Medellín es sin duda uno de los principales puntos turísticos, no solo de Colombia, sino de Latinoamérica. Su ambiente cultural, la moderna infraestructura con la que cuenta y un amplio catálogo de diversión nocturna mantiene a la capital paisa como uno de los sitios más visitados internacionalmente.
El inevitable ascenso económico de la capital de Antoquia y la constante pasarela de grandes artistas por sus calles y escenarios ha construido una suerte de “aire caro y moderno” que permea todos los estratos sociales de la ciudad de la eterna primavera. Algunos estereotipos tomados de zonas de lujo de países desarrollados han permeado las mentes paisas y se han instaurado, tanto como lo permite el bolsillo.
Se ven vehículos de alta gama, ropa de marca, fiestas privadas, apartamentos de lujo, toda suerte de artilugios en oro, licor de precios elevados y esa extraña combinación de la riqueza de la farándula norteamericana y los viejos rastros de las grandes fortunas del narcotráfico. El aire de Medellín se llenó de esa vibra competitiva y costosa, la cual ahora todos quieren tener.
La vía a Palmas es un claro ejemplo de cómo este ambiente se ha tomado todas las clases sociales de la ciudad. En un fin de semana de “piques” se pueden encontrar desde vehículos de cientos de millones hasta motocicletas de bajo costo modificadas para correr, ya sea por deporte o por necesidad.
Este gran ecosistema envuelve muchas características que sin duda nos darían para llenar varias páginas, pero en este caso tendemos en cuenta el cuerpo, el ideal corporal, el estereotipo de belleza que trae ese ambiente de lujo que hoy se respira en la ciudad. También, cómo este afecta en especial a la población femenina de la ciudad y del exterior.
La apariencia y el lujo no se instauró en la ciudad solo como manifestación sino como punto central de la promoción de dicho ambiente. Así no solo encuentras personas en vehículos de alta gama, sino inmensos concesionarios y exposiciones de dichos vehículos, donde obtenerlos, cuidarlos y repararlos. Igualmente, no solo se aprecian cuerpos “perfectos”, sino también la que es posiblemente la zona de Latinoamérica con más instituciones, legales e ilegales, dirigidas a la cirugía plástica.
La exhibición cotidiana de senos, caderas, labios, parpados y glúteos operados e intervenidos de múltiples formas ha sumido a gran parte de la población a un ideal de belleza que requiere obligatoriamente la intervención de servicios médicos especializados. A pesar de que hayan algunas opiniones que asocian a dichas estéticas con el abundante negocio de las webcamers, scorts y prostitutas de la ciudad, lo cierto es que la estética se ha comercializado ampliamente en cualquier persona, sin importar su trabajo o su clase social.
Hasta este punto no hay mucho de que quejarse, cada uno tiene la libertad de desarrollar su imagen e intervenir su cuerpo como lo desee. El verdadero problema surge cuando en ese ambiente de lujo instaurado en la sociedad la invitación es "si esa persona puede, yo también puedo". De esa manera, las personas que por cuestiones económicas no pueden permitirse cubrir una cirugía estética, encuentran la forma de hacerla.
Es allí donde la necesidad instaurada ha generado la solución menos adecuada. ¿Cuál? Cientos de consultorios de garaje donde por la mitad o menos del precio normal de una cirugía te realizan el procedimiento, de manera ilegal y sin cumplir con estándares necesarios para no afectar la salud o la vida de las personas.
El resultado, un continuo número de fallecidos bajo el quirófano. Muchos son personas de bajos recursos que se atrevieron a poner su piel bajo el oxidado escalpelo de dichos “médicos”. A la par, una gran cantidad de personas engañadas, a veces desde el extranjero, para venir a hacerse el procedimiento.
En un principio no era algo relevante y se procedía a sellar el lugar e imponer las sanciones pertinentes, pero el numero va en aumento y se puede ir considerando ya el tema como un problema de salud pública. Podríamos decir que la invasión cultural y la idealización del cuerpo, acompañado de una creciente crisis de salud mental, es la causa por la cual hay un impulso incontrolable por alcanzar determinados estándares de belleza.
Sin embargo, no podemos dudar ni negar que actualmente estamos rodeados de una constante amenaza por cómo debemos ser y cómo debemos actuar, más aún dentro de una ciudad donde quien no se opere, no tenga un penthouse en El Poblado o maneje un Aston Martin se está quedando fuera de la moda chic y glamorosa. Como están las cosas, Medellín parece ser una ciudad que brilla en los medios, pero en la que hasta por belleza se muere.