En Colombia pasan tantas cosas que al final terminamos por desatender las más importantes y nos quedamos con las trivialidades. En ese sentido, el 2017 no parece ser la excepción. Sin embargo, si desbrozamos tanta información podremos diferenciar lo que realmente importan de lo que no.
Este año (y los que vienen), sin lugar a dudas el proceso de dejación de las armas de las FARC y su conversión en un partido político marcará la agenda; contrario a lo que creemos no sólo para el grupo guerrillero, sino para el país. La conversión de las FARC en un partido político, compartamos o no sus propuestas, señala una apuesta de los colombianos a construir un país en el que todos y todas pueden expresarse libremente sin temor a la violencia. Por eso la importancia de apoyar este proceso. Independientemente de que seamos de derecha o izquierda, los colombianos debemos llegar a un acuerdo común: “En una democracia podemos expresarnos libremente, sin temores”. Si una sociedad no lo entiende así estará empujando a una parte de ella a recurrir a la violencia para imponer lo que considere conveniente para el país.
La conversión de las FARC en partido político obliga a todos los colombianos a otras conversiones. Debemos aprender a participar en política sin agredir al otro, aceptar las diferencias y renunciar a los beneficios individuales en pro del bien común. Todo esto requiere un gran esfuerzo, más de la sociedad que del grupo dispuesto a desarmarse. Las instituciones educativas tienen la tarea de educar para la convivencia democrática, para la diversidad y la crítica; no para la pasividad y la ignorancia. Esta tarea inicia desde los primeros años de vida escolar hasta los estudios universitarios.
Los medios de comunicación, por su parte, están obligados a abrirse a concepciones diferentes del mundo, a entender que hay otras formas de entender el país y la democracia, a no satanizar a quienes piensan diferente, a no creer que ellos tienen la razón y el resto son una partida de imbéciles equivocados. De igual forma tienen que actuar los intelectuales, quienes muchas veces ignoran las formas de sentir de las personas más humildes, aquéllas que quizá nunca han ido a una institución de educación superior, pero guardan en sus mente y sus corazones la sabiduría que la vida y sus antepasados les han enseñado.
La larga caminata que han iniciado las FARC señala el inicio de otra, la que debemos emprender todos los colombianos en la construcción de un país fraterno y solidario, en el que nadie sea demonizado por sentir y pensar distinto, en el que los héroes sean los trabajadores, campesinos, jóvenes, estudiantes, mujeres, niños y todos aquéllos que contribuyan desde sus formas de ver y amar a la construcción de nuevos mundos. Una sociedad en la que la fraternidad, la solidaridad, el arte, la poesía, en fin, todo aquello que nos hace auténticamente humanos, hagan absurdo recurrir a la violencia para imponer nuestros pensamientos.