La OEA y el golpe cívico-militar en Bolivia

La OEA y el golpe cívico-militar en Bolivia

"Hay que luchar contra el memoricidio porque las raíces de las instituciones y de sus procedimientos permiten conocer su ADN y descubrir sus intenciones"

Por: Gloria Gaitán Jaramillo
noviembre 14, 2019
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La OEA y el golpe cívico-militar en Bolivia

Con el contenido de este artículo me estoy poniendo el cuchillo al cuello, porque presenté una petición ante la CIDH, que hace parte de la OEA, para que intercediera ante el gobierno colombiano para la protección de mis derechos humanos, violentados recurrentemente por el gobierno colombiano a partir de la presidencia de Álvaro Uribe Vélez.

La gente se pregunta, cuando se entera —si es que se entera—, por qué tanta sevicia contra la familia directa de Jorge Eliécer Gaitán. Esto se explica porque Uribe, bajo la orientación de Luis Carlos Restrepo, diseñó una compleja estrategia para sepultar la memoria de Jorge Eliécer Gaitán, como quedó ampliamente descrito en la publicación que hiciera este ex Alto Comisionado de Paz, hoy prófugo de la justicia, en el ensayo que apareció bajo el título La sangre de Gaitán.

Destruir el buen nombre de la familia Gaitán, confiscarles sus bienes y pasarlos al fisco, echándole sal a su casa, es un viejo método que data de la Colonia y que de igual manera les fue aplicado a los directos descendientes de José Antonio Galán, el Comunero.

En la sentencia a muerte de Galán se lee que será “declarada por infame su descendencia, ocupados todos sus bienes y aplicados al Real Fisco; asolada su casa y sembrada de sal, para que de esta manera se dé al olvido su infame nombre…".

Mi petición, elevada a instancias internacionales, como es la CIDH, para obtener verdad, justicia y reparación, quedará anulada con lo que aquí diré. Pero la solidaridad que debemos tener con un pueblo traicionado, vilipendiado y violentado, como ha sido el caso de Bolivia, debe estar por encima de nuestro interés personal. Lo destaco, no para exaltarme, sino para resaltar la importancia y gravedad que tiene este golpe cívico-militar contra el gobierno de Bolivia, que estaba encabezado por un indígena, representando el valor de un pueblo que le ha hecho frente a la discriminación que hemos heredado, desde tiempo de los criollos que, reconociéndose como portadores de un ADN de raza blanca, nos han vilipendiado, humillado y despreciado a nosotros, los indígenas y los mestizos, negándonos el derecho a ser dueños de nuestro propio destino.

El expresidente colombiano Alberto Lleras Camargo, alabado y enaltecido por la derecha, pero nunca criticado por la izquierda, siempre fue el servidor incondicional de los intereses imperialistas norteamericanos, en particular en Colombia y en general en Latinoamérica. Agente de las maniobras imperialistas, era calificado por Jorge Eliécer Gaitán como “un hombre con alma de secretario”.

El presidente Truman, después de la Segunda Guerra mundial, encargó al General George Marshall como planificador y ejecutor de la guerra fría anticomunista, que ellos entendían como la batalla contra todo aquel que no se comportara política y económicamente como súbdito incondicional al servicio de los intereses norteamericanos.

Marshall, de inmediato, puso a su servicio, para el caso de América Latina,  a Alberto Lleras Camargo, a fin de diseñar los mecanismos que requerían los Estados Unidos para combatir “el comunismo” en medio de la guerra fría, quien adelantó las gestiones necesarias para que en 1948 se llevara a cabo en Bogotá, de acuerdo a los intereses norteamericanos,  la IX Conferencia Panamericana, que había sido precedida por la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, realizada en Río de Janeiro en 1947.

En esta Conferencia Interamericana “para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente” se establecen, ni más ni menos, que las bases del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) o Tratado de Río y vemos que el acta final lleva la firma de Alberto Lleras Camargo —siempre al servicio del gobierno norteamericano— en su condición de servidor incondicional como Director General de La Unión Panamericana.

Siendo el líder popular Jorge Eliécer Gaitán la figura política más poderosa del momento, no fue incluido en la IX Conferencia Panamericana. La opinión pública, sorprendida, comentaba que era porque públicamente Gaitán  se oponía al objetivo que se tenía de crear la OEA y criticaba la anterior creación del TIAR.

Pero había algo más. Marshall había planificado, a través de la CIA recién creada, lo que llamaron la Operación Pantomima, para asesinar en plena conferencia a Jorge Eliécer Gaitán, a sabiendas de que el pueblo se levantaría y, entonces, le echarían la culpa al comunismo para atemorizar a los dubitativos que, como Rómulo Betancourt y varios otros, no estaban hasta ese momento dispuestos a aprobar la creación de la OEA, pero tampoco estaban decididos a dar la batalla contra este esperpento.

Basta revisar las actas de la conferencia para constatar el cambio de actitud de los delegados indecisos después de que el asesinato de Gaitán produjera el alzamiento  popular para derrocar al presidente asesino y genocida Mariano Ospina Pérez, insurrección heroica que torticeramente los comunicadores de la oligarquía calificaron de “Bogotazo”, para darle un sobrenombre con connotación de vandalismo, a fin de despojar al pueblo de su valerosa entrega de ese día, que a centenares de ellos les costó la vida.

No es de extrañar, entonces, que ahora la OEA, con manipulación premeditada, hubiera gestado las condiciones para el golpe cívico-militar en Bolivia. Para eso fue creada y para eso ejerce su misión de agente de los intereses imperialistas norteamericanos. Es por ello que hay que luchar contra el memoricidio, porque las raíces de las instituciones y de sus procedimientos, de toda índole, permiten conocer su ADN y descubrir sus soterradas intenciones.

Por eso también, insisto en que la Comisión de la Verdad, que ahora opera en Colombia y que se “rancha” en no hacer su informe incluyendo lo ocurrido antes de 1958 —con argumentos manipuladores— ocultando así el origen del actual conflicto, que data de 1946 con la participación activa y clave de Alberto Lleras Camargo, personaje nefasto para la autodeterminación de los pueblos.

Ayer utilizaban el asesinato como arma para impedir que el pueblo detentara el poder, como sucedió con Jorge Eliécer Gaitán y el genocidio al Movimiento Gaitanista. Ahora, cuando se ha globalizado la información y existen organismos internacionales para defender los derechos humanos, optan por maniobras oscuras, subrepticias y complejas, para obtener el mismo resultado, como acaba de suceder en Bolivia. Son las mismas operaciones con distinta fachada. De la confrontación abierta han pasado a las confrontaciones de baja intensidad, solapadas y soterradas.

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