Señora vicepresidenta, decir que no nos podemos atener al estado y que debemos ser esclavos de nuestros empleadores es una cachetada a nuestra dignidad, en donde se ve a una señora muy bien vestida posando con pobres y, el lenguaje corporal grita que ella se siente absolutamente superior a ellos
Por eso no nos pareció extraño sus declaraciones de esta mañana en donde dijo, textualmente que nosotros, los trabajadores colombianos, no podemos atenernos al gobierno y que prácticamente debemos prenderles veladoras a los dueños de las empresas que son los que nos dan trabajo. Hay una anécdota buenísima que ilustra quienes son estos oligarcas que nos mandan. Cuando el M 19 liberó a Álvaro Gómez después de unas semanas de secuestro, lo dejó cerca a una tienda, el político, hijo de presidente, pidió un whisky y no tenía ni idea de cuánto costaba un trago. Así pasa, por eso Duque ni debe saber cuánto es el salario mínimo o la vicepresidenta una bolsa de leche.
Si, ella representa la clásica señora altiva bogotana que tanto desprecio irradia hacia el pueblo, una cachaca orgullosa de su clase y con una profunda ignorancia sobre la gente que rige. Para ellos el sur de Bogotá es un lugar infecto a donde sólo se tiene que ir para recoger votos o regalar mercados y ropita cuando el invierno les tumba las casas.
No, señora vicepresidente, no se le pueden ver tan a las claras las intenciones de mandar al pueblo, a la chusma, a la guerra, a que se revuelque con el virus. Es un crimen. Y ese lenguaje de no morder la mano que te da de comer vaya quitándosela de la caneza. El Coronavirus, como la rueda de la fortuna de Quevedo, está poniendo a cada quien en el lugar al que moral y espiritualmente pertenece.