El pasado 20 de abril, el alcalde Peñalosa lanzó una campaña pedagógica que busca combatir el índice de colados en Transmilenio, principal dolor de cabeza para la empresa de transporte. Las cifras de la Policía Nacional ascienden a 5000 personas diarias, que tentativamente evaden el pago de la tarifa al ingresar al sistema. Además, se han impuesto más de 2000 comparendos a “colados” en el primer trimestre de este año. También, se han presentado 210 casos de agresión hacia recaudadores y fuerza pública en 2016, y habido 16 muertos y 185 lesionados en los últimos seis años.
Esta situación y su tendencia estadística a empeorar fue la razón por la cual se tomaron medidas drásticas, según los responsables de la campaña “Si hay colados, todos pagamos el pato”. En esta, irónicamente hay un personaje disfrazado de pato amarillo, con ojos endemoniados, que comete todo tipo de infracciones en las estaciones de Transmilenio.
Esta estrategia está enfocada a los usuarios del servicio y pretende ser un llamado a que la gente que sí paga pasaje “rechace a esos pocos patos patanes que generan inconvenientes” como manifestó Alexandra Rojas, gerente de Transmilenio, el día de su lanzamiento en la estación Quinta Paredes, junto al Secretario de Seguridad, Daniel Mejía y el Secretario de Movilidad, Juan Pablo Bocarejo.
Antes de entrar en más detalle acerca de lo peligroso de esta iniciativa, quiero revisar superficialmente algunas de las fallas y disfuncionalidades que presenta el dichoso sistema hasta la fecha. Pero como es una lata que muchos conocen bien, lo pongo en una nota al pie[1].
Ahora bien, han encontrado la manera de activar los dos mecanismos al mismo tiempo: por un lado, un chivo expiatorio a quién echarle la culpa, con el mayor de los cinismos, de todos los fallos que ha tenido, tiene y pueda llegar a tener Transmilenio; y por otro, un enemigo público en contra de quien se puedan sentir unidos la mayoría mientras caminan derechito al matadero.
Que los colados no pagan pero sí les cuestan a todos, que esto agrava sustancialmente el déficit fiscal, que causan hacinamiento porque al no registrar no se tienen en cuenta en la programación de las rutas, que aumentan el índice de inseguridad y desorden, que causan más agresión e incomodidad… son las verdades a medias o más bien las falacias que sistemáticamente tratan de imponer en la conciencia de la gente. Y esto a pesar de que hasta hoy no existe un diagnóstico o un análisis profundo del problema y mucho menos parece haber un sistema de medición real de los daños para determinar la eficiencia de cualquier medida que busque reducir estos índices. ¿Qué motivos tienen para poner a la opinión pública en contra del “pato” como causante de todos los males?, se lo dejo a su criterio. Y me refiero a ese nivel de autonomía e individualismo que todavía le queda pero que campañas de este tipo tratan de erradicar por completo. Y antes de que me lo pregunten les explico por qué razones considero ésta una medida más allá de demagógica, con cierto tinte fascista.
La estrategia de identificar a una determinada colectividad que actúa en contra de los intereses del Sistema como enemigo del pueblo es una práctica que ha servido a la mayoría de regímenes autoritarios a lo largo de la Historia. Fue la tesis principal de muchos movimientos totalitarios y autoritarios (la lucha contra las clases enemigas) y como propaganda ha sido de gran utilidad para distraer la opinión y justificar todo tipo de represión. Pero no hay que darle muchas vueltas al asunto para entender que este tipo de políticas siembran la idea de que es legítimo actuar de forma violenta o faltar al respeto a cualquier grupo de individuos que sean diferentes a nosotros. Vale aclarar que ese “nosotros” existe en este caso solamente en virtud de ese otro diferente, y que su comunión está basada en el odio. También es importante aquí resaltar un efecto que se busca comúnmente con estas estrategias y es el efecto de “anticuerpos”. De esta manera todos los miembros “legítimos” de la sociedad, orgullosos de la condecoración de “ser parte del Sistema” (“Los que sí pagan”, etc.) se convierten en elementos de control al servicio de los intereses del Estado, (en este caso, la Administración Pública-Privada de TM). Y para rematar, al mismo tiempo les dan a todos un objetivo claro contra quien descargar el malestar que el propio sistema genera, ya sea porque es ineficiente a la hora de representar y velar por los intereses de la gente o porque sencillamente sus intereses van en contra de estos.
Cuál será el caso, yo me pregunto…
Y uno podría pensar que es sólo el caso de una política ingenua y descachada. O que por el déficit la platica no alcanzaba sino para esa agencia de publicidad. Pero mi buena voluntad llega a un límite y la de ellos, por más que me fijo, no la veo por ningún lado.
Esto está lejos de generar una cultura ciudadana, un buen ejemplo y un cambio positivo en las dinámicas sociales. Esto me huele a linchamientos, agresiones, enfrentamientos de la gente contra la misma gente, radicalización de ciertos sectores de la opinión pública, fortalecimiento de estereotipos sociales y discriminación, ahondamiento de las brechas sociales de clase, insolidaridad, alienación de nosotros mismos, renuncia a nuestra propia conciencia y nuestra cultura. Ese es el verdadero pato que pagamos todos.
Así que usted, señora recaudadora, y usted, señor usuario, ¡NO SE COMA EL CUENTO DE QUE ESTO ES RESPONSABILIDAD SUYA!, ¡NO EXPONGA SU INTEGRIDAD FÍSICA NI MORAL PARA LA DEFENSA DEL BOLSILLO DE OTROS!, ¡PIÉNSELO! Es el Sistema el que tiene que garantizar el buen servicio para que no se presenten estas irregularidades que ponen en peligro a las personas que lo usan y lo mantienen. Y sobre todo ¡NO LUCHEMOS ENTRE NOSOTROS PARA QUE OTROS SIGAN HACIENDO LO QUE SE LES DA LA GANA CON NUESTRA PLATA, NUESTRO CUERPO Y NUESTRAS IDEAS!
[1] 2005 vehículos transportan 2.600.000 pasajeros a lo largo de los 114 km de troncales construidas. Bogotá debería tener 380 km en este momento (Planeación año 2000); La demanda del Servicio ha crecido un 40% entre 2012 y 2017, pero la infraestructura no soporta el nivel de usuarios y de ahí el hacinamiento que hoy se vive en la mayoría de las estaciones y buses. Este problema además de la incomodidad, potencia la proliferación de delitos y actos violentos, como el abuso sexual y el hurto principalmente, y genera un ambiente de miedo, irrespeto e insolidaridad; a pesar del pésimo servicio que se denuncia a diario, este año le volvieron a subir a la tarifa con el pretexto del déficil fiscal. Mientras tanto acusan a varias empresas operadoras de ostentar rentabilidades de más del 15 % sobre el patrimonio. Según dicen, siguen cobrando buses que los colombianos ya pagaron hace tiempo. Fuertes enfrentamientos entre ciudadanos y fuerza pública han dejado las manifestaciones de los usuarios en contra del abuso y las medidas arbitrarias que ha tomado la actual administración: un pasaje que supera el salario mínimo, recortes a subsidios que disfrutaban hace años usuarios del Sisbén, adultos mayores y personas con discapacidad, y que, según argumentan, contribuyeron en gran medida a acercarnos al supuesto déficit billonario que acecha nuestro Sistema.