Durante el último año el fútbol mundial ha estado inmerso en una tina de nuevos conceptos y reglas preparadas por la Fifa. Por ende, jugadores, directivos e hinchas se han tenido que empapar de esta mezcla con el fin de crear en la mentalidad una nueva forma de jugar al deporte rey.
Atrás quedaron las épocas en las que Sócrates, Maradona o Pelé se valían de la malicia propia de los "cracks" para gambetear un balón (con el ingenio que solo quienes hemos jugado este lindo deporte sabemos) y anotar un gol. Los partidos concluían con holgados marcadores como 6-3 o 4-4 y se ofrecía un buen espectáculo para un hincha común o para un plan familiar de domingo.
Ahora la capa caída de la fe por la religión ha hecho que la necesidad de dominio de masas se traslade al "mejor espectáculo del mundo", como algunos le llaman. De eso están seguras algunas mafias que buscan beneficios lucrativos y también saben que un ciudadano moderno siempre tendrá en su ropero una camiseta de fútbol de algún equipo.
Es por eso que antes de emitir las nuevas reglas de competición en un partido se inauguró el sistema de videoarbitraje (VAR). A juzgar por los últimos tiempos, personalmente no me parece muy transparente que coexistan nuevas casas de apuestas, nuevas reglas y 3 o 4 personajes encerrados y custodiados en una cabina con computadores de última tecnología y pantallas decidiendo quién gana o pierde un partido.
No se necesita ser un erudito para pensar que la época en la que se daban dividendos económicos a un árbitro para amañar un juego han vuelto, solo que ahora se hace más discreto y engañando al hincha (quien finalmente apuesta y paga boletería o compra camisetas y artículos o paga la televisión que trasmite el juego).
Ya no más casos como el de Andrés Escobar. Como van las cosas, ahora los equipos menos favoritos serán los ganadores gracias a las llamadas internas y al maquillaje que se puede hacer en la cabina del VAR. Por eso mismo quedan dudas de por qué la FIFA no incluye a muchos países en su afiliación y la respuesta salta la a la imaginación si consideramos que dichos países no representan lucro para la organización.