Paulo Jo Chung no creía en los programas concurso tipo reality. Los consideraba una farsa con los resultados arreglados y participantes escogidos antes de empezar. Fueron su esposa y sus hijos quienes lo impulsaron a participar en la convocatoria de RCN para encontrar 18 cocineros amateur para MasterChef. Faltando unas pocas horas para finalizar inscripciones, Paulo nota que es requisito mandar un vídeo cocinando una receta por lo cual recuerda uno grabado hace más de un año donde aparece cocinando un arroz chino, y por simple descarte lo manda.
Seis meses después Paulo pierde en la final el título por el primer MasterChef colombiano ante Federico, luego de haber eliminado a los 16 participantes a lo largo de los cuatro meses que duró el programa al aire. Con el título se fueron también 200 millones de pesos, la publicación del que hubiera sido su libro de recetas, un curso para especializarse en La Basque Culinary Center en España, seis meses de pasantías por Europa en los mejores restaurantes de la cadena hotelera NH y la participación por Colombia en el Pan American Food Festival en Toronto.
Este fue el vídeo con que mandó para su inscripción a la convocatoria. En Youtube se le puede encontrar como Cazador Dragón y piensa retomar la faceta que dejó abandonada por falta de tiempo.
Sin embargo el segundo lugar lo dejó con 25 millones de pesos, una pasantía de 3 meses en los hoteles del Grupo NH en Bogotá, y una beca para estudiar gastronomía en la Universidad de la Sabana. Pero lo más importante de todo fueron las puertas que la exposición mediática le abrió y ya hay múltiples propuestas que no todas las podrá aceptar por el contrato de exclusividad de un año que firmó con el canal. Por ejemplo, a finales de mayo viaja junto a sus ex compañeras Samai y Valeria a cocinar en un restaurante local.
Desde enero cada capítulo de Master Chef daba pie a un ritual todas las noches en la plazoleta de comidas del centro comercial Llanogrande Plaza en Palmira, donde está Orienthai Express, local de comida china propiedad de la familia de Paulo donde hasta hace poco fue cajero. Los clientes más fieles reunidos frente a una pantalla le enviaban la mejor energía, sufrían cada vez que aparecía el delantal negro y vibraban con sus avances. Lo vieron preparar su pescado dragón; lo siguieron cuando doblaba el pescado con la cola apuntando hacia la cabeza para darle la forma del animal mitológico y luego freírlo. Sufrían cuando los chefs Nicolás de Zubiría, Paco Roncero y Jorge Rausch semana tras semana le criticaban el tamaño generoso de sus platos. El día de la final el apoyo fue tal que colmó a todo el centro comercial de espectadores.
Así lucieron el local y el centro comercial el día de la final de MasterChef.
Fotos Facebook: Orienthai Express
Paulo no tiene ya un minuto. La semana luego de la final del programa estuvo todos los días como invitado especial en distintos programas de RCN. Está viviendo sus quince minutos de fama pero aspira a aprovecharlos como mejor pueda, por eso quiere retomar la faceta como youtuber que abandonó por falta de tiempo. Entre sus proyectos está colaborar con el montaje de Löffel, tienda de recetas que vende ingredientes listos para ser cocinados en un suculento plato por quien esté ansioso de hacerlo, por el puro placer de cocinar. Con solo dos semanas de haber sido inaugurado allí estará el chino de Master Chef participando en el diseño de algunas recetas, a su estilo, el mismo que lo hizo llegar hasta el final de la competencia: mezcla de ingredientes nacionales con un infaltable toque asiático.
Ya no bota los ingredientes en el sartén, como hacía cuando empezó en el programa. Ahora los saltea y de paso se ahorra la pronunciación de unas cuantas palabras. Del empirismo Paulo destaca haber desarrollado una “creatividad instantánea” habilidad imprescindible en la cocina para lograr platos tan únicos como personales. En enero cuando empiece a estudiar gastronomía en la Universidad de la Sabana no piensa dejar que la academia le mutile sus habilidades innatas, mientras tanto pasará viajando entre Palmira y Bogotá. Sin duda alguna, la vida le sonríe y él lo sabe.
Por @enriquecart
