La odisea de Antonio Bolívar para convertirse en un mito del cine colombiano

La odisea de Antonio Bolívar para convertirse en un mito del cine colombiano

El indígena, que acaba de morir de Coronavirus en Leticia, protagonizó la película colombiana más premiada en los festivales del mundo. Así se convirtió en actor

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mayo 01, 2020
La odisea de Antonio Bolívar para convertirse en un mito del cine colombiano

Acaba de morir en Leticia Antonio Bolívar, un ocaíno mezclado con Uitoto, que se volvió un mito del cine colombiano por ser la imágen del Abrazo de la serpiente. Ya estaba enfermo e intentaban trasladarlo a Bogotá pero no se pudo. Para la historia quedó su participación en la obra maestra de Ciro Guerra. Así preparó su actuación. Este artículo fue publicado en marzo del 2015:

Uno de los mayores aciertos de Ciro Guerra, cuando se internó en la espesa selva fue descubrir a los indígenas Antonio Bolívar Salvador Yangiama y Nilbio Torres, raizales del Amazonas y los últimos sobrevivientes de la etnia Ocaina Uitoto, amenaza de desaparecer. El director sucreño vio en ellos el potencial para desarrollarlos como actores naturales y convertirlos en los protagonistas de El abrazo de la serpiente.

Antonio Bolívar se convierte en el personaje Karamakate en el ocaso de su vida y Nilbio en Karamakate joven. La historia de vida de los Uitotos es tan apasionante como el relato en el filme.

Durante el rodaje todos le decían el Abuelo Antonio, un Ocaino mezclado con Uitoto, que se convierte en un testimonio viviente. Vive en Leticia.

“Ya estaba bastante desconfiado cuando apareció la propuesta de El abrazo de la serpiente, pero igual cuando llegó Ciro Guerra lo escuché. Le conté mi caso y me dijo que esta vez todo iba a ser muy serio y distinto. Pensé y dije: “Bueno, si es así, voy a hacer el trabajito. Y sí, fueron muy serios y respetuosos con nuestra tradición”, cuenta Antonio.

Además de protagonista, Antonio ofició como traductor del equipo, trabajó en dialecto ticuna, en cubeo y hasta en inglés, pero lo suyo era hablar el uitoto. Además, fue el profesor de los actores internacionales. “Yo les explicaba cada palabra, ellos la escribían y se iban repitiéndola y tratando de recordarla. Ellos, la verdad, tenían tres profesores: su grabadora, sus apuntes y yo. Aprendieron rápido”.

No todo fue tan sencillo para Antonio, pues al comienzo se sentía solo en medio de tanto ‘blanco’, por lo que le pidió al director que le permitiera estar acompañado de su hijo Pedro Antonio durante el rodaje. “Le dije: si me van a llevar solo, no me voy a sentir cómodo y necesito a alguien de la familia”. Ciro aceptó.

Aunque conoce la región, admite que hubo muchas dificultades impuestas por la naturaleza, pero al final siente que la selva ayudó a todo el grupo y expresa sentirse muy orgulloso de haber hecho parte de la película y espera que todos le recuerden como parte de ella.

“Este trabajo me fascina”, afirma. “La preparación fue bastante rígida y delicada, porque esto no es como uno lo piensa y como lo quiera hacer, sino que tiene sus reglas. Pero es muy importante porque lo hace valer a uno y porque sean actores extranjeros, nacionales o nativos, estos trabajos no son para uno, son para todos los que lo ven”.

Su rostro es el reflejo de una raza subestimada, cansada de recibir promesas y oír mentiras, de que no se valoren sus tradiciones y de ver con impotencia cómo van desapareciendo porque nadie las atesora.

Pero también representa las almas buenas que viven en el Amazonas, dispuestas a confiar una vez más, a transmitir sus conocimientos y agradecidas cuando se les trata con respeto. Algo por lo que considera valió la pena estar en El abrazo de la serpiente: “Es una película que muestra el Amazonas, ‘el pulmón del mundo’, el filtro más grande de purificar el aire, la riqueza que tiene Colombia y la cultura indígena más valiosa. Ese es el mayor logro”.

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