Desde nuestro acomodado entorno es muy difícil juzgar el mundo de las cárceles, a pesar de las múltiples denuncias. Hasta ayer estuvieron expuestas las fotografías carcelarias de Hernando Toro Botero en la Galería de Alonso Garcés en Bogotá.
Toro nació en 1949 en algún lugar en Caldas. Vivió en Barcelona desde los años 60 donde se interesó por el mundo fotográfico. Lo desarrolló en el imaginario del cineasta Almodóvar. Ese ser humano que nos acostumbró a que la vida corriente tiene también sus perversiones, desviaciones o compulsiones.
Hernando Toro Botero es un ser íntegro que aprendió de su padre la profecía: aprende que las malas circunstancias, tienen buenas alternativas. Acabó en la cárcel Modelo de Barcelona por tráfico de drogas en los años 90 y fue un interno de la galería 3. Por su actitud y su perseverancia pudo inventarse un taller de fotografía que, en la cárcel, le otorgó estatus y buena categoría dentro del centro carcelario. Tuvo el privilegio de cocinar y comer en su propia celda porque le facilitaban la comida fresca que el cocinaba ayudado por un trozo de desodorante que le servía de combustible.
Cuando le pregunto por el peor sentimiento al aislamiento me dice con razón: el afecto es lo más importante. Mientras estamos vivos en el afecto está la vida. Aislados, la ausencia de los sentimientos, nos vuelve imponentes las emociones.
Pero en su discurso de reo, la justicia es el símbolo del maltrato excesivo por el hacinamiento que acaba en convertirlos en criminales con una sexualidad desbordada. Lo más importante en su recuento es lo más simple: el aire y la luz.
No pensemos en la higiene. Todo eso en el circo humano degenerado.
Su historia sobre la fotografía se la inventó allá mismo. Aprendió a ver a los humanos más allá de sus crímenes. Hernando Uribe Botero aprendió a la fuerza, a conocer el alma de seres que se equivocaron, como él. Otros son criminales como los alacranes.
Y en ese mundo que esconde la sociedad, buscar en el trabajo en el cuerpo una afición o en el tatuaje una huella. Una manera de contar sus propias historias, de distraer la vida con símbolos y verdades.
¿Qué tan distinto a lo que hoy significa el tatuaje? El metalenguaje de recluido se convirtió en una carne nueva para los símbolos sociales.
Acá van sus imágenes que son retratos del alma, no fotografías sociales.