El presidente de Macondo descendió del helicóptero militar y en seguida sintió como el resplandor espeso del mediodía le empañaba las gafas de marcas. Presuroso el edecán se las quitó con la reverencia del caso y prosiguió a limpiarlas con un paño seco.
“¿Yo qué hecho para merecerme esto?”
El presidente de Macondo se interrogó, sin que la seguridad de palacio se enterara, al mismo tiempo que sus ojos se enfrentaron con un sol de inconsolable llanto y un montón de hombres y mujeres desdichados que lo esperaban para saludarlo, y luego pedirles clemencia y plata del presupuesto oficial para aliviar sus penas innumerables.
Desde el helicóptero que lo transportó de Corozal en el centro de Sucre, hasta el sur distante donde está el otro Sucre, al que hay que agregarle otro Sucre, para poder pronunciarlo como Sucre – Sucre, sin que suene a muletilla o a defecto del habla; simplemente que por tener el municipio el mismo nombre del departamento que lo contiene, entonces se justifica la diferencia: Sucre-Sucre, sin que el guion se pronuncie entre las dos idénticas palabras; el presidente de Macondo contempló a su llegada, desde unos metros de altura, la inmensidad de la Mojana y sus desafíos de feracidad y grandeza que hacen pequeña cualquier ambición de poder conocida, incluso la de la Mamá Grande.
No era lo mismo el mapa digital reproducido en la pantalla de un computador que los contrastes entre ciénagas casi secas por la estación del verano y los ríos y caños con hilillos de aguas oscuras serpenteando entre zapales y latifundios; con rebaños de vacas flacas que esperaban las primeras lluvias y viajes interminables de finqueros y campesinos desperdigados en caballos y motocicletas.
Luego al sobrevolar por encima de la zona urbana de Sucre-Sucre contempló el desorden del territorio con sus viviendas estiradas a lo largo del caño Mojana y sus siete u ocho calles paralelas al mismo río como buscando algo seco de donde huir o de donde sobrevivir. Paisaje salteado con antenas de telefonía celular, techos en herrumbre, la iglesia de un gótico bien tardío con sus cúpulas pidiendo clemencia y los gallinazos revoloteando sobre unos míseros deshechos.
Mientras, nosotros acá abajo, en el ardiente suelo y en el espeso aire que lo inunda todo como una oleada de invierno sin lluvia, nos ahogamos entre los 37 y 40 grados. Perdidos en el fastidio de las horas y mendigando a sí mismo un poco de agua fresca para matar de un certero golpe al piélago monstruoso que nos acosaba con su aliento infernal. Sólo con la esperanza de escuchar al presidente de Macondo y/o descubrir la otra orilla de Macondo. En el País de las aguas.
Y hacia allá fuimos unos pocos. Dejamos que el presidente de Macondo se largara con sus promesas de oropel y la gente retornara a su quietud de siempre, con las ilusiones cargadas en un bolsillo sin fondo.
Quedamos en las manos de Isidro Álvarez Jaraba que son del mismo color de las aguas cercanas. Un porfiado docente de bachillerato que le saca el mejor tiempo a la Historia y la Filosofía para redescubrir la otra orilla de Macondo en medio de los mares de agua dulce de la Mojana.
En un recorrido guiado por las triquiñuelas de la literatura y las investigaciones fantásticas de Isidro, el visitante que se deja cautivar por la magia de la ruta mágica, se traerá de regreso toda una vivencia bajo el sopor de la canícula, retornará a las lecturas de García Márquez, o se motivará a descubrirlas por su cuenta; después de haber transitado por ciénagas, calles, lugares pintorescos como el cementerio del pueblo que guarda a muchos personajes que vivieron su realidad y luego resucitaron en la inmensidad de la Mojana que Gabo intentó esconder entre sus historias desbordadas de imaginación, esas mismas que como la naturaleza indomable, escriben la mejor lección de resistencia.
No conviene decir más cosas… mejor venga a la otra orilla de Macondo en la Mojana. En el país de las aguas.
Coda: “La Ruta Mágica de García Márquez: la otra orilla de Macondo”, empieza desde donde usted se encuentra en cualquier lugar del mundo, sólo debe contactar al profesor Isidro Álvarez Jaraba y atreverse a desafiar y conocer uno de los pocos caminos que existieron primero en la literatura y después en la realidad.
Publicada originalmente el 23 de marzo de 2019