Como muy pocas veces en la historia reciente del país, el nuevo presidente comienza su mandato con muchas de las cartas a su favor.
Dejando de lado la lamentable situación económica y moral que recibe, circunstancias cuya superación requerirá de mucho esfuerzo, inicia su período con varias situaciones que debe aprovechar.
Primero, un mandato rotundo, una mayoría enorme de votos y de favorabilidad de opinión, lo que le permitirá impulsar reformas populares pero duras, como el sometimiento de los delincuentes a secas (sin nombre de grupo o matiz). Su propósito debe ser el de garantizar una paz justa y un castigo equivalente para todos los que atenten contra el bien común, así digan haberlo hecho en nombre de Marx o del dinero. O de ambos que es lo normal.
Lo segundo será evitar la tentación de salir al paso de todas las maniobras del candidato perdedor para dificultar la labor de sacar adelante al país. La oposición deberá mostrar que puede ser alternativa de poder y no una secta de fanáticos seguidores del Mesías derrotado en la segunda vuelta.
Por otro lado, si son ciertas las cuentas que se han hecho por parte de entendidos en la materia, el nuevo presidente cuenta desde ya con un respaldo cercano al 80% de los congresistas en ambas corporaciones. De ser así, va a resultar relativamente fácil hacer pasar los proyectos de ley, tanto de iniciativa del ejecutivo como del propio Congreso. Acá el presidente Duque podría marcar una verdadera diferencia en materia de apoyo legislativo, que lo convertiría en un mandatario único: en lugar de arrodillarse y ofrecerla de manera sumisa, denunciar con nombre y apellidos al congresista o dirigente político que exija mermelada a cambio de su apoyo o su voto en la discusión y aprobación de proyectos de ley. Estamos seguros que nuestro país no puede seguir resignado a escuchar la expresión “es que así es la política”. El día que un mandatario tenga el valor de denunciar penal y públicamente a cada sinvergüenza que exija algo para sí a cambio de su voto, ese día Colombia habrá comenzado el camino de su recuperación ética e institucional. Ya estamos hartos de gestos simbólicos de rechazo a la corrupción. Ya nuestra nación no aguanta más manoseo por parte de quienes en público dicen defender a las instituciones, pero en privado le ponen precio a su supuesta defensa.
Unas mesas directivas de Senado y Cámara en sintonía con los programas del gobierno, en donde tenga asiento también la oposición, serían decisivas en la preparación del orden del día de las sesiones, evitando dejar asuntos importantes para las horas de sesión en las cuales se sabe que no habrá cuórum, lo que ha sido la estrategia preferida por los enemigos de los proyectos de ley verdaderamente transformadores.
No se trata de eliminar al poder legislativo, fundiéndolo con el Ejecutivo.
Se trata de usar las legítimas mayorías
para impulsar el esquema de país y de gobierno que los colombianos eligieron
No se trata de eliminar al poder legislativo, fundiéndolo con el Ejecutivo. Se trata de usar las legítimas mayorías para impulsar el esquema de país y de gobierno que la mayor parte de los colombianos eligió. Así es como debe funcionar una democracia y así se decidió en las urnas. La oposición deberá organizarse para criticar lo que considere desaciertos del gobierno, bien porque sus ejecutorias vayan en contravía de su pensamiento filosófico de lo que debe ser el Estado, o bien porque, como seguramente va a ocurrir, se van a cometer errores, desaciertos y ojalá muy pocos actos corruptos.
Eliminado el fantasma del chantaje del Legislativo al Ejecutivo, mediante castigos ejemplarizantes a los bandidos que se atrevan a extorsionar al país a cambio de apoyar leyes de beneficio general, no solo se podrá mejorar la calidad de nuestras leyes, sino más importante aún, llegarán a las entidades del Estado personas preparadas, honestas y comprometidas con el desarrollo, en remplazo de la caterva de pícaros o de ignorantes impuestos a su amaño por los políticos que exigen tal o cual entidad del Estado a cambio de su voto, para que desde allí les ayuden a llenar sus arcas con el dinero de nuestro escaso presupuesto. Si esto no se hace, bajarles el sueldo a los congresistas como forma de castigo es como quitarle el pelo a un gato. Como se pudo comprobar con el caso de los Ñoños, el valor que reciben como sueldo es ínfimo comparado con los ingresos que obtienen mediante la manipulación abusiva de los presupuestos de las entidades que les son entregadas en bandeja por gobiernos indignos, como el que termina.
Las cuentas de entendidos en la materia señalan que Duque cuenta desde ya con un respaldo cercano al 80% de los congresistas en ambas corporacione
