Según la investigación de los profesores Ruben Durante y Emilio Depetris-Chauvín en lugares donde históricamente se han presentado tensiones étnicas producto de una prolongada herencia colonial, en presencia de eventos como el mundial, las victorias futbolísticas inciden en el incremento de la confianza, especialmente en personas de diferentes grupos étnicos. Este resultado es muy importante si pensamos que podría ser una forma espontánea de reducir nuestras diferencias y apelar a nuestras emociones más humanizantes para vernos como una “sola” nación, o como profesa Bancolombia #laNuevaRaza. Sin embargo, esta tendencia no pareciera cumplirse para Colombia, es más, el racismo se amplía y se exacerba hasta su nivel más alto. Este no solo se evidencia en las expresiones y los comentarios de las personas de a pie, sino que son reproducidos a gran escala por los presentadores de canales altamente televisados, donde se hipersexualizan o se infantilizan los cuerpos de los hombres negros, y además cada colombiano (a) lo normaliza porque es lo que la televisión le enseña.
En los mejores escenarios, a los futbolistas afrodescendientes se les llaman “mi negro” o “mi negro grande”. Esta conducta de apropiación por parte de las personas blanco-mestizas a las personas afrodescendientes ha sido una constante en Colombia y por supuesto tiene su explicación desde la historia. Durante la esclavitud, los esclavistas tenían a las personas negras como su mercancía y desde allí aprendieron que los esclavizados eran de su propiedad (ojo, solo los cuerpos, porque a través de los kilombos y palenques las personas afrodescendientes inventaron miles de forma de resistencia), entonces violaban a las mujeres negras, torturaban a los niños, desmembraban a los hombres negros.
En esos mejores casos, es decir cuando los negros hacen gol, los “mi negro” son juzgados por la forma en como se ríen, son objeto de estereotipos por como bailan y son ridiculizados porque su acento entrecorta palabras. En el peor escenario, es decir, cuando esos ahora no "mi negro", sino esos negros, que como cualquier jugador cometen una falta dentro de la cancha, son comparados con simios, con el demonio, y se les recuerda que son unos hijos de esclavas negras empobrecidas que huelen a sudor, a sangre y a pescado.
Pero eso no detiene a las poblaciones afrodescendientes, nunca lo ha hecho, incluso Yerry Mina es la típica representación de los hombres negros colombianos, que están atrás defendiendo al país y aunque sus caras nunca pueden ser tan visibles como la de los hombres blanco- mestizos que son delanteros en la cancha, allí están salvando, metiendo goles, rompiendo ese ciclo de vida que les tocó de ser empobrecidos e invisibilizados, aunque teniendo presente que a pesar de salvar y construir el país eso nunca les quitará ser objetos de burla, de ofensa, ni de discriminación.
Por eso el mensaje es claro, queridos blanco-mestizos, bien sea presentador o comentarista de fútbol, bien sea hincha, técnico, lo que sea usted, les recuerdo que ellos no son sus negros, y menos sus negros grandes y aún menos sus negritos. Llámelos por su nombre, dígale grande Yerry, grande Guachené y muestre con hechos reales cómo es esa Colombia grande, esa patria querida que hemos anhelado pero el racismo nunca nos ha dejado vivir.