Es paradójico pensar que en un país donde los crímenes sexuales y la violencia basada en género son el pan de cada día hablar de la prostitución siga siendo un tabú contra la “buena moral”. Entender la prostitución en su complejidad es una tarea pendiente para los colombianos, más para quienes suponen que se trata simplemente del "camino fácil" o de un mero placer sucio de algunas personas que no se han esforzado por salir adelante.
Rosi, como muchos venezolanos que atraviesan una crisis económica que ha sentado las bases para la migración a Colombia, entiende que ejercer la prostitución tiene otro propósito. Aunque no se gane mucho, sin duda es más de lo que se puede lograr en otros oficios para los cuales los venezolanos no consiguen ser aceptados en nuestro país. El sueño de esta joven mujer es tener una casa propia y financiar los estudios de su hermana.
Para Rosi el camino no es nada fácil, debe lidiar con la violencia diariamente, pues en su trabajo se muestra como si fuera absolutamente normal este tipo de comportamientos, en los que su cuerpo y su identidad son maltratados por el disfrute masculino. De modo que la prostitución es, como lo describe ella, un oficio de mucha adrenalina. Y no debemos olvidar la doble moral que alcanza el tope cuando observamos que en un país como Colombia los mismos que se indignan por las supuestas cartillas sexuales o por la presencia de congresistas con orientaciones sexuales alternativas son los primeros que refuerzan el machismo y las prácticas sexuales opresoras.