“Después de la tormenta, siempre llega la calma”, reza el dicho popular. Aunque la tormenta en Latinoamérica, Colombia y sobre todo los departamentos alejados del centro del país, fruto de la pandemia del COVID-19, está lejos de mostrar a la calma. Los efectos que tendrá el COVID-19 sobre el funcionamiento de la economía están lejos de ser vislumbrados y la forma de afrontar sus consecuencias hasta ahora parece ser una sumatoria de ensayo y errores. Nadie estaba preparado para una situación como esta.
La pandemia no solo ha dejado en descubierto la gran fragilidad del ser humano, sino también la debilidad de la infraestructura y del sistema de salud pública. En las regiones se volvió común encontrar hospitales embargados, con deudas millonarias a los empleados y proveedores. Eso sin contar los centros de salud con poca disponibilidad de camas y nula tecnología para atender situaciones de este tipo y algunas no tan graves como la muerte sistemática de personas por enfermedades relacionadas a la desnutrición, el no acceso a agua potable y otras enfermedades que la ciencia moderna hace mucho tiempo cura pero que en Colombia siguen vigentes.
Hoy la suerte de la pandemia ya está echada, el gobierno nacional tomó unas medidas acertadas, otras no tanto. Por suerte, lo drástico de la pandemia también brinda la oportunidad de tomar medidas de ese tipo. En el caso del departamento de La Guajira, que apagó todo su aparato productivo, el COVID-19 brinda una oportunidad inigualable para repensar la sociedad. El mundo y el país se encuentran atravesando por la Cuarta Revolución Industrial, que claramente puede ayudar a aliviar y tomar mejores decisiones sobre el actuar de la crisis y sobre todo en el futuro, crecer con información clara y completa.
Este es el momento para caracterizar a toda la población del departamento de La Guajira, es la oportunidad para saber a ciencia cierta cuántos indígenas, negros, alijunas y ciudadanos extranjeros viven en el departamento. Además, esta situación permite disipar las dudas que existieron al final de año 2019 sobre la población total: le permitirá a los tomadores de decisiones conocer a ciencia cierta la situación de los municipios diferentes a Riohacha (los datos del DANE no son claros en muchas ocasiones y hay información que no se estudia). Estar conectados en este momento le permitirá a los gobernantes tener información clara, que permita tomar mejores decisiones para crear mejores programas, proyectos y priorizar la inversión pública.
Así mismo, que los alcaldes y sus equipos de trabajo estén visitando a los ciudadanos en sus casas permitirá, entre otras cosas, conocer de una vez el dato real de pobreza extrema, pobreza monetaria y la pobreza oculta; datos de empleabilidad, salud y educación, que no son muy claros o no que no se conocen; y datos que son mas pronunciados y negativos que los que se muestran como información pública.
Si miramos un ejemplo, el municipio de Fonseca, según las proyecciones del DANE, tiene 40.852 habitantes. Este en los últimos años ha visto cómo la población migrante creció en más de 13.000 personas de manera legal, pudiendo ser fácilmente más de 18.000 ciudadanos más que habitan esta población. Muchos de esos habitantes son colombianos, son guajiros, son fonsequeros, que retornaron al municipio y vinieron para quedarse, pero a los cuales no los tiene en cuenta como habitantes del territorio. Son personas que ni el gobierno nacional, como tampoco los entes territoriales, tienen en cuenta en las proyecciones que realizan.
Antes de la crisis del coronavirus, las mediciones del DANE indicaron que la pobreza monetaria y extrema alcanzaron una incidencia de 52,6% y el 26,5%, respectivamente, pero por lo que se ha visto en los municipios del departamento, estos valores se superan con creces.
El desempleo es otro gran reto. Hoy el departamento de la Guajira cuenta con tasas de desempleo superiores al 15% y con una informalidad laboral superior al 55%. Los efectos de la cuarentena harán que el valor del 20% se supere con tranquilidad.
La crisis ha permitido ver lo necesario que es tener una cabeza visible en la gobernación departamental. El gobernador se ha visto diligente y ha estado al tanto de toda la situación del COVID. Él tiene bajo sus hombros la responsabilidad darle un nuevo aire a la realidad del departamento, a la sociedad y servir de ayuda para reconstruir la confianza en La Guajira.
Tiene Nemesio la tarea de planear el territorio, él debe tener la mirada puesta en reactivar sectores productivos que antes de la cuarentena funcionaban a media máquina, otros que no funcionan o que nunca se han explotado. Cuando pasen las medida del gobierno nacional, él, junto con la academia, la industria, los sectores productivos, los alcaldes, concejales, asambleístas, en fin, con toda la sociedad guajira, deberán responder cómo será al departamento no solo en 4 años, el gran reto de repensar La Guajira y visionar, cuáles serán las fuentes de empleo, con qué dineros van a ejecutar futuros planes de desarrollo, cómo será la salud, la educación, los servicios públicos; ¿serán el agro, la industria, el comercio, el turismo, la fortaleza del territorio?
La Guajira no aguanta más improvisación. La educación, el cambio de modelo económico, la salud y el desarrollo económico del departamento no admiten más espera. Hay que tomar decisiones ya y el COVID-19 brinda esa oportunidad.