La oportunidad histórica de Iván Duque
Opinión

La oportunidad histórica de Iván Duque

En lenguaje coloquial, Iván Duque se está graduando de gobernante, ahora puede intentar graduarse de estadista

Por:
mayo 10, 2020
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Algunos síntomas parecen indicarnos que, más que el covid-19, las cuarentenas humanas y económicas nos tienen pensando un tanto más allá del espasmo de frivolidad en que hemos venido cayendo a lo largo de las últimas décadas.

Aunque el alud de algarabías de todo tipo sigue inundando las redes sociales, no podemos dejar de percibir, también, que por entre el marasmo comenzamos a ver que se cuelan inquietudes y mensajes de otro tipo, de otra naturaleza, de otra calidad de preocupaciones. Es interesante ver cómo al lado de los chismes sentimentales de la farándula ahora se multiplican reflexiones sobre el sentido de la vida, cómo al lado de las publicidades más quintaesenciales del consumismo nos llegan exploraciones sobre el futuro de la economía, sobre la consideración inaplazable de lo ambiental y, cómo no, también podemos mirar que crecen las búsquedas de horizontes espirituales, aún, en escenarios donde antes habían llegado a tenerse por radicalmente proscritas.

Estamos asistiendo a una sensibilización social extraordinaria frente a tópicos vitales respecto de los cuales habíamos hecho un caso omiso casi que absoluto. No debemos permitir que las voces de los desesperanzados que nunca están dispuestos a apostarle a que las cosas pueden cambiar nos impidan escuchar el murmullo reciente de quienes descifran en la crisis actual las semillas de lo que pueden llegar a ser transformaciones liberadoras que nos signifiquen saltos de la conciencia humana y de sus expresiones civilizacionales.

En la actualidad el espectro de las estadísticas está prácticamente copado por el comportamiento de la pandemia y por la medición de las variables macroeconómicas, sin embargo qué bueno sería que comenzáramos a medir otras expresiones de la conducta humana y social en las cuales podríamos hallar resortes excepcionalmente valiosos, desde los cuales catapultar cambios tantas veces ignorados, tantas veces aplazados.

Como resulta explicable, en medio de discusiones políticas tales como los riesgos de la democracia o las ineficiencias de los organismos multilaterales en la versión actual de la globalización, también las sociedades realizan juicios constantes sobre sus gobernantes y sobre la forma como han asumido sus responsabilidades durante la crisis.

En cuanto a nuestro país, podría decirse que al presidente Duque le ha ido bien. La mayoría de los colombianos le reconocen seriedad, capacidad, prudencia y buena fe. Y no solo hablan las encuestas sobre el apoyo de la gente a su gestión -pasó del 21 % al 62 % de favorabilidad-, las cifras sobre el control de la pandemia también son elocuentes. Supongo que el presidente y sus equipos deben de estar muy contentos, tanto por lo uno como por lo otro, y no es para menos.

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Duque ha alcanzado un capital político real que le permite mirar hacia panorámicas más audaces que las urgencias de la crisis y los disgustos que provocarán los sirirís de la polarización

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Podría decirse que el gobierno ha alcanzado un capital político real, medible, que le permite levantar la mirada hacia panorámicas más audaces que las urgencias de la crisis y que los disgustos inevitables que no dejarán de provocar los sirirís de la polarización política, pase lo que pase.

Cómo se gaste o se invierta ese capital depende, en buena medida, de la lectura que se hagan de la crisis. El gobierno puede apostarle a concentrar todos sus esfuerzos y sus alcances a sortear de la mejor manera posible los desafíos de la salud pública y de las contingencias económicas que se preven, y hacerlo bien constituye en sí mismo un propósito loable que, estoy seguro, todos le agradeceremos con toda sinceridad, ¿cómo no?

¡Pero! Existe también la posibilidad de leerle a la crisis circunstancias de todo tipo -anímicas, políticas, económicas, internacionales, ambientales, tecnológicas- que configuran un presente excepcional para intentar cambios estructurales que hasta hace tan solo dos meses hubieran sido vistos como de un utopismo pueril.

Los que sabemos de la justeza y la urgencia de esos cambios, repito, por tantos años ignorados y aplazados, hoy contamos con una aliada que no teníamos hace dos meses: La Realidad. Y eso no debemos dejarlo pasar, no podemos desaprovecharlo históricamente.

Es evidente que el presidente y sus asesores se han preocupado desde el comienzo por hacer un buen gobierno y, qué paradoja, la pandemia se los ha permitido y la mayoría de los colombianos se los reconocen.

En lenguaje coloquial, Iván Duque se está graduando de gobernante, y eso está bien.

Qué bueno sería que él y sus equipos alcancen a leer, más allá de los desafíos, las oportunidades del presente.

Esta es la oportunidad para que Iván Duque, ya graduado de gobernante, intente ahora graduarse de estadista.

Sería un hecho histórico que todos le agradeceríamos históricamente, ¿cómo no?

 

 

 

 

 

 

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