La oligarquía "venezolana" en el ojo del huracán revolucionario

La oligarquía "venezolana" en el ojo del huracán revolucionario

"La Constituyente de Venezuela es el cantar de América que no se rinde, a pesar de lo que hicieron con Violeta Parra, con Ángel Parra y con Víctor Heredia"

Por: TIberio Gutierrez
agosto 09, 2017
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La oligarquía

Me parece que es un título agresivo para una columna democrática. Lo pensé tres veces, tratando de estar bien con todo el mundo, sin ofender a nadie, pero como me enseñaron los abuelos: “Ni lo saques sin razón, ni lo guardes sin honor”.

Por eso estoy aquí, polemizando. Lo de Venezuela tiene que ver con lo que cantó y sigue cantando Nino Bravo: “Cuando Dios hizo el edén pensó en América”. Y un genio de la literatura universal comenzó su famosa novela con las siguientes  palabras: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Y posteriormente otro gigante de las letras de Nuestra América, comenzaría su novela universal con la siguiente carga histórica: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota cuando su padre lo llevó a conocer el hielo”

Es la historia de América latina en la búsqueda incesante de su propia identidad. Por eso la Constituyente de los sectores democráticos y revolucionarios de Venezuela es, a pesar de todo el pantano y el lodo que le han echado los  “cagatintas” de la prensa hablada y escrita, y de la televisión de las multinacionales, es el esfuerzo de un pueblo por continuar adelante con la defensa de su  dignidad nacional y popular que ahora, como por arte de birle y birloque las potencias multinacionales quieren echar para atrás con el fin de asegurar sus privilegios, sin importarle un pepino el atraso, la esclavitud y la desesperanza de “los condenados de la tierra”.

La Constituyente de Venezuela es el cantar de América que no se rinde, a pesar de lo que hicieron con Violeta Parra, con Ángel Parra y con  Víctor Heredia, y que seguirán haciendo con todos los que siguen cantando a la vida con la bandera de un socialismo humanista y democrático.

Ahora resulta que es un pecado mortal para el imperialismo y todos sus lacayos que un pueblo se dé el lujo de  reorganizar su Estado a su antojo, y no con la venia de los crápulas del imperio que, como hienas hambrientas de más ganancias, quieren el petróleo de Venezuela, el gas de Venezuela, y hasta del mismo cielo azul de América latina.

A pesar de todas sus infamias no pasarán: Guatemala 1954; Brasil 1964; República Dominicana 1965; Chile 1973; Honduras 2009; Paraguay 2012;  Brasil 2017; y ahora Venezuela con la joya de la corona. A pesar de las tragedias de la historia no pasarán. La esperanza de un porvenir mejor no se termina porque siempre habrá un nuevo amanecer para nuestros pueblos. El mero hecho de estar vivos en la lucha reivindica con creces la razón de la existencia.

Nada en la historia de la humanidad ha sido gratis. Todos los avances científicos, económicos, sociales y políticos han transcurrido sobre ríos de sangre. Por eso me desconciertan “ciertos intelectuales” que de la noche a la mañana dan la vuelta, como si les estuvieran poniendo conejo a la historia de las luchas populares, sin darse cuenta que ellos mismos son los primeros irresponsables del carnaval de la muerte. Lagartos acomodaticios a la temperatura política del momento, que no miden las consecuencias distintas a las de su propio peculio económico; “almas de trapo y corazón de estopa”, como decía León De Greiff.

Afortunadamente llegó la hora de los hornos y no ha de verse más que la luz en medio de las tinieblas. La historia de los pueblos es  impredecible, como decía Walter Benjamín, pero de cualquier manera un palpito me dice que vamos pa” delante.

 

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