo de desarrollo y de crecimiento basado en el extractivismo (explotación de recursos como la madera, el petróleo, minerales, etc.) y en la exportación de hidrocarburos, que por el jalonamiento de los precios entra en conflicto con los grandes lineamientos de ordenamiento del territorio que se han construido en Colombia desde la constitución del 91. En su momento se estableció que el territorio debe organizarse basado en el respeto de los territorios indígenas, los derechos de propiedad colectiva de las comunidades afro, el reconocimiento de las áreas protegidas, de las cuencas, etc. Es decir, el país tiene que crecer respetando el desarrollo sostenible”.
Pero con el paso del tiempo, la explotación minera se ha superpuesto a las áreas protegidas, se limita y amenaza la autonomía y el uso de los territorios porque son ricos en minería y petróleo; ha pasado a un segundo plano el respeto de la estructura ecológica, lo que crea una tensión entre esos ejes parcialmente constituidos y el boom de los hidrocarburos.
Fotografía: Camilo Rozo
Estas tensiones ponen sobre la mesa un gran reto: cómo pueden crecer las ciudades sin destruir el equilibrio rural, integrando las regiones, reconociendo los actores regionales, disminuyendo las disparidades y la concentración de los recursos. A nuestra pregunta por lo que implica en concreto pensar en una ciudad-región, Andrés nos dice: “Hablar de ciudad-región es pensar cómo integrar lo verde a la ciudad, cómo no crecer sobre la región o a costa de lo rural. La ciudad no puede ser autárquica, debe pensarse con relación y en sintonía con la región, debe pensarse como una red de ciudades”.
