Entre rayo y rayo, hay tiempo de salvar las luciérnagas:
a todas luces, sobrevivimos a la oscuridad.
(Irene Vallejo)
De paso por el sector de La Línea (limítrofe entre los departamentos de Quindío y Tolima) se encuentra una carretera amplia, recién arreglada, además con inclinaciones que hacen sufrir la fuerza de los vehículos, exigiéndoles en algunos casos el máximo de su potencia, igualmente construcciones viales inmensas como túneles, vías helicoidales, pero lo más hermoso es el panorama y su horizonte.
Observar cómo los varios tonos de verde se ven en la floresta, conjugados con los grises y cafés, es decir una colcha de colores que se amalgaman con profundidades y elevaciones, además animales voladores y rastreros.
Esto permite identificar qué emociones afloran en el ser humano cuando se enfrenta a su propia naturaleza, algunas serán triste como las mencionaba Spinoza “dando a entender que el ser humano es un animal imaginativo, con racionalidad insuficiente, falsas y llena de trampas, en donde se explica la historia por los hechos y acontecimientos”, por lo que el individuo dentro de su propio viaje contempla cómo los fenómenos lo afectan o por el contrario lo ayudan a superarse a sí mismo.
Nos preguntamos, ¿cuál es el papel de la crítica, y encontrar la posibilidad de esa idea paradisiaca en la que pueda resguardarme?, y en ¿en dónde determinar la lectura ideal dentro de la inmensidad cultural del individuo?
Es verdad que disfrutamos de los últimos instantes de luz, pero también de las tinieblas posteriores que ascienden desde el agua, hacia ese infinito bosque de puntos luminosos, unas apacibles luciérnagas que alumbran los momentos en que expelemos las ideas y sus pensamientos posteriores, y terminamos armando un cuento de hadas la mano bien de las carencias juveniles o en una explosión de emociones que van a través de la niñez, su juventud y adolescencia para terminar en la construcción del ser humano que se es hoy.
El humano no se concibe el uno sin el otro, pues va en búsqueda de aquello que le es homogéneo, “porque puedes escribir en contra de tu tribu y siempre hay alguien que se da por aludido, pero escribes contra la especie humana y hasta te aplauden” (F. Savater).
Lleva implícita la extensión de la democracia para todos y no para unos pocos, los que son amigos del gobierno y los que no lo son, los que se sienten asociados y los excluidos, los que se dejan coaccionar y los miserables, los que hablan de economía y de la apertura de mercados.
Dentro de esa inmensidad nos convertimos en frágiles insectos, hemos vagado desorientados y oscuros (I. Vallejo), a través de ese verano sin primavera, sufriendo calores y fríos que viajan por el continente enrolados con sus problemas sociales y fenómenos naturales, impensables en el semicírculo de las sillas, de las historias antiguas y modernas, borrando por la corriente del río lo que nos duele y alimenta el temor y el miedo.
El camino que debe ser adelantado por el ser humano buscando el “carpe diem” y el “carpe viam” al que se refería Ovidio, enseñan el viaje de la inutilidad, aceptando el fracaso pero permite descubrir con otros ojos, lo apasionante de la luz, lo erótico como elemento viviente, y todo lo que lo rodea; esto permite comprender, escuchar, mirar y aprender, pues eso es inherente al hombre, cuando va por la tierra con su baluarte en la mano, dejando atrás la peste negra que floreció en su pasado pero enfrenta las guerras sociales y personales, para poder vivir esa larga eternidad de paz.
Detecta el ser social del hombre lo aparente y sus reales diferencias de cómo enfrentamos los hechos, y es que determinando el fondo de las semejanzas y vamos derecho hacia lo más relevante, es que de alguna manera todo encuentro entre pensantes, racionales e intencionados se puede hablar de las cuestiones que nos afectan, además de ese concepto de verdad y muerte, de falso y su celebración o del momento en que se pierde el sentido común que determina al hombre.
Identificar el momento en que el individuo entra en crisis permite construir la unidad del género humano, pero también esta idea va hacia la humanidad, pues esta se debe convertir en un valor y una condición específica para sustraer todo aquello que nos extrae de la naturaleza, lo que nos aleja de esta, es decir comprender el determinismo del hombre, siendo esta una pauta de programación y elección de lo que es el valor, el concepto y por ende todo aquello que debe ser asimilado por nosotros mismos.
Somos una especie zoológica diferente a otras especies, con la gran diferencia que llevamos lo humano al frente y que nos define en lo que queremos ser.
“La humanidad es lo que somos y lo que queremos llegar a ser, de acuerdo con aquella fórmula pindárica de “llega a ser lo que eres””. (Fernando Savater en el retorno de lo humano).