La oposición en Colombia está perdiendo la oportunidad histórica de hacerse sentir para crecer de manera contundente, ordenada y clara. Hoy es una colcha de retazos y me refiero a la comunicación que a través de sus distintos voceros está entregando a la opinión general.
El ejemplo más vivo fue el pasado 20 de Julio en el acto de instalación de las sesiones del Congreso con la asistencia del presidente Petro. En este escenario perfecto de la oposición, tuvieron la palabra Miguel Uribe, David Luna y Polo Polo.
El primero lució nervioso, como si estuviera dando a conocer titulares, incoherente en el mensaje, inseguro, o sea caótico. David Luna, fue quien mejor expuso en su intervención, fue respetuoso con la figura del presidente Petro luego de su discurso de apertura, y mantuvo coherencia. Luna reflejó menos pasión, pero fue más racional, más inteligente, lo que le dio credibilidad y seriedad en su intervención.
Polo Polo ratificó su estilo particular en donde pecó de ser superficial y algo “light” en el contenido del mensaje; levanta audiencia mediática, pero luego no trasciende. Al final del día es débil, y contrario a lo que él desea, el resultado de lo que expresa de seguir en esta tónica será siempre intrascendente, creando más grietas y heridas, pero nada más.
Pero en la oposición hay más voceros naturales que día a día no cesan de fijar su posición pública sobre las acciones del gobierno de Petro, sus denuncias basadas en hechos reales de mal gobierno sólo contribuyen a convertirse en paisaje y no generan conciencia en el ciudadano.
La oposición en Colombia se está pareciendo a la peor época de la oposición en Venezuela: Sin estrategia en comunicación, reflejando a través de sus figuras más representativas un afán de decir más no de convencer. NO están calculando un mapa o checklist juntos, para ir por el sendero de lograr sus objetivos de aprehensión de las masas populares.
María Fernanda Cabal ha logrado captar una respetable comunidad virtual, pero le impide lograr mayor aceptación popular por su identidad hacia Álvaro Uribe, un líder de odios y de amores, o sea que genera división, despierta sentimientos de corazón, pero también viscerales.
Un vocero indicado en la coyuntura que vive Colombia debe tener unas particularidades entre otras, menciono dos: No recordar a la marca Álvaro Uribe, y llamar a la esperanza y la reconstrucción nacional con un lenguaje fresco e imagen renovadora.
Si la oposición en pleno (cuando ya se asoman las elecciones 2026) en Colombia no se sienta en la mesa a discutir un plan estratégico superando egos individuales, no alcanzaría a triunfar para el 2026, y, todo lo contrario, alimentará al partido de gobierno del presidente Petro para que, incrementándose, la polarización continúe en el poder.
No son las acciones de gobierno de Petro, de hecho, calificadas como desastrosas las que a pesar de eso podrían mantener a la izquierda en el poder, sino la misma oposición que hoy no sabe para dónde va.
Basta con que los líderes de la oposición sepan de manera articulada utilizar una narrativa que convenza.
Triste decir que, con semejante postre de mal gobierno, la oposición sea tan débil e incapaz de aprovechar esta coyuntura que quién sabe si se podrá volver a presentar.