Ayer 30 de agosto de 2021 era un día que, como todos, desde que empezó la presidencia el señor Iván Duque se ha ido burlando del pueblo a diestra y siniestra, nombrando personajes que poco o nada le sirven a la sociedad y encienden la llamarada con sus decisiones que están fuera de contexto respecto a las necesidades que el pueblo sostiene a diario.
El señor Alberto Carrasquilla Barrera fue ministro de Hacienda en el primer gobierno de Álvaro Uribe Vélez, y poco o nada sirvieron sus decisiones en ese ministerio en esa época, excepto para beneficiar a los más poderosos en Colombia y dejar una economía sumida en el caos. Hoy por hoy, la historia no fue diferente cuando formó parte de la cartera ministerial del gobierno de Iván Duque: dos reformas tributarias y una tercera en curso que no se concluyó, pero sí dejó una oleada de protestas y masacres hacia los manifestantes, una visita de la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) con un informe poco alentador y mucho que decir frente a la democracia colombiana, así como un dólar encarecido (entre 3.600 y 3.800 pesos colombianos, llegando igualmente al tope de los 4.000 pesos colombianos).
Ahora bien, el señor presidente Iván Duque aceptó la renuncia del señor Alberto Carrasquilla Barrera al ministerio de Hacienda, que ostentó hasta el 5 de mayo de 2021, y se retiró la reforma tributaria tras el estallido social del 28 de abril del mencionado año. Después de varios meses fuera del país, Alberto Carrasquilla ahora vuelve completamente recargado y a retomar presuntamente lo que dejó en el tintero, solo que en el cargo de codirector del Banco de la República de Colombia.
El interrogante que nos hacemos los colombianos es: ¿acaso no le bastó a Iván Duque el estallido social que generó la última reforma tributaria que se pretendía presentar? ¿Hay que premiar las pésimas acciones tomadas desde los ministerios por parte de los ministros? ¿Son justas las reformas presentadas por los gobernantes, sin tener en cuenta las opiniones del pueblo que los elige? ¿Está realmente preparada Colombia para seguirse abriendo a los mercados internacionales sin primero hacer reformas de fondo que permitan que este país se modernice e industrialice conforme a los estándares internacionales, especialmente los sectores agrícolas y tecnológicos?
¿Está bien seguir importando productos que claramente se pueden producir en el territorio nacional? ¿Se debe fortalecer la economía por medio de inversión extranjera para crear más y mejores empleos con mejores salarios? Son estas, y millones de preguntas más, que deberían de contestar al pueblo colombiano, más aún ad portas de las elecciones al Congreso y a la presidencia de la república del año 2022.
