La nueva filial del emporio Trump
Opinión

La nueva filial del emporio Trump

El presidente electo con el chocorazo tecnológico más sofisticado de la historia de Estados Unidos avanza en su propósito de manejar el país como otra dependencia de su imperio económico

Por:
marzo 23, 2018
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El modelo de país que asombraba cada día más al mundo por su desarrollo y la disciplina de su sociedad, los Estados Unidos, es objeto ahora de una reculada institucional y humana que pone en peligro su futuro y, en parte considerable, el de otros países que giran alrededor de lo que allí sucede para bien o para mal del sueño universal que lo rondaba. Increíble, pero más allá de las imperfecciones obvias de su sistema político, la tecnología y la ciencia, que han tenido allí aportes formidables, están contribuyendo con su millonada de vagabunderías cibernéticas a fomentar la destorcida causada por la baja calidad del liderazgo que le apareció en la encrucijada más tormentosa de su historia.

Con toda la mañosería de que fue capaz como negociante de conducta turbia, entró el señor Trump a la política norteamericana en pos de la Casa Blanca. A lo largo de la campaña se notó su desdén por los escrúpulos y, de ese modo, se empeñó en explotar los impulsos primarios de sus compatriotas afines en los estados clave de la Unión. Él sabía, por propia experiencia, que delinquir paga, y más todavía si mientras se delinque se simula probidad. Hillary era corrupta y él un dechado de integridad. Lo favoreció la táctica. Entre tanto, eso sí, la basura subterránea de su equipo la manipulaban personajes siniestros como Steve Bannon y miembros de su propio círculo familiar.

Pero los hechos también topan con una segunda oportunidad. New York Times y The Observed la facilitaron porque, al tiempo que estallaba el caos burocrático provocado por el mismo Trump, le revelaron al mundo el robo de información a los usuarios de Facebook (50 millones en E.U.) para conformar un software dirigido a influir en las elecciones presidenciales de 2016. Tan grave fue la violación de los protocolos, que Facebook suspendió las cuentas de los violadores de datos, como Cambridge Analitics, financiada por un donante republicano multimillonario y presidida entonces por Steve Bannon, benefactor estratégico de Trump y víctima de su soberbia tan pronto se le volvió un lastre.

De manera, pues, que la trama rusa no fue la única acción dolosa servida en bandeja a Trump para atropellar a la señora Clinton. Robert Mercer, Alexander Kogan y Cristopher Wyle formaron el trío que fabricó el chocorazo tecnológico más sofisticado de la trayectoria electoral norteamericana, con indicios de una probable ramificación en otros países del mundo. El cuento de que las instituciones gringas frenan la mala fe o la mediocridad de sus dirigentes ha perdido vigencia, pues su actual presidente avanza en su propósito de manejar Estados Unidos como otra filial de su emporio económico.

 

El cuento de que las instituciones gringas
frenan la mala fe o la mediocridad de sus dirigentes
ha perdido vigencia

 

El próximo bastonazo de Trump está cantado: la cabeza del fiscal especial Robert Mueller, cuya investigación arroja responsables dentro del casi seguro hackeo de los rusos y se dispone a decretar un tête á tête con el presidente. La estigmatización del FBI y la práctica de la actuación procesal en cierne, maduraron la inevitable decapitación de Mueller. Pregunta del millón: ¿Dónde están las instituciones del Tío Sam?, ¿dónde la supremacía de su prestigio sobre los intereses partidistas?, ¿dónde la aplicación de la jurisprudencia según la cual la Constitución y la ley también recaen sobre el poder y sus excesos?

Lo que más se oye en el capitolio de Washington es el silencio de los republicanos.

Si devolvemos la mirada hacia Watergate, y lo comparamos con la injerencia rusa en las elecciones y el abuso con los perfiles de los 50 millones en el software del nuevo escándalo, vemos a Nixon como un infanzón candoroso, aplastado por una trampa que no necesitaba para hacerse reelegir en 1982, y a Trump como una bestia arrasadora imposible de atajar. Lo que nos enseñaron Hamilton, Madison y Jay, a través de El Federalista, ha caído en los pies de Trump como un balón mundialista para divertirse con remates al arco de la estabilidad mundial. La separación de poderes y el mecanismo de los pesos y contrapesos son, para él, teoría inútil. En esto coincide con Kim Jong-un, y comentarlo con él será el aperitivo del encuentro proyectado para desnuclearizar sus relaciones.

Raro que, en su afán por detectar el fin del cosmos, Stephen Hawking no hubiera visto, como artífice principal, a la demoledora efigie de Donald Trump.

 

 

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