En este tiempo de encierro, muchas cosas se han echado al olvido porque quizás transitoriamente perdieron el sentido que tenían antes. Dentro de ese cúmulo de cosas que hoy no tienen ninguna importancia debido al confinamiento están, por ejemplo, las prendas de vestir, ellas reposan deslucidas en el clóset, esperando que en cualquier momento sean exhibidas, bien sea en una reunión social, en el lugar de trabajo y hasta en una fiesta de gala. Otro de los objetos que eran necesarios para transportarnos de un lugar hacia otro era el coche, que en la actualidad permanece parqueado en el garaje, su estridente corneta y su sonido ensordecedor del motor ya no se escuchan. Por su lado, los accesorios que hacen parte del código vestimentario tampoco son necesarios. Las agendas que no nos han dejado vivir, sino mantenernos ocupados han sido olvidadas. Las elegantes gafas que usábamos para resguardarnos de la luz solar, hoy cumplen la función que tienen algunos libros en desuso resguardados en bellísimos anaqueles. Qué decir de los maletines, los bolsos, las gorras, los sombreros y las zapatillas, en este tiempo de cuarentena, porque también se mantienen enganchadas como cuando un futbolista ha decidido colgar los guayos.
El encierro nos ha enseñado que realmente el consumo de cosas en muchas ocasiones es innecesario porque algunas veces nos tienta el dinero por comprar objetos fútiles, bien han dicho algunos economistas que la moneda es un objeto de permanente cambio. El enclaustramiento nos ha conllevado a pensar que vale más la libertad que la riqueza. El encierro también nos ha hecho meditar que el tiempo es el mejor aliado para darnos cuenta de lo importante que es y cómo lo hemos desaprovechado, especialmente, para decirles a nuestras familias lo importantes que son dentro de nuestra existencia.
Hoy vivimos un encierro que no ha sido del todo malo, porque nos ha permitido observar de manera detallada aspectos que no teníamos en cuenta por estar fuera de casa y cumpliendo puntualmente la agenda, dentro de todas esas vivencias que hemos podido experimentar han sido las siguientes: la compañía cercana con nuestros seres queridos para compartir una sonrisa, un enojo o ese diálogo familiar, asimismo detallar la ternura de los niños subiendo y bajando las escaleras y jugueteando con los dispositivos tecnológicos, escuchar las meditaciones en voz alta del abuelo en su silla mecedora, sentir la sazón de la madre en la cocina, disputarse los canales de televisión con el hermano menor, oír las plegarias y el rosario de la abuela, ver a las mascotas asomarse por los balcones y ventanas, también ocupar el tiempo de ocio, leyendo unas buenas obras literarias donde los autores tejen y destejen historias, al igual que, mantener pegados del celular, buscando ese contacto lingüístico aunque virtual con muchas personas que nos alegran la vida contándonos anécdotas, chistes y cosas interesantes, la vida en red ha sido algo entretenido. En suma, el encierro nos permitió reflexionar que el calor de hogar y las vibras de familia son más importantes que todas las cosas.