La situación actual que vive Colombia, al igual que el resto del mundo, se caracteriza por un acelerado proceso de cambio en sus modelos políticos, económicos sociales, culturales y del medio ambiente, provocados por la globalización; la búsqueda de nuevos paradigmas y el establecimiento de una cultura global.
Esta nueva situación determina que la política deba modificar su concepción, función, metas y estrategias, para avanzar en el proceso de apropiación por parte de la ciudadanía; de la liberación del yugo elitista dedicado a conducir y dominar a la masa social.
Que la sociedad colombiana entienda su cultura, diversidad, pluralidad y rol preponderante en las decisiones de estado, debe ser una consigna para impedir la prevalencia de los intereses políticos de una minora, que desconoce a la sociedad en su conjunto, y sus realidades que son la razón misma de existencia y riqueza.
Hoy está cada vez más claro que nunca que desde la política podemos llegar a tener una visión holística de la sociedad colombiana y entenderla como el soporte simbólico que reoriente las estructuras de poder, en pos de la educación, el emprendimiento, el medioambiente, la cohesión social y la vida; para que seamos capaces de entender que los comportamientos violentos en la práctica y el discurso, son ajenos a nuestros propios valores, y no como han querido hacernos creer: patrones culturales. Pero este cambio solo puede provenir de la racionalidad, del pensamiento crítico, de las ideas, y los valores sociales y familiares; del universo cultural que hemos forjado desde las zonas rurales, hasta las ciudades a lo largo de la historia, el cual demuestra que somos individuos valientes, diversos, bondadosos y hermanados.
La masa social debe formular una política que contribuya a la defensa de la vida, el medio ambiente, la cultura, la diversidad y la diferencia; debe ser el sujeto político que propone soluciones y dejar de ser tratada como un simple “objeto”; como chiquillos a los cuales proteger de forma paternalista, para establecer el “desarrollo” y “civilización”, propuestas por una élite minoritaria.
Los colombianos deben defender, ante todo, su dignidad y libertad humanas, sin considerar a la política una “ciencia exótica”, útil solamente para el ejercicio del abuso y la dominación.
Una nueva política instaurada por las masas debe ser un instrumento que contribuya a las libertades, comprometida con la vida, redefinida en su función; sobre todo desde su ética. Un instrumento que aporte, fundamentalmente, a transformarla. Abriendo paso al dialogo, al debate racional, a la diversidad, la pluralidad y la diferencia como fundamento para entender la riqueza social de un país que tiene todo para ser un referente mundial.